Capítulo 1

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Gabriel Gallicchio estaba sentado en su auto, viendo la entrada de uno de los bares con más concurrencia de policías en el conurbano, sintiendo mariposas en el estómago. Pensándolo mejor, sentía más como si llevara en las entrañas un enjambre de avispas. Podía oler a todos los policías que había allí desde el otro lado de la calle, en su interior, en ese mar de azul, era el último lugar en el que quería estar en el mundo. Sólo la fiesta de despedida de Abel Navarro podría llevarlo a capital, en una habitación llena de oficiales y policías; le recordó a Gabriel una y otra vez lo que ya no tenía en su vida.

Había pasado mucho tiempo desde que se había reunido con los policías de la provincia. Se los consideraba una colonia de leprosos. Nadie quería estar allí, y nadie quería admitir saber nada de Gabriel Gallicchio. Por otra parte, no había sido policía desde hacía casi un año, por lo que, básicamente, a nadie le importaba una mierda, por triplicado.

Él realmente necesitaba un trago.

Con las manos más temblorosas de lo que jamás admitiría, Gabriel sacó su no tan alto, pero musculoso y definido cuerpo fuera del sedán, él supuso que se trataba de algún tipo de cosa psicológica, continuar conduciendo el coche común en un policía, además, seguía vistiendo como si aún estuviera en la fuerza. Él sólo no podía renunciar a la ilusión de su vida anterior. Lo llamaban el teniente Gabriel en la empresa de seguridad en la que trabajaba, y con una sonrisa que se veía forzada y falsa, se reía de la broma mientras se alejaba. Se había puesto muy, muy derecho al caminar, una difícil lección aprendida por sí mismo, pero supuso que a sus treinta y dos años, bien podría comenzar a actuar como un adulto.

O al menos eso le gustaba decirse a sí mismo antes de que se cayera de lo borracho que estaba.

De repente, se encontraba dentro del salón, haciendo un inventario automático de los paneles de madera, objetos decorativos familiares, y televisores en cada extremo de la barra para ver los partidos de fútbol. Sufrió y disfrutó muchos partidos de Boca en ese mismo lugar.

Un rápido examen le dijo que no conocía a ninguna persona en el salón principal, podía escuchar los rugidos de las risas y el zumbido estridente de la conversación de la parte posterior. En algún momento tendría que ir a buscar a Abel en ese mar de caras conocidas y darle sus más sinceras felicitaciones, pero Gabriel se trasladó primero a la barra, vio como seguía perdiendo River, por la Copa Argentina. Y esperó a que el camarero tomara su orden. Sabía que estarían susurrando y él no quería oírlos. Así que esperaría hasta emborracharse un poco.

La puerta se abrió detrás de él y se volvió para ver si había alguien conocido. ¡Era el hijo de puta de Fernán! Una gran sonrisa cruzó el rostro de Gabriel.

─¡Hey, Fernán!

El subcomisario se estaba quitando la chaqueta y se volvió hacia la voz.

─¡Gabi! ¿Qué carajos estás haciendo acá?

El comentario no estaba destinado a ser un insulto pero de todos modos le dolía.

─No podía faltar a la despedida de Abel ─los dos hombres se estrecharon la mano cordialmente.

─Te ves bien, Gabi. Me dijeron que dejaste la fuerza.

─Sí, sí. Era tiempo de un cambio ─se encogió de hombros, fingiendo que no era gran cosa. Fernán amablemente hizo lo suyo─. Tengo un trabajo decente, trabajando para una empresa de seguridad corporativa. Analizamos la seguridad de las empresas, protegemos el culo de los peces gordos de los empleados descontentos. Esa clase de mierda.

─¿Buen dinero?

Gabriel echó a reír.

─Estoy haciéndolo bien. ─«Puedo darme el lujo de cenar cada noche en un pub de mierda situado en la misma calle de mi estudio. Estoy muy bien», pensó.

#1 F&F Quallicchio [Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora