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Tantos años en los que se les prohibió, y prohibía a los ángeles tener contacto con los demonios

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Tantos años en los que se les prohibió, y prohibía a los ángeles tener contacto con los demonios.

Tantas historias de sus hermanos que cayeron en garras de aquellos sucios demonios.

Tantos pecados cometidos por culpa de aquellos lazos prohibidos.

Y sin embargo, existían varios ángeles que miraban con curiosidad aquella escena, expectantes por aquel curioso demonio que charlaba con el ángel, como si fuesen amigos de toda la vida.

Nadie les impedía que charlaran de forma amena, ya que aparentemente, ambos parecían disfrutarlo.

Los meses habían pasado desde aquel encuentro extraño, y entonces el bicolor volvía cada tercer día como antes, aunque esta vez tenía la compañía del azabache, con el que poco a poco comenzó a hablar; temas tan simples que fueron forjando un lazo, uno donde ninguno de los dos se hacía daño, uno donde simplemente gozaban de la compañía del contrario.

El azabache se encontraba tirado a orillas del lago, viendo en este mismo como algunos peces se mantenían a las orillas, y de vez en cuando, metiendo una mano para tocar aquellos seres, y sin embargo, estos no se manchaban como otros animales, una duda surgió en su mente, por lo que dirigió su mirada azul al chico que de encontraba a unos pasos de él, estirando sus alas mientras soltaba un suspiro.

“Tan hermoso” se le ocurrió pensar, y entonces, ahí mismo, acostado boca abajo y con una mano dentro del lago, le llamó.

—Shoto, ¿por qué los peces no se manchan?— el par de bicolores se pusieron a su disposición, le vio parpadear un par de veces antes de levantarse y acercarse hasta donde estaba él, y sentarse a su lado, evitando claramente el contacto, pero metiendo su mano al lago también, viendo como los peces nadaban rápidamente para entrar en contacto con su mano.

—Los peces son un símbolo— explicó, y el chico de cabellos negros, de los cuales salían unos grandes cuernos se acomodo de forma en que su cabeza quedo apoyada en su mano, y sus ojos se confrontaron directamente con los suyos.

La palabra Ichthys, que significa pez en griego, es el acróstico de Iesous Christos Theou Yios Soter, y significa Jesús Cristo hijo de Dios Salvador.

El azabache se permitió ver una vez más a los peces, con una ceja alzada, intentando comprender aquello.

Tambien puedes rememorar que Jesús, multiplicó peces y pan para darle de comer a una multitud, además de que los mismos peces también tienen presencia en la pesca milagrosa, así que, dime tú ¿cómo podrías tú manchar a un ser que significa tanto?

El demonio alejó su vista de los peces para ver a los ojos bicolores que tenía frente, admirando la ternura con la que le veía. Sintió calidez en su pecho,  pero frunció el ceño al darse cuenta de algo.

—Tú eres un ser que significa mucho, y si te toco, te quemo, además, aunque no te manche al contacto, puedo hacerlo de otras maneras— el bicolor se vio incómodo, incluso sus alas se plegaron después de estar completamente extendidas. Se preocupó.

—Es diferente, los peces son seres que no tienen razón, al igual que todos los demás animales, estos actúan por instinto, y aunque tú digas que los “manches”— el bicolor hizo énfasis en aquella palabra —realmente ellos no se llenan de malas intenciones o pecado, sino que simplemente las transportan hasta que lleguen a seres razonables.

—Vaya— el demonio se dejó caer de espaldas, clavando su vista en el cielo, viendo a las aves pasar, y también sintiendo cómo el chico de al lado dejaba de estar incómodo, para recostarse a su lado. Sintió la mirada del otro analizarle, y un escalofrío le recorrió por completo.

Volteó a verle, una vez más, solo para ver una de las vistas mas hermosas que había sido digno de admirar durante toda su existencia; una sonrisa que correspondió de la forma más sincera que pudo.

Aquellas pláticas se hicieron tan comunes, y los años pasaron, tan naturales y contrarios a lo que debía ser su amistad.

Dejaron de tomarle importancia a su naturaleza, y lo contrarios que eran, a la traición que dividía sus bandos, su único cuidado era el contacto físico.

Se olvidaron de las historias llenas de pecado, en las que el patrón era uno solo... Un ángel enamorado de un demonio, que eventualmente cayó en pecado... Un ángel caído.

Sin embargo, el pobre diablo comenzaba a retorcerse de felicidad, sentía su estómago revolverse en un cosquilleo agradable, y su pobre alma podrida gozar... El demonio sentía que subía, cada que sus miradas se encontraban.

 El demonio sentía que subía, cada que sus miradas se encontraban

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