Capítulo 6

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Ya que besar era lo que mejor hacían, Gabriel atrapó a Renato contra las sabanas, las manos en las muñecas de Renato sosteniéndolas sobre su cabeza, inclinándose entre sus piernas, tentándolo con suaves roces, pelvis contra pelvis… usando cada truco y maniobra oral de los que siempre había tenido conocimiento. Había besado una cantidad enorme de chicas en toda su vida y ahora, Renato estaba en el extremo final de todo ese vasto conocimiento.

Succionó la lengua de Renato dentro de su propia boca. Mordió sus labios, luego lamió el punto. Gimió su propio deseo en la boca del otro hombre. Podía sentir nuevamente a sí mismo endurecerse; podía sentir la misma sensación de frenesí de antes, llenando su cerebro.

Renato rompió el beso, sonriéndole a Gabriel. Aparentemente, no se encontraba solo en su excitación.

─Creo que nos estamos volviendo muy buenos en esto ─dijo Renato.

─Es sólo el comienzo. ─Gabriel, continuó. Disfrutando el sabor, la libertad de besarlo y no dudar. Dudar no era algo en lo que Gabriel Gallicchio fuera bueno.

El timbre de la puerta sonó.

Sin ganas, Gabriel separó sus bocas.

─Llegó la comida.

Renato empezó a reír.

─¿Vas a bajar en ese estado?

─Mierda ─unos pocos minutos después, con una campera amarrada artísticamente alrededor de su cadera, Gabriel bajó las escaleras silbando. Le pagó al chico, una buena propina incluida y volvió al apartamento con la bolsa de comida. Subió lentamente, pensando súbitamente en cuánto tiempo había pasado desde que había tenido a una chica ahí. Cuánto tiempo desde que le había hecho el amor a alguien, disfrutado de su compañía, ¿compartido una comida? Meses, ¿quizá un año?

Unas cuantas mujeres aquí y allá, que conocía en algún bar. Un par de horas de sexo en el lugar de ella o en un hotel. Sin intercambio de apellidos. Sin futuro. Su última relación de larga duración –en el lenguaje de Gabriel eso significaba ¿qué? ¿seis meses?– se había acabado mucho antes que eso. Tenía la mala tendencia de involucrarse con las mujeres equivocadas… mujeres casadas, mujeres necesitadas, mujeres que querían el paquete de: marido, casa y bebé, en las que Gabriel no tenía ningun interés. Mujeres destinadas a fallar en mantener el interés, el humor y la excitación de Gabriel por más de un par de meses.

Se detuvo en la puerta. Tato tenía tantas cualidades que le llamaban la atención. Era inteligente, divertido y honesto. Siempre decía lo que quería. No juzgaba. Gabriel se rió por lo bajo. Y era policía. Parecía incapaz de mantenerse alejado de ese mundo.

La atracción lo había asustado. Pero entregarse a ella, había hecho el miedo más pequeño, menos importante. Cuando estaban juntos, se olvidaba que esto era algo que jamás había experimentado antes.

Renato yacía silencioso sobre las sábanas, mirando el techo, contando números. Su boca y mandíbula ardían de los agresivos besos de Gabriel, su ruda piel. Estaba listo para empezar de nuevo. Gabi había despertado algo dormido, algo que había vuelto rugiendo luego de trece meses de silencio.

Su apetito sexual había desaparecido después de la muerte de Agus. Nada lo excitaba, nada lo incitaba a tocarse por las noches debajo de las sábanas. Pensaba en ella todo el tiempo, en besarla, en hacerle el amor. Pero su cuerpo no respondía.

Se sentía extraño estar sintiendo lujuria de nuevo. La ardiente necesidad del toque y caricias de alguien sobre él. Cuando Gabriel lo tenía sujeto a las sábanas…  Renato gimió suavemente, cubriéndose el rostro con el brazo. Cada beso parecía construido sobre el anterior. Sabía que iban a tener que avanzar. Incrementar el acto físico hasta que… ¿Hasta qué? Renato podría haber tenido una sola pareja en toda su vida pero no era tonto. Sabía exactamente qué podía pasar entre ellos. Le asustaba. Le excitaba.

#1 F&F Quallicchio [Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora