Capítulo 12 - El pianista misterioso

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El beso me toma desprevenida que tardó en reaccionar. Thomas me rodea la cintura mientras yo rodeo su cuello, nuestros labios se mueven al compás en un beso tierno. Perder la noción del tiempo en estas condiciones es sencillo; la manera en que encajaban nuestros labios me gusta, pareciera que estamos destinados a estar juntos. ¡Bah! ¿Destino? Ya me parezco a Sara. Soy la primera en separarse por falta de oxígeno.

—Sambo —es lo único que llego a decir. Thomas se ríe para luego apoderarse de mi boca nuevamente.

Se siente bien, es correcto, creo que es justo lo que estaba esperando, no el beso ni el momento, a él. Lo estaba esperando y por fin llego. Thomas empieza a alejarse. Ah no, no tan pronto. Me aferro más a su cuello, lo siento sonreír contra mis labios.

—Aunque me gusta besarte en verdad quiero enseñarte algo —dice apenas separándose de mis labios—. Vamos.

Me toma de la mano instándome a seguirle; Sambo va siguiéndonos. Un silencio nos embarga, no es incómodo sino que parece encajar perfecto entre nosotros. Nunca imagine encontrar a una persona con quien compartir silencios, es algo único. Lo miro de reojo aprovechando que está concentrando en el camino, unos pelos rebeldes caen por su rostro. Me detengo y por inercia él lo hace también, acomodo esos cabellos de vuelta a su lugar y le sonrió.

—Ya llegamos, mira —señala algo a mi espalda.

Las palabras se me van; el lugar es hermoso, un pequeño espacio rodeado de flores y en el medio rosas perfectamente cuidadas. Un jardín cuidado con amor, se nota por las flores. No puedo moverme, no haga nada que no sea admirar la belleza que se concentra en el lugar, no tengo palabras. Miro a Thomas tratando de encontrar las palabras que definan este lugar, de agradecerle por mostrármelo. Su expresión hace que la alegría que siento se esfume, mira todo lleno de nostalgia. Este sitio tiene el poder de cambiar su estado de ánimo muy rápido lo cual no me parece tan extraño, él es un misterio.

—Esto es todo lo que puedo mostrarte de mí pasado.

Trato de no mirarlo estupefacta; su pasado, algo que desconozco. Si Thomas decidió mostrármelo es porque quiere que esto —lo que sea que tenemos— funcione. No digo nada, en cambio tomo su mano entrelazando nuestros dedos; lo dejo estar. Thomas se pierde en sus recuerdos, no lo molesto solo admiro la belleza del lugar. Aprieto su mano al ver el dolor que hay en sus ojos, es como una cadena, se aferra a recuerdos tras recuerdos, es una manera de torturarse con ellos. No necesito preguntar para saber que se trata de su ex novia, hay muchas cosas que le recuerdan a ella.

No puedo obligarlo a que me cuente su historia, no cuando no confía en mí, no voy a presionarlo porque confió que con el tiempo lo hará. Te daré el espacio que necesites hasta que confíes en mí y me lo cuentes solo porque deseas hacerlo.

—Ella era como el agua, cristalina y calmada, siempre alegre, muy insegura de sí misma, tímida incapaz de lastimar a otros. Podía predecir cuál sería su próximo movimiento —su voz es apenas un susurro.

—Sam, tu eres como una catástrofe, a veces pienso que quieres matarme —no me gusta para dónde va la conversación así que le doy un ligero golpe en el brazo. Thomas ríe. —El viento... eres como el viento, a veces cálido y refrescante que me hace sentir bien, y otras como un viento fuerte que amenaza con arrasar todo a su paso. La mayor parte del tiempo no sé qué esperar, pero me gusta la tranquilidad que siento a tu lado.

Es lo más sincero que me ha dicho hasta ahora, no sé qué responderle, por suerte el canino me salva de tener que hacerlo. Sambo se acerca sigilosamente y recuesta su cabeza en el regazo de Thomas. Trato de pensar en las palabras correctas, un gracias no lo seria.

Dile, NO al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora