23: Enfrentando una decisión

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Los hermanos Larson habían terminado de acomodar las compras en los diversos cajones en completo silencio.

Aunque David ya había decidido pedirle a Sarah que se separaran luego de la conversación con su hijo, decirlo en voz alta y a otra persona le había dado un sentido más serio y fuerte a sus pensamientos.

—¿Estás seguro de lo que vas a hacer? —preguntó Anna una vez terminaron y se sentaron en los altos bancos de la isleta central.

—Es lo mejor que puedo hacer Ann, ¿no crees?

—¿No estas actuando precipitadamente? —cuestionó—. Acabas de conocer esa muchacha David, si acaso llevara aquí dos meses...

—Lo sé, sé que puede parecer una decisión atropellada, pero créeme que no lo es —aseguró—. Llevo pensando en ello más de lo que te imaginas.

Anna le miró con detenimiento. —A ver, ¿desde hace cuánto estas interesado en Abbey?

—Desde la primera vez que la vi —respondió sin dudarlo.

—¿Y estas seguro que no tiene nada que ver con su situación?

David rodó los ojos. —Por supuesto que no, Ann. No es lastima o impresión, si es lo que estás pensando. Abbey es algo que me golpeó con sorpresa. Cuando estoy con ella, no sé qué es lo que sucede, pero algo en mi interior se rompe. Me libera —expresó con intensidad.

—¿Te libera? ¿De qué?

—No lo sé. Es como si algo que no conociera de nada, se hiciera presente en su compañía. No puedo explicarlo de manera clara, pero no es cualquier cosa, Ann —repitió—. Si no estuviera seguro de que es algo importante, no estaría pensando en separarme de Sarah —dijo. Su hermana asintió, demostrando entendimiento, pero permaneció en silencio—. ¿Qué crees que diría mamá? ¿Cuál crees que sería su consejo si estuviera aquí?

Anna sonrió ante el dulce recuerdo de su madre. Había fallecido un par de años atrás a causa de un paro cardiaco, y David se había visto afectado sobremanera debido a la gran relación que tenía con ella desde que era un pequeño. Era ella quien le aconsejaba sabiamente acerca de la manera en la que una decisión podía influir en las demás personas de una forma mayor a lo que se creía; y desde su muerte, David se había abstenido de tomar ese tipo de decisiones. 

Ahora que lo pensaba mejor, aquello concordaba con el hecho de que hubiese mantenido su relación aun sabiendo el desgaste del cual era víctima. Temía equivocarse.

Pero entonces había aparecido aquella joven y él empezaba a arriesgarse de nuevo, aun sin la presencia de su madre en su vida.

Definitivamente no era cualquier cosa, reconoció la mujer.

—Es muy difícil saberlo, David —respondió—, era una mujer impredecible.

Él asintió, conforme al recuerdo de su hermana. —Pero ¿crees que me apoyaría en la decisión que estoy tomando? —insistió—. Porque estoy seguro de que amaría a Abbey, pero no sé si amaría el hecho de que yo este dejando todo por ella.

—Te apoyaría David, eso ni lo dudes —afirmó la mujer—, sabes que mamá nunca fue de las personas que nos cortaban las alas, y si te viera con la seguridad con la que yo te estoy viendo, si te escuchara decir las palabras con las cuales me has respondido, no dudaría un segundo en alentarte a seguir adelante.

La sonrisa que David tenía en sus labios se esfumó de repente, bajó la mirada y jugueteó con sus manos. —A quien sí estoy seguro de que no le gustara nada es a papá —musitó.

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