Capitulo II.

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"El campo de la psicología considera a los presentimientos como una sensación de aprehensión emocional o afectiva de un acontecimiento futuro."

Capitulo II.

Lovino suspiró exasperado, ¿Cuántas veces tendría que razonar con él? ¡Llevaba días intentándolo, joder, por qué seguía molestándolo sin parar! ¡Estaba harto! Deberían simplemente desaparecer, todos y cada uno de ellos. —Ya no necesito niñeras. —escupió por milésima vez, cruzado de brazos, frunciendo el gesto; dándole una mirada terriblemente desafiante a Máximo, su abuelo.

—No voy a hablar más sobre el tema, Lovino. —suspiró Máximo, ordenando los papeles en su escritorio. —A pesar de tu condición sigues diciendo eso. No voy a dejarte vivir solo, puedes empeorar en cualquier momento, ¿quién entonces sabría si te pasa algo?

Él chasqueó la lengua, irritándose más. ¿Qué era eso? ¡Era súper irónico! ¿Ahora resultaba que se preocupaba por él?

—No me hagas reír. —tronó, bajando los brazos, sonriendo satírico. — ¿Desde cuando te has preocupado por mí?

— ¡Siempre me he preocupado por ti, Lovino! —gritó su abuelo, golpeando el escritorio con fuerza. Lovino paró su andar a la puerta, volteando de reojo a él, absurdamente indiferente. — ¡No te dejaré ir a ninguna parte si no accedes a vivir con tu hermano y Ludwig, te quedarás acá conmigo en Italia y yo te cuidaré de ser necesario! Es tu ultima oportunidad, lo tomas o lo dejas.

A decir verdad, Lovino sintió temor de ver a su abuelo enojado, no obstante giró una tercera parte de su cuerpo a él, sosteniéndole una mirada por aproximadamente un minuto, después intentó tomar a palabra de nuevo, con voz interrumpida y con un ligero destello de temor.

—Jamás aceptaré algo así.

Su abuelo dio un respingo, bajando la cara hasta toparse con la foto de su escritorio, donde estaban ambos nietos abrazados por él de pequeños. ¿Cuánto no hacía de aquello? ¿Trece años? ¿Catorce? Y ahora, estaba ahí, con el dolor intenso de su corazón de no ser capaz de llegar hasta una de las personas que más amaba.

—Lovi.

El nombrado se tensó de inmediato, sintiendo el nerviosismo y que la respiración comenzaba a agitársele.

— ¿Aún me sigues odiando por lo que paso? —preguntó Máximo, alzando la mirada, viéndolo a los ojos; sopesando el hecho que ahora se mostraban indiferentes, fríos.

—No me llames por ese nombre. —espetó con desprecio. Una punzada en el pecho de su abuelo se hizo presente, provocando que se sentara por el impacto. Habían pasado cinco años desde aquello y él todavía le guardaba un rencor absoluto. —No tienes ningún derecho de llamarme así.

Y salió de la habitación con un portazo.

A pesar de que alguien este erróneo, está persona siempre tratará de demostrar que tiene razón hasta que su persona se de cuenta del error que está cometiendo. Máximo deseó muchas veces que su querido nieto fuera esa clase de persona, la que se daba cuenta de sus errores, no obstante, esperó y esperó pero ese deseo jamás se cumplió. Aunque Lovino sabía que estaba mal, tanto física como mentalmente, no quería hacer nada al respecto. Entonces, ¿Máximo estaba cometiendo un error en buscar corregirlo por él mismo? ¿por querer salvar la poca vida que le quedaba a una de las personas que más amaba en el mundo?

Al ver por la ventana, recordó el día donde los padres de Lovino y Feliciano murieron, primero la madre en el parto y después, simplemente fueron abandonados por su padre en sus brazos, dejándoles el dinero suficiente para que se pudieran mantener y listo. Máximo sabía que era doloroso para él verlos, pues eran la viva imagen de la mujer que un día amo, no obstante, ¿cómo podía ser tan frío?

Psicología del amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora