[28] Natare

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Habían pasado ya unos días, y Nathalie estaba preocupada por su hijo

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Habían pasado ya unos días, y Nathalie estaba preocupada por su hijo.

Natare se mantenía como un cuerpo agónico que solo podía dormir y ver televisión en su habitación, y a duras penas salía para comer algo. Aunque su madre tratara de preguntarle cómo estaba o que soltara lo que tenía por decir, no mediaba muchas palabras. Incluso cuando Nathan iba con él, ni si quiera podía hacer que sus bromas mejoraran su actitud.

Estaba en un duelo.

Lo que trataba de ocultarle a su familia, no era precisamente que estaba devastado porque le hubieran mentido por mucho tiempo. Por supuesto, que estaba agotado de pensar en una explicación para ese tema... Sin embargo, tenía a Annie atorada como una daga en el medio de su corazón y sus pensamientos. No quería recordar más la idea que mantuvo sobre ellos dos juntos, porque le hacía sentirse un tonto por tener sentimientos.

Aunque necesitaba el descanso de no saber de nadie por un tiempo, su mente también lo traicionaba con la realidad de que podía perder la capacidad de entrenamiento que había logrado con estos días libres. Pero si iba a la piscina no quería fingir frente a Dixon que no sabía nada. Muchos menos, sabía si quería decirle que ya conocía la verdad.

Escuchó como su madre caminaba en el pasillo hacía su habitación. La casa estaba lo bastante silenciosa como para descifrar cualquier sonido.

—Natare —lo llamó apenas entrar.

Éste quitó la vista de su televisor y miró hacía donde ella se encontraba. Y entonces miró a Dixón tras de ella, mirando hacía el piso.

Respiró hondo, y empezó a sentir algo frío dentro de su estomago.

—Adelante —le indicó Nathalie a Dixon, apenas mirándolo. —Espero que puedas ayudarlo —dijo antes de cerrar la puerta, pero a ciencia cierta ninguno de los sabía quién tenía que ayudar más al otro.

Natare tomó el control remoto y apagó el televisor haciéndose en pie de un salto de la cama, y por primera vez en su vida: miró a su padre. Tal vez llevaba años metido en su habitación como si el tiempo que uno se sintiera triste se contara como los años de un perro; y lo pensaba porque Dixon se veía aún más viejo que la última vez que pudo mirarlo. Y a pesar de eso, seguía teniendo esas facciones tan parecidas a él.

Las miradas fijas de ambos, como si esta fuera su oportunidad de reconocerse que no tuvieron años atrás, se deshizo. Dixon tragó fuerte y empezó a peinar su pelo hacía atrás.

—Yo sé que lo sabes todo. Sé que Annie te lo contó —explicó entonces su presencia. El nadador se volteó masajeando su cabeza al escuchar el nombre de Annie. ¿Habría logrado lo que quería? — Espera, Natare. Realmente necesito que me escuches.

—Está bien —respondió—, yo también necesito escuchar que tienes para decirme.

Se sentó de nuevo en su cama y le señaló a Dixon que se sentara en la silla que tenía frente a él. No sabía cómo iba a comportarse cuando Dixon supiera que ya todo estaba revelado, no era como si Natare le fuera a dar un abrazo de bienvenida con los brazos abiertos, pero había acertado en algo: en que el, necesitaba escuchar la explicación de su padre.

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