Capitulo XV.

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El viento parecía querer romper el cristal del aula. Golpeaba constante, junto a una lluvia estruendosa que rebotaba al llegar al suelo. Las luces del salón parpadearon algunas veces antes de estabilizarse de nuevo; dos chicos delante de él se miraron con burla, diciendo por lo bajo lo genial que sería en ese momento que un fantasma se apareciera delante de ellos, ahuyentando al profesor de Gestión Financiera.

A su lado su compañero de habitación y de banca, Alfred F. Jones, anotaba lo más rápido que podía todo lo que el profesor anotaba en la pizarra, sin darse tiempo de detenerse a escuchar su explicación. Era un idiota después de todo, así que suponía que lo mejor fue dejarlo hasta finalizar la clase; Lovino estaba consciente de que después pediría su ayuda para ese y más temas.

— ¡Wuju! —chilló emocionado Alfred una vez que el profesor se fue. Subió sus gafas, rascándose la nariz en el proceso. — ¡Pensé que nunca terminaría de escribir!

— ¿Al menos entendiste algo de lo que copiaste, bastardo? —preguntó Lovino, guardando sus propias cosas. Su compañero lo imito, caminando detrás de él al salir al pasillo.

—No. Pero después puedo buscar tutoría en Internet. —dijo encogiéndose de hombros.

— ¿Acaso me llamó Internet? —gruñó el italiano, golpeando su cabeza.

— ¡Eso me dolió! —gritó molesto. Aunque la sonrisa no tardo en volver a su rostro; una estúpida sonrisa americana que sólo le indicaba a Lovino una cosa. — ¡Vamos por hamburguesas!

— ¿Ah? —Lovino puso cara de repulsión inmediatamente. —No quiero hacerlo. El viernes pasado que fuimos ni siquiera te alcanzo para pagar todo lo que te metiste. Aún me debes veinte dólares.

—Muy cruel, Lovino. —murmuró él, sumergiendo su cuello en sus hombros. Lovino sonrió de medio lado, sacando su paraguas. —El héroe necesita su recarga diaria de refresco y hamburguesas de McDonal's.

—Te he dicho que vayas de una vez a un puto gimnasio. —espetó. —Tendrás muchas enfermedades de lo contrario.

—Hago ejercicio de vez en cuando. —suspiró sacando unas monedas para el transporte. Suerte que tenían que la universidad quedara frente a la estación del autobús. La lluvia estaba muy intensa como para pensar en caminar más lejos.

Un trueno rugió estremeciendo a los dos. Alfred no tardó en echarse a reír de él, causando que Lovino quisiera golpearlo hasta la medula; el americano corrió al autobús, sacándole la lengua a Lovino cuando arrancó sin él. El italiano maldijo por lo bajo, ya lo golpearía después, ahora tendría que esperar el maldito camión de nuevo.

Varios alumnos se colocaron a su lado, esperando el mismo transporte. Se encontró con otros compañeros de su carrera, tomaron el autobús, charlaron un poco sobre materias e incluso fue invitado a una fiesta. La lluvia seguía golpeando constantemente la ciudad de New York, pero entre tanto ruido que existía a su alrededor, Lovino se estaba volviendo incapaz de escucharla.

Al bajar del autobús, se sumergió entre los condominios que en su mayoría eran rentados pro estudiantes. Su departamento no era grande, ni muy cómodo, pero resultaba increíblemente barato. Compartía habitación con Alfred por lo que dividían las rentas entre los dos; su compañero americano trabajaba en un cinema cerca de ahí, por lo que pasaba directo de la escuela a él. Lovino se quedaba solo toda la tarde en su departamento, hasta que llegaba la hora de ir al restaurante a trabajar.

De un momento a otro su vida se convirtió en otra entre muchas. Llena de cotidianidad. No esperaba a nadie y no contaba con alguien que lo esperará.

Superó muchas cosas en dos años que pasaron.

Aun así, de vez en cuando, justo como ahora, le gustaba sumergirse un poco en sus recuerdos.

Psicología del amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora