Días eternos.

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Cuando Carlitos vio a Emilio esa mañana, recordó el día siguiente a su primera vez con Renato. Parecía que iba a dormirse sobre su desayudo, y ni siquiera tenía fuerzas para sostener su cabeza con la mano.

Carlitos prefería pensar en cualquier otra cosa, y no en el hecho de que era viernes, y luego de los talleres de la tarde vendrían las visitas, vendrían a decirle a Renato cuando iba a irse de allí, cuando iban a arrebatárselo, cuando iba a dejarlo solo.

Un fuerte golpe en una mesa cercana lo hizo sobresaltarse y salirse de sus pensamientos.

"Las tres Marías" se habían subido a una de las mesas y en sus caras podía verse la bronca y el odio al descubrir que habían violentado la habitación y sustraído parte del contrabando.

-Anoche alguien – comenzó Tomás, con voz dura y amenazante – algún...

-O algunos – agregó Lardy.

-O algunos... entraron a nuestro cuarto y nos afanaron cosas.

Un murmullo colectivo comenzó a llenar el comedor, y Emilio levantó la cabeza para dedicarles a ellos dos una mirada de preocupación.

-Sepan que los vamos a encontrar – dijo Caito – y si tienen suerte, van a terminar en la enfermería, como mínimo.

Carlitos y Renato intercambiaron una furtiva mirada y regresaron a sus desayunos como si no les interesara lo que acababa de pasar.

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Cuando Carlitos abrazó a su mamá lo hizo rápido, porque tenía el presentimiento que iba a poder sentir su corazón latir desbocado en su pecho.

Estaba nervioso, más nervioso de lo que se había sentido jamás.

-Compramos la foto del grupo – dijo su mamá.

Pero Carlitos no le estaba prestando atención, sus ojos estaban fijos en la mesa donde estaba Renato hablando con su mamá y su abuelo.

-Carlos – llamó su padre, con voz autoritaria – te está hablando tu madre.

-Sí, ma. Perdoname.

-Salió hermosa la foto del grupo.

Carlitos la miró con desinterés, se había olvidado que le habían tomado esa estúpida foto, todos vestidos iguales, todos formados firmes y sólidos, pretendiendo una mueca similar a una sonrisa que ocultaba el vacío interno que les producía el encierro.

-¿Qué te pasa, Carlitos? – preguntó su mamá con preocupación - ¿Te hicieron algo?

-No ma, nada. Es que Renato ya se va a ir.

-A vos te queda poco también – dijo su padre, aunque no sabía si su voz sonaba aliviada o mortificada.

-Es que pensé que me iba a ir yo antes que él.

-Bueno, pero pueden seguir siendo amigos cuando salgan.

Su mamá acarició su mano, y su dulce contacto junto con sus palabras lo hicieron sentir un poco mejor, aunque para lograr eso solo debía besar a Renato, todo estaba bien cuando lo besaba.

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Cuando las visitas se fueron, Carlitos y Renato corrieron hasta la habitación y trabaron la puerta, si Joaquín o Pedro querían entrar se iban a tener que joder.

Carlitos lo beso con desesperación, no quería dejarlo hablar, tenía miedo de que hablara, no quería saber el día en que iban a arrebatárselo.

-¿Tu vieja compró esa foto horrible? – preguntó Renato, ayudándole a quitarse la ropa.

-Sí, ¿La tuya?

Historias de reformatorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora