Querido profesor.

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Todos los sonidos parecían llegar como un eco a sus oídos, tenía tanto sueño que apenas podía mantenerse en pie. A eso se le agregaba el dolor muscular en su cuerpo, como si hubiese hecho gimnasia durante días.

Sin embargo sonrió, ¿Quién le quitaba lo bailado?... o más bien, lo cogido.

Renato y Carlitos llegaron al comedor para encontrarlo revolucionado, todos reían, aplaudía y le estaban pegando a un pobre chico en medio del caos.

-Cierto – comento Renato – es el cumpleaños de Fausto.

Carlitos apenas sonrió, no le importaba, quería dormir.

-Dieciocho años, mañana se va.

De verdad quería dormir, así que simplemente lo ignoró y fue hasta la barra para pedir su desayuno mientras intentaba esquivar a sus compañeros.

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La clase de matemática parecía eterna, y Renato tuvo que estar codeándolo para que no se durmiera.

Un papel voló por encima de su hombro, pero ni siquiera tenía fuerza para abrirlo. Renato lo tomó para leerlo.

"Esta noche en el sótano"

Renato se giro para levantar el dedo pulgar hacia Fausto, Joaquín y Pedro que los miraban desde atrás.

-¿Qué paso? – pregunto Carlitos.

-Paso que anoche cogimos tres veces seguidas y no te la aguantas.

-Callate, boludo. ¿Qué dice el papel?

-Fausto nos invito a su despedida.

-¿Qué cosa?

-Cuando un interno cumple dieciocho años al otro día se va, por eso la noche anterior hace una despedida con el grupo más cercano.

-¿Y nunca se dan cuanta?

-Sí, pero no les importa. Todos tenemos que llevar algo.

-Yo no tengo nada – dijo Carlitos.

-Yo solo tengo el lubricante que sobro, un paquete de cigarrillos, unos chocolates que me trajo mi mamá, y nada más.

-Hay que pedirle a los tres forros aquellos – dijo, refiriéndose a Tomás, Lardy y Caito.

-No creo que den nada, aunque Lardy coge hace tiempo con Fausto, seguro que va.

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El taller de la tarde fue aún peor que las clases de la mañana, y el solo pensar que tenía que quedarse limpiando la carpintería le oprimía el pecho al punto de querer llorar de la frustración. No tenía idea como iba a llagar lúcido a la noche, porque quería ir a la despedida y quería volver a coger.

Habían ido a herrería esa tarde, Renato le había prometido enseñarle a hacer los alambres para abrir las puertas, pero no estaba prestando atención.

-Estás hecho una piltrafa – le dijo Renato.

-Me duele la cabeza.

-Aguantarse y jodase, mijito.

-¿Vos no tenes sueño?

-Sí, pero voy a dormir las dos horas libres.

Renato ya había terminado con su castigo en la secretaría, el aún le quedaba una semana más que le habían agregado por el percance con Tomás y Caito.

-Ya fue, yo me voy a dormir igual, decile al profesor de carpintería que me siento mal, total es buena onda.

Carlitos fue hacia el profesor de taller, un hombre anciano y humilde, y le dijo que no se estaba sintiendo bien, que quería ir a la enfermería. Renato sonrió y negó con la cabeza, que pendejo terrible, siempre conseguía lo que quería.

Historias de reformatorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora