-¿Está mal si te deseo? -preguntó viendo al ángel al lado suyo, quien se removía incómodo ante lo dicho.
-Si es un deseo impuro, entonces está mal -volvió a encogerse. -¿Para qué me deseas?
-Para estar contigo por toda la eternidad.
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No supo cómo salió ileso del filo de aquella espada, pero le gustaría haber desaparecido con tal de no sufrir de aquella espera.
Estaba de nuevo en aquel árbol, con sus esperanzas colgando de un fino hilo que fácilmente podría romperse, pero del que se aferraba fieramente.
¿Cuánto había pasado desde aquel encuentro? Aquel pobre demonio suponía habían sido al menos unos 4 meses.
Cuatro absurdos meses en los cuales esperó con anhelo a aquel ángel, viendo una y otra vez el atardecer, perdiendo la cuenta exacta de los días, esperando, sin saber por qué de aquel deseo, de volverle a ver.
Pobre diablo, que no se dio cuenta del cambio de estaciones, de que los niños que visitaban aquel parque crecieron y llegaron unos nuevos, que la urbe detrás suyo se expandió, que las hojas se caían en otoño y había flores en abundancia en primavera.
Pobre infeliz esperando, y lo que suponía eran 4 simples meses se convirtieron en 4 años de espera.
Y aparentemente, 4 años donde aquel ángel aparecia, todos los días sin falta, sin que se diese cuenta de su presencia, solo para asegurarse de qué estuviese ahí.
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