36: El arte de apreciar lo esencial

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Oscuridad.

Aquella sensación a la que se había acostumbrado durante los últimos once años, y que se volvió parte de su rutina diaria, se había negado a marcharse, burlandose de la minuscula esperanza que dejó crecer en su corazón por un momento.

Era como si las tinieblas estuvieran tan aferradas a ella, a su vida, que en ese momento Abbey perdió toda ilusión de que algún día las cosas cambiaran.

La cirugía no había logrado nada.

David y los padres de Abbey notaron que algo no andaba bien cuando los ojos expectantes de la chica pronto perdieron el brillo y sus hombros cayeron con pesadez.

—Abbey —David se agachó a su lado—, ¿qué sucede? ¿Puedes ver algo?

La joven buscó con su mano la de David, y una vez la encontró entrelazó sus dedos con los de él, buscando algo real a lo que aferrarse. —No, no veo nada —respondió.

La expresión de todos los presentes en el consultorio decayó y los doctores procedieron a hablar con rapidez.

—¿Estás segura? —quiso saber Wells.

—Veo la misma oscuridad de siempre.

Contrario a lo que David esperaría, Abbey permanecía serena y en su voz no se adivinaba ningún rastro de tristeza o desolación. Era como si la muchacha esperara aquel resultado, o por lo menos se hubiera preparado mucho para recibirlo.

—No sabes cuánto lo siento, mi amor —repuso su madre acercándose tras ella y posando las manos sobre el cuello de la joven.

—No te preocupes —musitó—. No se preocupen, en realidad no es tan malo —habló dirigiendose a los demás con una media sonrisa—. Digo, llevó once años sin poder ver, es algo que ya conozco.

Elliott se acercó también, pero no dijo nada, sino que se inclinó y besó la cabeza de la joven con aprecio. Aunque le desilusionaba mucho saber que la cirugía no había funcionado, estaba orgulloso de que Abbey se lo tomara con calma.

David observó al doctor Brown, quien permanecía en una esquina mirando con fijeza a la joven, y sin dudarlo un segundo se puso de pie y cruzó en su dirección.

—Doctor Brown...

—¿Qué fue eso? 

La voz sorprendida de Abbey hizo que todos enfocaran de nuevo la vista en ella. Los ojos azules, un poco enrojecidos aun por la intervención, estaban abiertos con sorpresa y su mano apuntaba hacia el frente.

—¿Qué fue qué? —preguntó David volviendo a su lado.

—¡Eso! —exclamó de nuevo—. ¡Volvió a pasar!

David miró con confusión a la joven, y de nuevo al doctor Brown quien se había acercado a Abbey. Se cruzó de brazos y caminó frente a ella.

—¡Ahí esta! —repuso ella de nuevo—. ¡Ahí! —gritó cuando el doctor repitió la acción.

—¡Oh Dios mío! —Rosie miraba con estupefacción—. ¿Qué sucede doctor?

—¿Me estoy volviendo loca? —preguntó Abbey, de repente preocupada.

—No. —El doctor Wells imitó la acción de Brown—. ¿Lo viste?

La joven dudó unos segundos antes de responder. —Sí —murmuró.

David empezó a comprender lo que sucedía, así que tomó la mano de la joven y la miró con detenimiento. —Abbey, gira tu rostro hacia mi —pidió.

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