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Sin darse cuenta, pasaron las semanas como un efímero momento, donde el azabache, cada tercer día acudía a aquel parque, para acosar al de cabellos bicolores

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Sin darse cuenta, pasaron las semanas como un efímero momento, donde el azabache, cada tercer día acudía a aquel parque, para acosar al de cabellos bicolores.

Después de quedarse otros 3 días en la rama, sólo para comprobar si el ángel volvería a acudir al lugar al tercer día, sin falta él hacía activo de presencia, desde muy temprano, en un intento de que su contrario no se diese cuenta de su presencia.

Pero el oji-azul no era muy suertudo, y el ángel era muy inteligente, ya que conforme pasaban los días comenzó a sentir una extraña presencia, sentía la mirada de alguien sobre él, aunque cuando este le buscaba no encontraba nada.

O eso fue hasta una tarde de julio, ya que escuchó el estruendo de algo cayéndose cerca suyo, por lo que no dudó en correr hasta el lugar del impacto, encontrándose con un cuerpo más grande que el suyo, lleno de quemaduras de tonalidad morada, y las articulaciones de un par de enormes alas, sin una sola pluma.

Frunció el ceño, hizo aparecer su larga espada para apuntar al cuerpo que se retorcía bajo suyo.

¡Dios santo! Aquella caída le había dolido, y por si fuera poco, cayó de cara al suelo, por lo que todo el dolor se había acumulado en su nariz y ahora, labio roto.

Dejó de moverse cuando el poco sol que se colaba por las hojas de los árboles se volvió inexistente, y entonces abrió los ojos para encontrarse con un ángel.

Literalmente. ¿Debería decirle uno de esos piropos que los humanos le decían a las muchachas?

Quiso reírse de su estupidez, y sin embargo, cuando sus ojos se encontraron con los del contrario, tan cerca, sintió como si volviese a estar en el cielo.

Eran tan hermosos aquellos ojos heterocromáticos, que se acompañaban perfectamente de una piel blanca, y una cabellera de dos colores.

Y como si fuera la primera vez que lo vio, se sintió fuera de lugar ante lo que sus ojos presenciaban, y como el poco solo que se colaboración entre las hojas enmarcaba su figura.

—¿Qué haces aquí? —no le importó que aquella espada estuviese a punto de cortarle la garganta, para acabar con su existencia, tampoco entendió qué fue lo que le dijo el muchacho, y sólo se perdió en su timbre de voz, que hizo estremecer cada parte de su alma podrida, y mucho menos le importó el ceño fruncido del bicolor. Lo que sí le importo, fue ver como la ternura en aquellos ojos se desvanecía, dando poder a una mirada de fría indiferencia.

—Tu mirada cambió.

—¿Eh?

Dabi vio como su mirada demostraba confusión, también se fijó en como sus bonitas pestañas se movían al parpadear. No se movió, y simplemente comenzó a hablar de nuevo.

—Tu mirada, cambió, ahora es fría —el desconcierto para el ángel se hizo presente, por lo que no dudó en acercar el filo de su dorada espada al cuello del diablo.

—¿Qué quieres? ¿Quién eres y por qué me espiabas?

Aquellos ojos como el cielo no podían moverse de él, aún con el peligro de que su existencia sea borrada, no podía dejar de ver como aquella espada dorada reflejaba los ojos más hermosos que jamás vio.

Suspiró —¿por qué no me miras como cuando ves el cielo?— frunció el ceño una vez más.

—Basta —interrumpió. —Y dime: ¿qué tramas? —un tono tan frío salió de aquellos labios carnosos, sacándolo del trance que le provocaba semejante hermosura.

—Nada —el filo tocó su piel, entonces sintió un ardor doloroso en aquella zona. —Solamente te veía por curiosidad— apenas y pronunció, por el miedo al filo de sus ojos heterócromos.

—¿Y por qué debería creerte?

—Porque llevo meses haciéndolo.

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¿Está mal si te deseo?  •Dabitodo•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora