☀Epílogo☀

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Alas sin plumas

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Alas sin plumas.

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Redención

Abría pasado una semana, un mes, o incluso quinientos años, pero la herida se sentía tan latente como justo después de que se terminara.

Un ángel que no podía volar. Que por cada lágrima que perdía, este arrancaba sus plumas.

Este ángel estaba en el cielo.
Una pobre alma anhelando el infierno.

El llanto de un ángel en el cielo era la desdicha de todo ser que alcanzara a oírlo. Débiles sollozos lastimeros.

Shoto, acostado en las nubes, querría estar enojado por el castigo impuesto ante el cálido contacto. En el fondo, sabía que había más manchas de las que podría cubrir con los dedos.

Parpadeando al sol, las lágrimas corrían en riachuelos, sin sollozos,  sin embargo sabía que no podía quedarse así más tiempo.

Por un diablo que le dio todo lo que deseó.

Limpiándose las lágrimas agridulces, pasando los dedos por las mejillas encharcadas, sintió una pequeña pestaña atascada en su ojo. La sacó, y la sostuvo en el cielo.

Las pestañas cumplían deseos.

Lo deseo a él
El deseo de un ángel

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Midoriya había sido un consuelo ante los días tormentosos, su alegre ser había calmado los gritos suyos y había hecho de sí una de las mejores compañías.

—Shoto, llegó un ángel nuevo —curioso. En el cielo ya no se sorprendían cada que llegaba un niño al cielo, esos ángeles pequeños que corrían entre nubes eran bastante comunes. —Es raro, tiene alas negras. Le llaman Redención.

El peliverde le tomó del brazo, con un claro objetivo, el de ser parte del chismorroteo de los ángeles curiosos. Era normal que los ángeles hablaran sin malas intenciones, animados por un nuevo compañero.

Midoriya lo guió entre las nubes, tal vez esperando distraerlo con un nuevo amigo. Shoto no se iba a negar.

El camino fue más largo debido a la incapacidad de volar del bicolor, sin embargo, prontamente ambos llegaron a un pequeño grupo de alados que caminaban entre las nubes.

Shoto vio una melena al blanco puro, alas grandes azabaches y quemaduras de tonos morados enfermizos.

Los pesares se fueron.

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Su nariz era restregada contra la contraria en un tierno beso esquimal y su sonrisa se ensanchaba por cada picoteo en su rostro, una lluvia de besos.


El amor mueve al mundo.


Entre la hierba del parque, sus dedos fríos se entrelazaban con los cálidos, y una mano delgada abrazaba su rostro sonrojado, sus alas -ahora más pequeñas-, revoloteaban ocultas entre plumas negras.

Sentía la respiración contraria en su mejilla descubierta, y la nariz del otro recorría su piel causándole cosquillas. Se rio, y pronto, sus narices estuvieron a la par, al conjunto de sus bocas cercanas.

Los labios hicieron contacto.


Te deseo
Para estar contigo por la eternidad.






















Un pobre diablo anhelando el cielo
un ángel

Un ángel anhelando el infierno
el diablo

Probablemente este sea el epílogo más corto que hayas leído, pero yo no fui quien se hizo ilusiones

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Probablemente este sea el epílogo más corto que hayas leído, pero yo no fui quien se hizo ilusiones. uvu

¿Está mal si te deseo?  •Dabitodo•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora