Ladrón de nacimiento.

248 22 16
                                    

Renato y Carlitos no podían disimular la mirada del otro mientras desayunaban esa mañana.

-Mirá... – le dijo Carlitos llevando su mano hasta su barbilla – te salió un granito.

-¡La puta madre! – Insultó – siempre aparece alguno.

-Pero el granito se te va con el tiempo, vos vas a ser hermoso siempre.

-¿Vos estás buscando que yo te garche acá arriba de la mesa?

-Mmm... puede ser.

-¡Ey! – Llamó Joaquín frente a ellos – aflojen un poco.

Cada uno volvió a su desayuno, separándose apenas, pero aún con una sonrisa tonta en la cara.

-Mmm...- murmuró Carlitos – me parece que alguien te está comiendo con la mirada.

Joaquín giró su rostro para encontrar al chico nuevo observándolo y, al ver que su objeto de deseo lo miraba, adornó su rostro con una sonrisa y lo saludo con la mano.

-Ah bueno – opinó Renato – no disimula para nada.

-¿Y qué pretendes?, es un pibito.

-Un pibito muy lindo – remarcó Carlitos, saludándolo con la mano ya que Joaquín lo había ignorado.

-Garchatelo si te parece tan lindo.

-No es esa la cuestión, Joaco. El chico está muerto por vos, y vos ni bola le das.

-Ese es problema mío.

-¿Qué te pasa, Joaquín? – preguntó Renato, notando la mirada triste de su compañero.

-¿Para qué voy a empezar algo que no va a durar?, me falta poco para irme, ¿Y afuera que nos espera?, posiblemente algo peor que acá adentro.

Un nudo amargo se instaló en el pecho de Renato y Carlitos, aunque ambos intentaron disimularlo con malos resultados.

-Es mejor vivir algo corto e intenso, a no vivir nada en absoluto – le dijo Renato.

-No quiero sufrir.

-Entonces nunca vas a crecer.

Renato dejó su desayuno y se marchó del comedor, dejando a sus compañeros sorprendidos.

-Y después decís que el pibito es Emilio, al menos se la juega – remató Carlitos para salir en busca de Renato.

Llegó al baño pero no lo encontró, lo cual lo sorprendió, porque parecía el lugar más común a donde ir si sentía un malestar. Luego optó por ir a la habitación, pero cuando emprendió camino hacia el lugar, Tomás se topó en su camino, impidiéndole el paso.

-¿Qué le hiciste, hijo de puta? – le dijo.

-Yo no le hice nada, tarado. Estábamos hablando con Joaquín y... ¡Pero qué carajo te tengo que andar explicando a vos! – explotó, reanudando su andar.

-Me entero que lo haces sufrir y te hago tragar rulo por rulo.

-Eso ya lo hiciste vos.

-No te pases de vivo conmigo – advirtió, tomándolo con fuerza del brazo.

Carlitos pudo ver como sus ojos azules bajaron hasta su boca, e inconscientemente mojo con su lengua sus propios labios.

-¿Me querés matar o me querés coger? – le preguntó Carlitos, insinuante.

-Todavía no me decido.

-¿Querés que te ayude a decidirte? – dijo, acercándose.

-Te odio – le susurró sobre sus labios carnosos.

Historias de reformatorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora