El destroza ilusiones

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JOHN

—¡Querido! —John contó mentalmente hasta tres antes de girarse. Acomoda dignamente su saco y la mira son suficiencia.

—Sra. Ross hoy no estoy para sus cursilerías tengo un asunto importante que tratar —fue tan fugaz pero pudo advertir que la había herido, decidió que solo fue una jugada de su imaginación.

Mirna le sonrió. —Hice pasta, iba a invitarte a comer, pero como veo que estás ocupado te lo traeré, sé que te gusta.

No le gustaba la pasta, la amaba. Dorotea no la cocinaba con la excusa de que era malo para su colesterol. ¡Bah! Nadie esta tan sanito como él. Era todo un hombretón.

Se aclaró la garganta tratando de recuperar la compostura. —Por supuesto, no queremos que se desperdicie.

La sonrisa de esa mujer podía eclipsar el sol. —Yo... quería preguntarte acerca de esa mujer... es tu ex esposa, ¿verdad? Bueno tengo al curiosidad... es que... ¡Solo quiero que te cuides! Eso, es. Recién te estas recuperando y debes tener cuidado.

Era hora de acabar con eso, tal vez... debería esperar hasta que trajera la pasta. —Linda y yo estamos jun...

Mirna apoyó sus manos en sus hombros y junto sus labios cortando de esa forma su confesión. Sus ojos se abrieron desmesuradamente. ¿Pero...que se creía esa mujer? ¿Acaso pensaba que era oso de peluche para besarlo cuando le viniera en gana? La aparto en un gesto brusco. Mirna casi pierde el equilibrio, uno de sus tacones se dobló haciéndola chillar de dolor.

—¡Lo siento! No debí empujarla tan fuerte, debí hacerle suavemente.

—Descuida, querido, es mi culpa por sorprenderte.

—A lo que iba Sra. Ross es que usted se está tomando atribuciones que no le corresponde. Nuestra relación nunca fue más allá, si empecé a saludarla fue porque me daba pena. No forme castillos en el aire.

—Pero... yo...

—Se lo advierto, eso es acoso. A Linda no le parece que tenga la libertad para entrar a nuestra casa con tanta confianza. De ahora en adelantes tendremos solo una relación de vecinos.

El maquillaje de Mirna empezó a correrse a causa de sus lágrimas. La mujer se dio vuelta y hecho a correr hasta su casa.

Ver llorar a una mujer adulta no era agradable. Tal vez debería ir a ver como se encontraba, solo se acercaría y miraría por la ventana.

—¡Auch! —se sobo la oreja que su querida Dorotea le tiro. —¿Por qué hiciste eso, Dori? ¡Me porte bien toda la semana!

—Así no se trata a una mujer enamorada. Te vas a arrepentir Jonathan, ese es amor del bueno.

—¿Cómo la canción?

Dorotea volvió a tirarle la oreja. —¡Eres un destroza ilusiones!   

Dile, NO al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora