Lovino contempló el atardecer sentado al pie de la ventana, el departamento de Gilbert no tenía la mejor vista del mundo, de hecho era tapada por postes de luz y casas lejanas, sin embargo, ese día en particular el sol proyectaba una buena luz y se podía ver como se escondía entre las montañas. Gilbert aún no llegaba así que suspiró, cerrando los ojos y dejando que su cabeza golpeara suavemente contra el marco de la ventana.
Los días pasaban cada vez más rápido, las tardes se iban, las noches apenas las disfrutaba soñando con lo que algún día podría ser. Pero cuando despertaba de esos cortos sueños, nunca podía volver a recrearlos, siempre se quedaban en esa felicidad momentánea.
Suspiró, cansado de sentirse mal consigo mismo, no obstante, los recuerdos le golpearon uno tras otro: las lágrimas bajando por sus mejillas, los golpes dados, los gritos que aún resonaban dentro de él a pesar de los años. La herida que parecía nunca querer cicatrizar.
Aquel día había sido el detonante de todo, de saber que ambos eran dependientes uno del otro.
—La quiere. —murmuró Lovino, con la cabeza recargada en el frío pasto. —De verdad que la quiere.
Y es que... era su culpa. Por alejarlo, por no querer pasar tiempo con él y por negarlo frente a toda la escuela. Lovino sintió las lágrimas resbalándole por ambos lados. Si tan solo no fuera un idiota, presumiría a Antonio frente a toda la escuela, sin importarle nada. ¿Por qué no podía ser sincero con sus propios sentimientos? Le dolía un montón el alma cada que veía a Antonio rechazando a otras chicas.
Después de todo, ¿qué bueno tenía salir con él? Era aburrido, agresivo y muy inferior en cuanto a los demás. Seguro que Antonio solo estaba con él por lastima, esa chica Kay era mucho mejor, bonita, con curvas perfectas y se llevaba bien con todo el mundo.
No dudaba que Antonio acabará enamorado de ella. ¿Podría culparlo? Nunca fue suficiente para nadie, no entendía porque ahora pensó que lo sería.
—Lovi. —Antonio lo observaba preocupado, asomándose por encima de él, había aparecido tan de pronto que ni siquiera le dio tiempo de limpiarse las lágrimas. — ¿Qué pasa?
— ¡Agh, maldita sea! —rechistó, sin poder ser sincero con sus sentimientos. — ¿¡Te complace verme así, bastardo!? ¡Vete con esa mujer!
—Escucha, Lovi...
— ¡Seguro que te enamoras de ella en cuestión de nada, a mí ya me vale mierda si te acuestas con ella! —explotó, quitándose del agarre de Antonio. — ¡Si ya no me amas más...!
Antonio se encogió un poco en sus hombros, aunque luego abrazó a Lovino lo más fuerte que pudo, muy a pesar de todos los golpes que recibió por parte de él, algunos más rudos que otros.
—Yo no amo a otra persona que no sea Lovino Vargas. —contestó Antonio, acariciándole el cabello. —No pienses de otra forma, Lovi.
—Pero... tú... ¡ella me dijo que te besó! —escupió llorando. — ¡Ella me lo dijo!
— ¡Sólo fue una vez! —reprochó Antonio, aferrándose a él. — ¡Fue un accidente, Lovi, jamás volverá a ocurrir, te lo prometo!
Lovino se le quedó mirando un largo rato, con las lágrimas aglomeradas en sus ojos, en cuanto notó que Antonio se aferraba un poco más a él, comenzó a gritarle cada vez más fuerte, pidiéndole que se alejara de él, que no merecía que lo amara y que todo se había ido a la mierda por sus errores.
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Psicología del amor.
Fanfiction"Pero la vida separa a los que se aman muy lentamente, sin hacer ruido, y el mar borra sobre la arena los pasos de los amantes desunidos..."