CUATRO

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—Hinata, Shino dice que —Kiba se calló al momento de entrar al salón y ver a su amiga y a Naruto Uzumaki tan cerca el uno del otro. Hinata lo miró, casi agradeciendo en voz alta que haya llegado. Naruto ni siquiera volteó, al contrario apretó los puños y los labios—. ¿Interrumpo algo? —dijo, levantando las cejas continuamente, mandando una mirada de complicidad a Hinata.

—Sí —Naruto habló con malestar.

Hinata utilizó el momento para salir de la zona Naruto. Fue directo a Kiba que, sorprendido, la recibió. Naruto permanecía en el mismo sitio, en la misma postura.

—Kiba, ¿podrías sentarte conmigo hoy?

—Claro, ¿sucede algo? Este te hizo algo —señaló con la cabeza. Hinata negó rápido, lo jaló del brazo para que se fueran a su lugar, para alejarse de él lo más pronto posible.

—En cuanto mi sentencia se termine, será el primer humano que mate, además de ella —murmuró, clavando la uñas en su propia piel.

Jamás en su larga vida había sentido celos por alguien, mucho menos cariño, y que de repente estuviera dispuesto a dar la vida por Hinata Hyuga con tal de verla feliz era todavía más extraño. Fue de la noche a la mañana, en cuestión de segundos ya no podía sacársela de la cabeza. Todo, luego de ponerse ese brazalete.

Lo que le tenía más molesto era que Obito no le dijo nada. Porque cuando llegó a su casa, mejor dicho a casa de Obito Uchiha, le mostró lo que su rara compañera le había obsequiado. Naruto vio esa expresión en él, como si ya lo hubiera visto antes, porque podía apostar él sabía lo que eso era.

Obito insistió en que debía probárselo, y como no veía nada malo lo hizo. Luego de ponerse el brazalete de tejido naranja con negro, este comenzó a cambiar de forma, junto a eso un dolor agonizante en su pecho. Cayó de rodillas frente al Rey Demonio que lo miraba con seriedad retorcerse del dolor, sujetándose el brazo, sintiendo que el corazón le quemaba como lava pura.

Después del desmayo, la imagen de la chica del regalo ocupo todo lugar en su cabeza. ¿La amaba? ¡¿Por qué?! Quizá estaba enloqueciendo... o probablemente fue otro castigo de los de arriba.

—Pero si no he hecho nada para molestarlos —se decía, sin lograr entender el sentimiento que albergaba en su pecho.

Está bien, hizo mal en espiarla toda la noche mientras dormía, o en la ducha, o mientras se cambiaba. Eso sólo hizo que el sentimiento se incrementara al mil porciento. Pero ver cuando Kiba la abrazó, y cuando ella corrió hacia él para ponerse a salvo le entraron ganas de matar. Su ojos se habían tornado rojos, estaba seguro, las líneas de su cara seguramente se habían resaltado, por eso no puedo dar la cara, porque después de todo no quería asustar más a Hinata... no deseaba que ella lo volviera a rechazar. Fue muy doloroso para él.

{...}

La mañana nunca había sido más tensa para Hinata. Trataba de mantener su concentración en la pizarra y en sus libros. Durante el descanso no se separó de sus amigos e Ino, pero en todo momento no dejó de sentir la mirada de Naruto sobre ella.

—Estoy locamente enamorado de ti

¡¿Por qué dijo eso?! ¡Por Dios que durante dos años esperó con ansias escuchar decir esas palabras...! claro que algo malo había en ellas, en su mirada también. Era como el cielo y el infierno al mismo tiempo.

—Por favor, acompáñame hasta mi casa.

—Lo siento, Hinata. Tamaki me espera... sabes cuánto tiempo le rogué por una cita.

—Entiendo... Lo siento —No tuvo opción, ninguno de sus amigos estaba disponible para hacerle compañía, y temía que Naruto con sus extrañas palabras y forma de actuar volviera a aparecer frente a ella.

Tomó el transporte, por suerte cuando llegó a la parada ya estaba ahí. La dejó a una cuadra de su casa, se apresuró a llegar, sin embargo, Naruto la interceptó a unos metros antes de ponerse a salvo.

—Ahora si me vas a decir qué es esto —la tomó del cuello con una mano, la otra la levantó para mostrarle el accesorio de oro.

—Te juro que no lo sé. No entiendo nada —Estaba temblando otra vez.

Naruto la soltó para apretar la mano en su pecho. Hizo un gesto de dolor.

—No me tengas miedo... me duele —Hinata se alejó dos pasos. Tuvo la oportunidad de correr mientras Naruto agonizaba, la dejó pasar, porque a pesar de su actitud ella sentía que debía haber una explicación lógica—. Por favor dime, de dónde lo obtuviste.

—U-Una mujer me lo vendió, ayer por la mañana.

—¿Cómo era? —respiraba fuerte, reponiéndose del malestar.

—Rubia, anciana, con un tatuaje en la frente... ella dijo que, sólo era una leyenda —recordó la historia del brazalete.

—¡Esa babosa! Yo sé quién es. Ven, vamos —la tomó de la mano, ahora moderando su fuerza, también tomando el momento para sentir su piel, pero eso no se lo diría.

Hinata puso resistencia.

—¿A dónde? ¿Me vas a hacer daño?

—Daría mi vida por ti, no puedo hacerte daño aunque quiera. Te amo, Hinata, es por eso que vamos a buscar a la babosa y saber cómo quitarme esto, porque yo no puedo, y no quiero amarte.

Confundida, lo siguió.

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