TRECE

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Naruto.

—Me está llamando. ¿Por qué me llama? Creí que estaba enojada.

Naruto dejó de darle vueltas al asunto y en un abrir y cerrar de ojos apareció en el balcón de la habitación de Hinata. Ella estaba en la mecedora, con ropa abrigadora por el clima helado, mirando al cielo. Había tres botellas vacías de sake que supuso las había bebido antes, por eso el valor de llamarlo después de días sin saber el uno del otro.

—Pensé que no volverías a hablarme.

Hinata lo miró, el rostro apagado y sonrosado a causa del alcohol.

—¿Puedes hacer algo lindo por mí?

—Te amo, eso ya es suficiente.

—No quiero tu amor falso —Hinata rió. Naruto giró el rostro cuando percibió su mal aliento—. Quiero que hagas algo lindo por mí... por una vez en tu larga vida. ¿Sabes que los rollos de canela son mis favoritos? Puedes hacer una montaña de rollos de canela para mí.

—¿Eso te haría feliz?

—¡Sí! ¡Mucho! Pero sabes, hay algo que me gustaría más que una montaña de rollos de canela.

Hinata destapó otra botella y tomó un largo trago, la dejó en el suelo, limpió con su manga el resto del líquido esparcido en sus labios. Inhaló una gran cantidad de aire llenando al máximo sus pulmones antes de continuar:

—Siempre me pareciste un hombre muy atractivo, y se me hacía poco probable que alguien como tú se fijara en alguien como yo. Pero luego dijiste que me amabas, y me sentí tan feliz, me sentí en un mundo de sueños maravillosos. Me encantaron las citas que tuvimos, los días de karaoke aunque a ti no te gustara, los días de algodón de azúcar, los días de helado, los días de cine en casa del Rey Demonio —Sorbió por su nariz, después soltó una leve risa—. Obito se molestaba cuando nos encontraba en su casa... ustedes, se ve que se tienen aprecio, aunque lo nieguen.

—No tanto.

—Ya no podremos comer helado, o algodón de azúcar. Ya no veremos la película que sale el próximo mes... Tsunade me reveló lo equivocada que estaba. El cascabel negro que tengo no es del amor, es de la muerte. Significa que uno de los dos tendrá que morir en manos del otro, ¿puedes creerlo? Y yo lo escuché sonar cuando te vi aquel día —Naruto permaneció en silencio mientras la oía con atención entre lágrimas y llanto—. No sé qué hacer con esto que siento. Quiero estar contigo pero no quiero que mueras. Me gustas mucho... en verdad me gustas mucho. ¡No me importa lo que digan los Dioses, yo te amo, Naruto! ¡Estoy muy segura de que me he enamorado de ti!

Naruto la acercó a él, cubriéndola con sus brazos para que descansara en su pecho. La escuchó llorar por un largo tiempo antes de que se quedara profundamente dormida.

—Yo también te amo, y no estoy mintiendo.

GUARDIÁNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora