35. El sapo es Justin

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«El sapo es Justin»

Me encontraba ansiosa, con las palmas de mis manos sudorosas. Mi casa estaba en un silencio prudencial comparado a un aislamiento. Cuando regrese a casa con la bilis a punto de salirme por el coraje, advertí que estaba sola; mis padres se habían marchado a visitar a unos viejos amigos de la universidad. Ambas parejas se veían seguido para convivir. Eso contaba como una actividad marital para ellos.

Tenía mi cabeza en alto, y recorría mi habitación con mis inquietantes pies que no paraban de moverse. Era imposible mantener el temple ante la situación. No era sano que me afectara tanto lo ocurrido, ¿por qué yo tenía que reprocharme lo que pasó, y él no?

Aún veía a Justin y esa dibujada sonrisa al terminar de besarnos. Todavía podía sentir su aliento que se impregnaba en mi boca; su cabello entre mis dedos, peinándolo a su manera; la suave armonía que parlaba los latidos de mi corazón; el nervio que se acentuaba en sus ojos mieles, con un deje de ilusión y adoración; su mano acariciar mi mejilla, que cosquilleaba por el enrojecimiento en ésta; sus labios comprimir los míos con deleite y suavidad, como la brisa que te pega en el frío: te surge un estremecimiento. Justin Bieber es un cobarde del tamaño de su estupidez. Pero la cobardía nunca se sustituye con actos sínicos y descarados. Volvía a la pregunta del millón: ¿Quién se creía?

Fue un beso... ¿Encandecente? Demasiado de todo. De esos de los que te hacen olvidar la razón del mundo, los prototipos, los criterios, los problemas. Sólo persiste el embrollo en el estómago, la sensación de paz, la inquietud del por qué, la alegría que se proporciona en cantidades magníficas. Todo eso por un simple y arruinado besó.

Él es imposible. Yo soy imposible. Y da la casualidad, que en matemáticas, dos negativos se convierten en positivos. Por lo tanto: imposible más imposible es igual a posible. ¿Cierto? Eso tenía que suceder. Teníamos que encontrar un punto medio de cordialidad; no somos tan diferentes, él es orgulloso y yo más. Había cosas buenas, aún no estaba todo terminado.

En tanto de mi desesperación, me senté frente al escritorio, con mi computadora prendida para poder usarla. Busque entre los documentos de Worl, abrí un nuevo archivo y comencé a escribir lo que mi maestro me pidió.

"(Maestro, espero que no esté entusiasmado con mi trabajo, porque esto será un verdadero fiasco. Se lo advierto: soy una porquería para escribir. Haré lo que me salga.)"

Escribí esa pequeña aclaración, una hoja antes de comenzar con lo que sea que fuera escribir. Nunca he sabido cómo se inicia un escrito. Kate me suele decir que es como plasmar lo que piensas en una hoja, perder el control de tus dedos, describir algo descabellado que se oculta en tu mente insulsa, perderte en el laberinto de palabras, explorar tus deseos y dejar fluir lo que ni siquiera sabías que quieres, describir qué hay detrás de tu ser (nunca nos conoceremos del todo), es escribir para dejar de gritar, una salvación que te ilumina en des enseñanzas, expresarte sin temor de ser juzgado, abrir las puertas a la imaginación, compartir a los demás tu creencias.

Con es motivación, comencé a redactar:

"Un cantarín sapo husmeaba entre los musgos. Se encontraba perdido de sus demás compañeros y, lo que era más aterrador para él, es que se había perdido del estanque. Estaba desesperado y nervioso; nunca se había puesto en una situación similar. Quizá se había alejado sin darse cuenta, quizá fue intencional. Pero llegaba al mismo punto: a dónde ir. No tenía opciones; el estanque era su verdadero hogar. Además, ¿cuánto tiempo soportaría sin sumergirse a la sucia agua? El pánico comenzaba a llevarlo al borde de la desesperación. Saltaba con apenas fuerzas, que lo mantenían sujeto a aferrarse a la vida; perdiendo la fe en sí mismo, se compadecía de su desgracia. Había dejado de lado las voces prejuiciosas que lo desalentaban. Debía de hacerse fuerzas para soportar.

The past leaves it's mark » Justin BieberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora