Verdades que duelen.

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Carlitos bajo la escalera hasta llegar al sótano, se dirigió a Renato, lo agarro de su cintura y lo beso con pasión.

-¡Epa! – Dijo el chico, luego de separarse - ¿Y eso?

-Te quería besar ¿Está mal?

-Para nada.

-¿Y manga de putos? – Interrumpió Pedro, llegando hasta ellos - ¿Los cigarrillos?

-No había, nabo. Tenes la cabeza en el culo.

-¿De verdad?, pensé que tenía.

-Mirá, ahí vinieron "Las tres Marías" – señaló Carlitos – Vamos a pedirle a ellos.

-Ya fue, Carlitos, vamos a otro lado – respondió Renato algo nervioso.

-Pero dale, si está todo bien. Vení.

Carlitos lo agarró de la mano y lo arrastró hasta donde estaban los tres chicos hablando.

-Hola chicos – saludó como si nada - ¿Tienen cigarrillos?

-¿Te pensas que somos un kiosco, maricón? – respondió Caito de mala gana.

-Uno solo, nada más.

-Vamos Carlitos – le pidió Renato, tirándolo del brazo.

-Mejor hacele caso a tu noviecito y tomatelas de acá – le advirtió Lardy.

Renato tironeo nervioso del brazo de Carlitos, que finalmente cedió a retirarse del espacio en donde estaban parados los tres, y volvió al rincón del sótano en donde estaban sus compañeros.

-No vale la pena, muñeca – le dijo Joaquín.

Carlitos se apoyó contra una de las mesas abandonadas y atrajo a Renato entre sus piernas.

-Que se metan los cigarrillos en el culo – le dijo – yo tengo el mejor vicio acá.

Renato le sonrió antes de dejarse besar, aunque Carlitos lo sintió aun nervioso y vacilante.

Carlitos llevo sus manos hasta la cintura de Renato y las bajo lentamente hasta apretarle su trasero bien formado. Ladeo la cabeza para profundizar más el beso y abrió los ojos para encontrarse con la mirada de Tomás a la distancia.

-¡Ey!, no se zarpen – les advirtió Joaquín, sabiendo que no todos los chicos del reformatorio estaban cómodos con ese tipo de espectáculo.

Carlitos y Renato se separaron con una sonrisa, tampoco planeaban quedarse mucho tiempo más ahí. La mejor opción era irse para la habitación.

Tomados de la mano subieron hasta el salón de música, y antes de abrir la puerta oyeron una voz que los llamaba.

-¡Chicos, paren! – gritó Tomás.

-¿Qué queres? – preguntó Carlitos.

El chico sacó dos cigarrillos del bolsillo y se los extendió.

-Tomen, perdón por los otros dos forros, no sé qué les pasa.

-A mi me pareció todo bastante normal – dijo Carlitos, tomando los cigarrillos y guardándolos en su bolsillo.

-¿A dónde iban?

-¿Te lo tenemos que decir?

-Me gustaría ir con ustedes, tengo la sensación de que quedo algo pendiente.

Carlitos sonrió de costado, casi sobrándolo, ese chico era capaz de cualquier cosa para tener a Renato... pero él también.

-No, preferimos estar solo nosotros dos, ¿O no Tato?

Historias de reformatorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora