Capítulo 20 - Nuevos comienzos

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THOMAS

No logro entender que sucedió, pensé que ella se quedaría a mi lado.

Se fue sin mirar atrás y no la detuve sino que hui como un cobarde en cuanto ella desapareció en la puerta.

Camino hacia el auto sintiendo un gran peso, la decisión está tomada, la odio, pero va a ser lo mejor. Helena se pone a llorar en cuanto me ve, su actitud me sorprende, había imaginado que gritaría.

Todo parece un torbellino a mí alrededor, quiero regresar, pedirle a Sam que me perdone. No puedes. Tengo que concentrarme en la persona que me necesita.

—¿Cómo puedes hacerme esto después de todo lo que pasamos? Vas a dejarme por ella ¿es eso?

La miro fijamente memorizando sus rasgos que mucho antes se quedaron grabados en mi piel, en mi mente y que nuevamente quiero memorizar. Recuerdo como nos conocimos, los felices que éramos antes de que cambiara.

Recuerdo la impotencia que sentí al llegar al hospital, el no saber nada, todo era una tortura. Entonces sus padres me dijeron que no pudieron salvarla, me desmorone, literalmente lo hice. Los días, meses que siguieron a eso, iba recordándolo todo y más que nada la última vez que nos vimos. Vivía para recordar.

Estamos sentados en el auto como si nada hubiera pasado, como si solo fue una pesadilla y por fin despertamos.

—No, nos vamos a Londres —respondo al fin. Volvamos a donde todo inicio.

Me concentro en el camino no queriendo encontrarme con su mirada. Casi doy un giro en contraria cuando Helena, tomándome desprevenido, me abraza. El llanto cesa, ahora ríe de alegría.

—Lo sabía, Tom. Sabía que no me dejarías...

Helena continúa hablando de algo que no llego a escuchar, todo lo que ronda en mi mente es Sam. Nunca imagine que estaría volviendo y mucho menos al lado de la mujer por la que deje el lugar.

Espero no arrepentirme.

La noche paso sin darme cuenta, recuerdo acostarme y no dejar de pensar en lo sucedido y luego... luego el despertador sonó. Helena se encuentra en su hotel, no tardará en llegar para que almorcemos como en los viejos tiempos. Me tomo mi tiempo para ducharme y cambiarme, no quiero bajar sabiendo lo que me espera abajo.

La primera vez que me fui a Londres estaba muy asustado, quería quedarme, pero mis padres insistieron. Viajar solo por primera vez no supero mi anterior miedo, a cada nada una azafata se acercaba a preguntarme como me encontraba.

Veía a mis abuelos en vacaciones, no estaba acostumbrado a pasar tiempo con ellos. Sin embargo, al bajar de aquel avión, en aquel lugar desconocido, me alegre tanto de verlos que termine corriendo a los brazos de mi abuela. Con el tiempo Lorraine y Henry pasaron a ser mis padres sustitutos a que mis abuelos. Me dieron lo que mi madre y padre biológicos se negaban a darme, cariño. Era un niño y realmente lo necesitaba. El precio que pague por ello fue mi hermano, a causa de la distancia nuestra relación se fue debilitando hasta dejarla en nada.

Me habría quedado allá de no ser por el accidente. Era hora de volver y antes de hacerlo tengo que enfrentar a las personas que me alejaron. En momentos como estos me alegro de tener una casa tan grande, es como mi excusa perfecta para llegar tarde. Al juzgar por el silencio deduzco que ya todos se encuentran en el comedor.

—Buenos días —digo lo suficientemente alto como para que me escuchen. Mi padre solo me da un asentamiento de cabeza y prosigue con su café, mientras que mi madre me ignora. Que novedad.

Dile, NO al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora