Jugando con fuego.

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Su profesor no le había dirigido ni una mirada, aunque no le molestaba del todo, pero Renato no dejaba de mirar a Tomás, y eso sí le molestaba.

Estaban ambos en el patio, sentados en el pasto y disfrutando del sol, ambos libres de cualquier castigo, al fin.

Renato dirigía miradas hacia el árbol en el cual estaba apoyado Lardy, y Tomás lo tenía abrazado por detrás. Caito estaba cerca, con una mano en su rodilla, Joaquín también estaba junto a Daniel y algún que otro chico más que pasaba y le dirigía algunas palabras.

-Está re mal, pobre – dijo Carlitos.

Lardy había estado hecho un alma en pena desde la partida de Fausto, y varios de los internos estaban intentando levantarle el ánimo, sobre todo sus secuaces más cercanos.

-Van a empezar a coger de nuevo – dijo Renato.

-¿Quiénes?

-Tomás y Lardy.

-¿Cogían?

-Sí, antes de que yo llegara... y después también.

-¿Y a vos te jode?

-No... pero, qué se yo, se aprovecha de la sensibilidad del pibe.

Carlitos hizo una mueca que Renato no llego a ver, no le creía nada, Renato seguía enganchado con Tomás y eso le molestaba un poco, aunque no tenía muy claro porque.

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Al día siguiente Carlitos decidió elegir un taller diferente, separado de Renato por primera vez, se excuso diciendo que ya no quería estar en la carpintería, que había pasado allí demasiado tiempo castigado, y quería intentar con mecánica, que casi nunca la tenía en cuanta.

Algunos lo miraron medio raro cuando entró al aula, la mayoría ya tenían sus talleres predilectos, pero siempre tenían derecho a cambiar. Fue detrás de una de las mesas en donde había una gran máquina, parecía ser un motor, podría aprovechar las clases para aprender más sobre autos, más fácil de robar cuando saliera.

-Cuidado con la grasa en los rulitos – le dijo Tomás.

El chico paso por detrás de él y no tuvo cuidado en frotarse contra su parte trasera cuando se dirigió hasta su lugar. Pudo jurar que lo había sentido medio duro.

Ese chico lo estaba empezando a calentar más de lo que le gustaría admitir.

El profesor estaba explicando alguna cosa, pero a él no le interesaba, tenía la mente en otro lado. No le gustaba la idea de ser propiedad de alguien, si bien se sentía atraído por Renato, no quería pasar el tiempo que le quedaba allí cogiendo solamente con él.

En ese lugar parecía que todos sabían todo de todos, y eso no dejaba espacio al misterio, la emoción, lo prohibido... como lo que había tenido él con el profesor Ortega, nadie sabía eso, era su secreto, era su intimidad, y le otorgaba otro poco de esa libertad tan ansiada.

Rompió un pedazo de papel de su cuaderno y escribió un mensaje, luego lo doblo con cuidado, haciéndolo chiquito, y lo lanzo hacia el costado, hacia la mesa de trabajo de Tomás.

El chico lo miro antes de tomar el papel en sus manos y leerlo.

"Necesito pedirte algo después de clase"

Volvió a mirarlo y le acertó con la cabeza. Carlitos, sin embargo se mordió el labio inferior antes de volver a su motor.

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El timbre de finalización de la jornada sonó, y los internos dejaron el salón junto al profesor para comenzar las dos preciadas horas libres antes de la cena.

Historias de reformatorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora