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Dabi estaba acostado en la hierba fresca, al lado del pequeño estanque, justo en su lugar feliz

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Dabi estaba acostado en la hierba fresca, al lado del pequeño estanque, justo en su lugar feliz. Era de noche, la luna estaba en su punto como una media sonrisa, y la brisa fresca le revolvía los cabellos negros.

Era tarde, y su ángel aún no se presentaba, lo cual era un tanto extraño, pero no se movería de dicho lugar hasta que apareciese.

Escuchaba a las cigarras cantar, grillos, al agua de la pequeña presa moverse por el aire, sintiendo un escalofrío por todo el cuerpo por mera ansiedad. Una que fue calmada por el sonido de las pisadas de alguien a su dirección.

Se levantó y vio con atención como Shoto corría hasta él, una vez que sus ojos se encontraron, extrañamente el ángel sonreía, cosa que no era muy común hasta que él tenía que sacárselas.

El bicolor se detuvo una vez llegó hasta él, y se sentó de manera que ambos quedaban frente a frente, y aún impactado, Dabi alzó una ceja en señal de duda, pero cuando iba a preguntar el medio pelirrojo habló.

—Estuve buscando algo, pero se complico la búsqueda.

—Ah —el de cuernos ni siquiera opinó, solo devolvió la sonrisa a la cosa bonita que estaba frente suyo, sonrojada y muy contenta.

Se dejó caer en la hierba una vez más, y palmeó el lugar a su lado para que el ángel se acostara, quien no dudó en hacerlo y se tumbó a su lado, dejando que el silencio les gobierne y solo se dediquen a mirar las estrellas.

—Las nubes son más bonitas que las estrellas —habló Dabi, observando de reojo al bicolor, quien se recostó de lado observando su perfil. Se le veía un tanto ansioso, pero no le cuestionaría.

—Lo son.

—¿Cómo es que vives allá?

Una risa ronca terminó por estremecer sus sentidos, pero no volteó, porque probablemente se lanzaría sobre él al verle así.

Siguieron observando el cielo, viendo esas lucesitas destellantes esparcidas como manchitas, tan diminutas y quietas, jamás espero que una de ellas apareciera y se moviera con rapidez, desapareciendo tan rápido como llegó.

Se levantó con brusquedad sin dejar de ver al cielo, las estrellas fugaces estaban en su lista para pedir deseos, y sin embargo no podía estar atento a cada noche para ver si pasaba una, era un mero golpe de suerte.

Sintió como Shoto se sentaba al igual que él, le miró, sonriente, y abrió la boca para hablar, pero el bicolor le interrumpió, otra vez.

—Tambien se le pide deseos a las estrellas fugaces ¿no? —y le sonrió, Dabi algo una ceja al ver cómo el bicolor sacaba algo de su bolsillo y lo escondía en su puño.

El de quemaduras le miró, atento, viendo cómo un sonrojo se apoderaba de las mejillas de Shoto.

Vergüenza, pena, nervios, lo que sea que estuviese sintiendo no quitaba la determinación en los ojos del ángel, provocando que Dabi removiera sus alas, o lo que alguna vez fueron, y mirara aquel puño extendido hacía él, alzó también sus manos hasta dejarlas debajo de las del contrarió, recibiendo una pequeña tela azúl que fue descubierta de entre los dedos del contrario.

Un cubrebocas.

—No pidas nada, ya no quiero que haga falta —Shoto tomó con cuidado el objeto en sus manos, y sin tocarle, pudo colocarle en el oído derecho el resorte del cubrebocas, repitiendo la misma acción con el contrario.

Dabi se dejó hacer, solo embriagándose de la cercanía, dejando caer sus párpados intentando sentir más de cerca la respiración contraria, y el cómo los resortes le rozaban como una caricia.

No abrió los ojos, ni siquiera cuando sintió los labios agenos sobre los suyos, solo le sintió, siendo separados por esa final tela, con sus respiraciones juntándose como una sola.

No abrió los ojos, y despedazó la hierba bajo sus manos por no lanzarse sobre él.

No abrió los ojos cuando su ceño se frunció, y sus lágrimas comenzaron a derramarse.

No abrió los ojos cuando el ángel le daba pequeños besos a los largos de toda la tela.

Rio, soltó una risa de mera felicidad, aún cuando salió tan rota como un sollozo, se mostró frágil ante la felicidad embriagadora.

Rio, soltó una risa de mera felicidad, aún cuando salió tan rota como un sollozo, se mostró frágil ante la felicidad embriagadora

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¿Está mal si te deseo?  •Dabitodo•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora