Mentira piadosa.

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Al día siguiente Renato parecía estar de mejor humor, le había sonreído en el desayuno y le había deseado los buenos días, sin embargo no se dirigía a él como siempre lo hacía.

Se sentaron juntos en las clases de la mañana, y eligieron el mismo taller en la tarde. Para el momento de la hora libre, Carlitos sentía que no podía más. Lo arrastró hasta uno de los baños y lo beso apasionadamente contra la pared.

Su boca y su cuerpo se sentían tan bien, se sentían de él otra vez.

-No me vuelvas a dejar ni un día sin esa boca hermosa – le susurró Carlitos.

Volvió a atacar sus labios, se sentía como un hombre perdido en el desierto que de repente encontraba su bebida favorita. Renato tenía el labio inferior mucho más voluminoso que el superior, y le encantaba mordisquearlo.

Todos los internos solían desabrocharse los mamelucos durante las horas libres, atando sus mangas a las caderas y luciendo las remeras blancas de algodón. Carlitos aprovecho para meter sus manos por debajo y acariciar la piel de Renato.

-Te la voy a chupar tanto, tanto, que te la voy a dejar finita como un lápiz – le dijo.

Carlitos llevo una de sus manos hasta el miembro de Renato, para encontrarlo... absolutamente flácido.

-Para, para... - le pidió.

-¿Qué te pasa?

-No, es que... quería ir a jugar el torneo.

-¿El torneo?, ¿Qué torneo?

-El de fútbol, el que venimos jugando hace dos viernes atrás.

Carlitos lo miró con el seño fruncido y se apartó apenas de él, observándolo detalladamente. A él no le importaban las clases de educación física, y mucho menos esos torneos aberrantes que se armaban los viernes.

-Dale, vení a verme – le pidió Renato – a la noche cogemos.

Carlitos quería decirle que no, que no quería ir a verlo y que quería coger en ese momento y no esperar hasta la noche. Sus besos y sus manos siempre tenían el mejor de los efectos en Renato, era la primera vez que el chico no le correspondía, y sospechaba que nada tenía que ver con ese torneo de mierda.

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El equipo donde jugaba Renato volvió a ganar, también Tomás estaba en ese equipo y Carlitos no comprendía porque tenían que abrazarse después de hacer un gol.

Tuvo que esperarlo a que se terminara de duchar, y había tardado tanto que ya debían ir al comedor a cenar, había tenido la esperanza de un rapidito por algún rincón, como habían hecho miles de veces.

Tenía la leve sospecha que Renato lo estaba evitando.

Fue a buscarlo al baño para estar con él e ir juntos al comedor, pero iba tan distraído que cuando entró un cuerpo chocó violentamente contra el de él, haciendo que chocara contra la pared.

-Cuidado, estúpido – insultó Tomás.

-Cuidado vos, forro.

Carlitos lo miró con mala cara y reprimió las ganas de cagarlo a trompadas, no quería terminar en el hoyo por culpa de ese pibe otra vez.

Cuando entró al baño lo encontró vacío, los otros chicos del equipo ya no estaban, Tomás acababa de salir aún con el pelo mojado, y solo una ducha parecía estar funcionando.

Cuando llego a los pasillos de las duchas vio salir a Renato con una toalla en la cadera y una sonrisa en su cara, sonrisa que se le borró cuando vio a Carlitos y supo que solo debía sumar dos más dos para comprender lo que había sucedido antes de su llegada.

Historias de reformatorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora