☀ 01☀

7.5K 572 108
                                    

Aquel ser manchado de negro caminaba sin fronteras por aquella ciudad, viendo con curiosidad a aquellos que lo rodeaban, pero que no le notaban

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Aquel ser manchado de negro caminaba sin fronteras por aquella ciudad, viendo con curiosidad a aquellos que lo rodeaban, pero que no le notaban.

Era tan extraño como cambiaban las cosas con el paso del tiempo, apenas hace poco cuidaba de aquellos mortales; para que tuvieran una vida buena, justa, digna, todo para que se ganaran el cielo. Ahora veía como una mancha negra se aparecía en sus cuerpos, cada vez que tocaba a alguna persona por mera curiosidad, y como esta adquiría un mal comportamiento.

Era divertido.

Llevaba años andando por la tierra, y tocando a las personas, una tras otra. Aquella que se manchara con más facilidad sería a quien seguiría, para ver el espectáculo que esta quisiese brindarle.

Aunque estos pecados siempre se repetirían, uno tras otro.

Acarició su cabello negro una vez llegó a un pequeño parque, repleto de árboles y bancas, además de muchos niños que corrían de regreso a sus casas por culpa de los colores que comenzaban a surcar el cielo.

Odiaba a los niños, aquellas criaturas demoraban bastante en mancharse, era difícil encontrar a un niño lo suficientemente malicioso que le entretuviese.

Siguió caminando, tocando a las personas que pasaban a su lado, sin siquiera mirar como sus pieles se oscurecían. Movió sus alas inquieto, aquellas en las que no había ni una sola pluma, y estaban totalmente negras.

Miró a su alrededor. Árboles, pasto, una pequeña colina, y un pequeño estanque donde el ocaso se reflejaba.

Estaba aburrido, quería volver a la ciudad donde podría causar líos en masa, donde tendría una momentánea diversión.

Caminó a orillas de aquel lago, o esa era la idea, ya que se detuvo abruptamente para esconderse detrás de un árbol. Debajo de aquella colina, a orillas del lago, podía divisar un gran par de alas blancas como la nieve.

La curiosidad le ganó al gato, quién no podía dejar de acosarle con sus orbes cyan a aquella figura. No dudó en aproximarse más, sólo para terminar unos árboles mas alejado, justo donde podía ver perfectamente el perfil de aquel muchacho.

¡Madre mía! No supo cuándo oscureció, o cuántas horas pasaron hasta que aquel ángel se levantó para marcharse, y dejar a aquel pobre diablo anonadado.

Cuando aquellas grandes alas ya no estuvieron en su vista, se dejó caer, quedando recostado en el tronco de un árbol, en una de las ramas más gruesas.

Sin notarlo, soltó un suspiro ante brutal belleza, sintiéndose encantado con aquella figura, como si una persona viera por primera vez las estrellas.

Malditos ojos de tonalidades diferentes, tan llenos de vida, tan jodidamente expresivos, aquellos que veían el paisaje con una ternura, como si frente suyo estuviese lo más hermoso en toda la vida, y lo que sigue de ella.

¡Y no sólo era aquello! Todo su perfil irradiaba belleza, tan pulcro, estúpidamente perfecto.

Pobre diablo, jamás se enteró que vio a aquel muchacho, de igual manera que el mismo veía el ocaso.

Y abrumado se quedó en esa rama, con la imagen del ángel paseando en su cabeza.

Y abrumado se quedó en esa rama, con la imagen del ángel paseando en su cabeza

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¿Está mal si te deseo?  •Dabitodo•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora