La voz lujosamente acentuada de Plácido Domingo dio la bienvenida a Gabriel y Juan en el taxi y les recordó ponerse el cinturón de seguridad.
─¿Soy yo o hace calor acá? ─preguntó Gabriel.
─¿Estás bien? ─murmuró Juan en su oído.
Gabriel tenía una respuesta insustancial sobre la punta de su lengua, pero cuando él vio la preocupación sobre la cara de Juan, esta murió rápidamente. Esto no era sólo un levante sin rostro, era un buen tipo. Un tipo agradable. Alguien con quien Gabriel fácilmente congeniaría si trabajaran juntos. Un tipo con el corazón tan pateado como el suyo… esto no era lo que él estaba buscando. Era lo que él había estado tratando de olvidar.
─Muy bien. Un poco sorprendido. Pero estoy bien ─dijo finalmente, tratando de ser honesto.─ No esperaba encontrarte esta noche.
Juan parecía desconcertado por el comentario. Se volvió para mirar por la ventana mientras se abrían camino hacia el centro.
─Tal vez esto no fue una buena idea ─murmuró Juan, alejándose del cuerpo de Gabriel─. No era mi intención complicarte la noche.
Gabriel se echó a reír.
─No habría venido con vos si no me interesara ─hablaba en voz baja ahora, sólo para los oídos de Juan.
─Sé que estás interesado ─suspiró Juan─. Sólo quiero asegúrarme que esto no hace las cosas… más difíciles para vos.
─Gracias. ─Gabriel le sonrió suavemente─. No tenés que preocuparte. En serio. Esto es... bueno.
─¿Sí?
─Sí.
Juan no era una amenaza. Era... un consuelo.
El pensamiento ni bien cruzó por su mente cuando sintió unos dedos suaves deslizarse por su nuca y cuello, erizándole el pelo. No tuvo tiempo de prepararse para el beso, los cálidos labios, y el sutil toque de la lengua. Se besaron durante un largo minuto, tomándose su tiempo para llegar a conocerse uno al otro. Como Gabriel había sospechado, Juan estaba firmemente en control, moviendo lentamente la mano contra la parte posterior de la cabeza de Gabriel, profundizando su beso, a continuación, tirando hacia atrás para mantenerlos ubicados.
Cuando se separaron por aire, Gabriel mantuvo los ojos cerrados. Necesitaba un
momento para acostumbrarse a la idea de que había besado a otro hombre, otra vez. Tal vez esto era cada vez más fácil.*****
Las sombras se habían tragado por completo la sala cuando Minerva se sintió capaz de alejarse y dejar de abrazar por un tiempo a Renato. Había llorado en silencio durante mucho tiempo, después de un profundo suspiro, justo había temblado.
Quería que él se desahogara de toda la pena reprimida, la de Agustina, la de los niños, sobre su lesión, y, por último, la más dolorosa, la de Gabriel, sin interrupción. Era obvio por la forma en que se había dejado llevar que había tardado mucho en llegar.
Ella misma se desenredó suavemente, sujetando a Renato por los hombros y observó su rostro cansado y húmedo. Tenía esa mirada lejana que hablaba de demasiada preocupación y de no dormir lo suficiente por lo que lo instó a subir, murmurando que todo se arreglaría y dándole aliento.
─Vamos arriba, Renato, sólo para tomar una pequeña siesta... ─dijo Minerva en voz baja.
Ella sintió que se movía pero protestando
─Los niños... la cena.
─Yo me encargo de eso. Vos toma una siesta, voy a conseguir algo de comida y esperare a que los niños regresen.
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#1 F&F Quallicchio [Adaptación]
RomanceEl Oficial Inspector de la Policía de Investigaciones del Tráfico de Drogas Ilícitas, Renato Quattordio, ha perdido a su esposa, la única persona que amó y la única mujer con la que durmió. Renato está intentando seguir adelante, construir -a partir...