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Dabi observaba al ángel a su lado, apacible, mantenía sus preciosos ojitos cerrados y se dejaba hacer, ya que la mano del demonio acariciaba el cabello lacio del contrario, esta siendo cubierta con un guante de látex

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Dabi observaba al ángel a su lado, apacible, mantenía sus preciosos ojitos cerrados y se dejaba hacer, ya que la mano del demonio acariciaba el cabello lacio del contrario, esta siendo cubierta con un guante de látex.

Shoto se mantenía apacible, acostado al lado suyo, su respiración era tan tranquila que podrían pensar que estaba dormido, sin embargo, el diablo sabía que solo estaba disfrutando las caricias indirectas proporcionadas por sus manos.

Hacía meses que dejó de pedir deseos, desde entonces, la relación con el ángel iba perfecta, todo por aquellos toques indirectos.

Todo se sentía tan perfecto, que fue imposible sentirse egoísta ante lo que anhelaba su corazón.

Quería tocarle, sin restricciones.

No supo cuándo dejó de acariciar el cabello bicolor, solo le sintió removerse hasta que pudo dar con sus ojos.

El demonio tuvo miedo.

El pobre diablo sintió miedo por sus deseos, se despreció por lo que era.

—Dabi.

—Quiero volver a ser un ángel, Shoto —bramó, y el ángel se levantó para verle directamente, al igual que él, sin poder soportar la nula respiración por el dolor en el pecho.

Los ojitos heterocromáticos le miraban con pena ante su dolor, y sus manos enguantadas se dirigieron a sus mejillas.

Se odió por desear sentirle.

Aparentemente sus lágrimas se dispersaron por sus pómulos, que ahora eran limpiadas por unos guantes de latex.

Le vio frente suyo, tan blanco, tan puro, y volteó a ver sus brazos bañados en cicatrices, su piel grisácea, tan impura.

—Quiero volver a ser un ángel, Shoto—exclamó una vez más con su voz gruesa, que lejos de transmitir calidez daba escalofríos.

—¿Por-

—Porque te deseo, Shoto— le interrumpió, y le vio a los ojos, a los lindos heterócromos que le miraban con aprecio, amor verdadero. —Y no sé si es de buena manera.

Vio como sus alas se encogían, y se sintió un verdadero bastardo, como nunca se sintió, como jamás sintió, quiso desaparecer cuando vio sus lágrimas.

—¿Por qué no te alejas de mi?—preguntó, y odió su voz gruesa —mátame, harías las cosas más fáciles.

—Shoto —ahogó un sollozo. —Yo no soy para ti —se encogió. —Los demonios no son para los ángeles — fue entonces que fluyó.

Los demonios no lloran, no se enamoran, no se arrepienten.

Los ángeles jamás serán para los demonios.

Pero este demonio quería ser de un ángel.

—Hey —le habló, con su dulce voz quebrada. —No me importa.

El llanto amargo de un ángel siempre fue horrible, no había quien no se estremeciera por el dolor de uno.

Pero, nadie jamás contó el llanto amargo de un demonio, ese nadie lo escuchaba, no merecía clemencia.

Jamás ocurría.

Hace montones de años un ángel cayó, sus cabellos se tiñeron en negro, su piel se quemó, le salieron cuernos, y perdió cada pluma de sus enormes alas.

Este se sumergió en la miseria al recordar a un niño, con ojos cyan y una cara preciosa.

Un niño que nació en la miseria entre un montón de hermanos, un padre drogadicto y una mandre sumisa.

Vio abuso, violaciones, agresiones, rechazo, acoso, y cientos de problemas en un pobre niño, que lejos de desviarse del mal camino jamás dejo su pureza.

Vio a un niño aclamar clemencia, a un pequeño que intento de todo por tener un poco de paz en su vida.

Piedad que nunca fue dada, comparada con otras personas que la obtuvieron sin merecerla más.

El demonio jamás entendió la prueba, ni que fue de los guerreros más fuertes.

Vio como esa felicidad esperada jamás llegó, y nunca lo entendió.

Hace años un ángel cayó, por recordar la pobre criatura que alguna vez fue.

Hoy, después de cientos de años un ángel le explicó, sintiéndose amargo de un llanto que jamás fue escuchado.

Le vio, arrodillado frente suyo, limpiándose las lágrimas que nunca debieron existir, admirando como el viento azotador movía sus cabellos negros, y sus ojos le veían una vez más con anhelo, como si fuese inalcanzable.

—Shoto, quiero ser tuyo.

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¿Está mal si te deseo?  •Dabitodo•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora