Propiedad privada.

408 30 25
                                    


No se podía concentrar viendo al profesor en el escritorio del salón de carpintería, sus recuerdos aún estaban frescos.

Miraba disimuladamente a Renato que estaba frente a él, muy concentrado lijando unas maderas. Carlitos se mordió apenas el labio al recordarlo desnudo y gimiendo. Tuvo que apartar la vista cuando Renato lo observó para pedirle que le pasara el lápiz, lo cual hizo torpemente, porque se le cayó al piso.

-¿Estás bien? – le pregunto.

-Sí, sí.

No quería que supiera lo que había pasado, no quería que supiera que había visto un momento tan íntimo, y mucho menos quería que supiera lo mucho que lo había excitado.

Renato y Tomás ni siquiera se miraban, como si lo de la noche anterior no hubiese pasado, Lardy y Fausto tampoco, y el pobre de Joaquín estaba en un rincón junto a otros dos chicos que aun no conocía, al parecer ese lugar se transformaba en un reformatorio completamente distinto desde que se ocultaba el sol hasta que volvía a salir.

Era su primer viernes allí, y descubrió que después de almorzar debía ponerse su uniforme de educación física, otro uniforme más, pensó, que consistía en un short y remera blanca, para luego salir al campo deportivo.

Corrieron alrededor del predio media hora, y luego hicieron unos ejercicios de piernas y brazos. Se sentía morir, no era de los que hacían mucho ejercicio o disfrutaba del deporte.

Luego de esa primera hora el profesor hizo sonar el silbato y realizo una seña que no entendió, pero que debía ser buena porque todos aplaudieron y gritaron emocionados.

El profesor eligió a cuatro de los internos, entre ellos Renato y Lardy, los otros dos que aun no los conocía. Cada uno de ellos elegía a otros compañeros, formando así cuatro equipos. Carlitos fue inmediatamente elegido por Renato.

Aprovecho esa oportunidad para comenzar a conocer algunos nombres o apodos, ya que no se había esmerado mucho en entablar relación más allá de Renato, pero la realidad era que ninguno de sus otros compañeros había intentado entablar relación con él más allá de "Las tres marías" que lo vivían molestando.

-¿Qué está pasando? – le pregunto Carlitos, cuando emprendieron camino a otro lugar del gran campo.

-Fútbol – le respondió Renato – todos los viernes hacemos torneos.

Genial, pensó Carlitos para sus adentros, odiaba el fútbol.

El estaba en el equipo número dos, liderado por Renato, y observaba junto a él como disputaban el primer partido los equipos uno y cuatro.

El silbato del profesor sonó, y luego dictaminó:

-¡Dos y cuatro!

El equipo uno regreso derrotado a las gradas y ellos ingresaron al campo de juego para enfrentar al triunfador.

-Al arco, muñeca – le ordeno Renato.

Carlitos se sintió aliviado mientras se ponía los guantes, parecía una posición sencilla, aunque cuando la pelota se acercó a él por primera vez, atino a cubrirse la cara y encoger su cuerpo, oyendo luego el grito desenfrenado de gol proveniente del equipo contrario.

Pudo ver la cara de malestar de sus compañeros de equipo y varias carcajadas desde las gradas.

Apenas se pudo recuperar del susto y el impacto cuando observo que el equipo contrario volvía a acercarse al arco. Se armó de valor y se paro con más firmeza dispuesto a parar esa pelota.

Renato no pudo sacarle la pelota a Lardy que se acercaba a gran velocidad, quiso enfrentarlo, pero el disparo fue fuerte y certero a tal punto que lo hizo caer adentro del arco junto con la pelota.

Historias de reformatorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora