6. Consiguiendo su sonrisa

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«Consiguiendo su sonrisa»

Trato de no mostrarme nerviosa, pero, estrepitosamente, mis manos no coordinan con el nivel de mis pensamientos. Me recargo en mi silla. Nunca alejo mis ojos verdes de los mieles. Justin bosteza y estira sus músculos, lanzando un sexi gruñido de relajación. Trato de contener el aliento, para no tener el mal gusto de suspirar como una tonta ilusionada, justo como sé que harían las admiradoras de Nelson. Él se baja la capucha y, metiendo los dedos entre su dorado cabello, se peina. 

—¿Por dónde empezamos? —Me pregunta directo, sin ni siquiera mantener una conversación preliminar antes de pasar a asuntos de estudios. 

Me escapo del hipnótico lugar a donde me llevan sus ojos. Comienzo a buscar la hoja en la que se encuentran anotados los nombres de los libros. Cuando la sostengo, esta se resbala entre mis temblorosos dedos y se me escapa cayendo al suelo. Me inclino estirando mi brazo derecho para alcanzarla, pero, de nuevo, la dejo ir, aterrizando ahora debajo del escritorio. Me inclino más abajo, hasta meter mi espalda y cabeza por debajo de la superficie de metal; cuando encuentro a tientas la hoja, me reincorporo y, al momento de hacer esta última acción, me golpeo en la parte baja de mi cráneo. El escritorio se mueve por el abrupto de mi golpe. Me froto la parte dañada. Y, para colmo, la hoja se vuelve a caer. Maldigo por las hojas escurridizas que quieren ser liberadas de una tonta embobada con tan atractivo hombre. 

«¿Desde cuándo me volví tan torpe?», me cuestiono y, haciendo un repaso de recuerdos, nunca me había comportado de esa manera. 

Me zumba toda la cabeza, y esto tiene el factor de producirme jaqueca. 

Y luego él está ahí, contemplando mi torpeza con una maravillosa sonrisa; se divierte con mi desgracia. Me gusta saber que no es, en todo el sentido de la palabra, un amargado. Quizá la próxima vez que lo quiera ver sonreír, solo tenga que causarme dolor yo misma. Próximamente me dejo caer de culo en sus narices y, solo llegando a esas medidas extremas, él pueda mostrarme su dentadura ¿O tendrá dientes amarillos y chuecos? A mí no me interesaría ese detalle, porque me atrae justo así: aparentemente sin sentido del humor, poco hablador, gestudo, amargado e intolerante (con algunas ciertas personas).

Cuando el dolor disminuye, logro sonreírle. Justin, que al parecer no se daba cuenta de lo que hacía, adopta su típica postura: hombros erguidos, mentón elevado y ojos altaneros. Seguido de su tan reconocido acomodo de cabello dorado. Mi sonrisa se disuelve, dejándome sola con la vergüenza que me corroe. Vuelvo a hacer el amago de estirarme para tomar la hoja. 

—Espera —Me detiene. Justin se inclina y toma la hoja, dejándola en el centro del escritorio —Creo que mejor comenzamos. ¿Cómo se llama el primer libro? —Relame sus labios, dejando una tentadora capa de saliva cubriéndolos, destellan por la luz de la lamparita de escritorio que le dan un enfoque deseable. Sus labios realmente me gustan; son carnosos pero delicados, de un color rosado difuminado; su labio superior es más delgado que el inferior. Son los mejores labios —con el perdón de mi gladiador— que he visto en toda mi vida. 

Muevo mi cabeza de un lado a otro, buscando la dichosa hoja que tantos importunos me ha causado. 

¡No la encuentro! ¡¿Dónde está esa mierda?! 

La busco en mi mochila, entre mis libros, en el suelo, debajo de mi silla. 

Busco, busco, busco... y no encuentro. 

Y dispongamos que la luz no me esclarece mucho mi búsqueda. 

Me levanto y me arrodillo para sumergirme debajo del escritorio, ahora con cuidado de que mi cabeza no salga con un chichón ante la posibilidad de un nuevo golpe. Pero, ¡No está la maldita porquería! 

The past leaves it's mark » Justin BieberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora