12. ¡Bienvenido sea!

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«¡Bienvenido sea!»

Mi tío Pedro le baila en los brazos de su esposa, Andrea, al ritmo de un corrido de "Los tigres del Norte". No quise mostrarme muy interesada por la música, aunque me parece simpática, no quise demostrárselo a nadie, porque, seguramente, mi tío Pablo me daría una conversación detallada acerca de los discos y canciones, motivo por el cual prefiero callar. Mis primitos siguen incrédulos de que estemos todos reunidos, no hayan qué juego nuevo desarrollar; ya han jugado y hecho desastres por todos lados. Mi abuelita Dolor ríe de las hazañas en vez de amonestarlos; ella es contenta que hagan lo que se les plazca, siempre y cuando no se lastimen o peleen entre ellos. Dolor es la mejor abuela del mundo: amable, cariñosa, chistosa, sabionda, hablanchina, alegre. 

Mis demás parientes están charlando alrededor del cazo donde hicieron las carnitas, aún mantiene una temperatura caliente, así que podría interpretarse como una fogata, difiero que en cualquier minuto se apartan por el insoportable calor; entre ellos están mis creadores. Mi padre no puede dejar de regocijarse con las ocurrencias de mis tíos y tías, también participa en las bromas y los hace reír (tiene el talento natural); mientras abraza a mi madre por su hombro, él posiblemente está preguntándose lo mismo que yo: ¿Dónde está su esposa la seria y tranquila Denisse? Ésta no se parece para nada a mi madre. La que yo recuerdo no bromea tan a menudo, ni dice palabrotas altisonantes; no es la amargada de la historia, pero tampoco es "Señora simpatías". 

Pattie acuna a Tifanny mientras le da su fórmula de leche que le corresponde por la noche. El bebé no ha tenido ni tiempo de dormir, entre tanto por aquí y por allá, no ha podido tomar su siesta por la tarde; y se le empieza a notar la falta de sueño, pues no deja de quejarse. Pattie ha estado contenta y relajada, disfrutando de toda la convivencia de los Hernández. 

Mi tía Margarita se levanta de su silla a regañar a su pequeño Juan, de cinco años, el niño huraño lanza manotazos a las niñas; su madre lo reprende mientras éste corre a los brazos de mi abuelita. 

Margarita fue la última en llegar, trajo consigo a sus cuatro hijos, incluida mi prima favorita, Cecilia. Cuando la vi entrar, supe que no me faltaría nada en mi fin de semana. Ángel y Ceci complementan mi vida y la ponen a modo diversión. Cuando éramos más chicos —influyendo a Nelson en el clan—, fuimos el dolor de cabeza de todos; rompimos cuadros, macetas, platos, jarrones, decoraciones de porcelana; no parábamos de hacer travesuras. Cecilia y yo somos de la misma edad, Ángel es tan solo un año mayor y Nelson es dos años arriba que nosotras. No recuerdo ni un solo día en el que solo estuviéramos sentados en el sillón sin armar una buena revolución, aparte de que hablamos hasta por los codos. 

Mis primos, Roberto (hijo de mi tío Rogelio), Carolina (hija de mi tía María) y Tania (hija de mi tío Pedro), son los mayores y, supuestamente, los maduros. Ellos no tienen ninguna incomodidad de participar en nuestra conversación, al contrario, se divierten y bromean con los adolescentes. Carolina está en el último semestre de la carrera de turismo, cuando la termine, se irá a vivir a Puerto Vallarta, trabajara en un prestigiado hotel. Me encantaría ser como ella, segura e independiente. Rogelio es apenas graduado de la universidad al igual que Tania. Ésta última está a un paso de pisar el altar, se casara para finales de noviembre, y toda la familia Hernández participará en el enlace; sin mencionar que mi tío Pedro, el más celoso y refunfuñón de todos los padres de la historia, está contentísimo con la idea de ver a su retoño casarse, hasta está tomando clases de baile para no avergonzar a su querida Tania en la fiesta. Mi prima no trajo a su prometido a pasar el fin de semana, él tenía que trabajar, pues resulta ser que el novio es un buen pagado abogado. Me alegro por ella, su felicidad le brota hasta por los poros. 

Me pregunto, ¿Cuándo esté a punto de casarme con Jasón, me veré así? Y sé la respuesta con franca seguridad.

Mi gladiador es mi elección, cómo no serlo si me trata como una misma Reyna. Él es mi promesa del cambio. Añoro que él sea lo mismo que mi padre es para mi madre. 

The past leaves it's mark » Justin BieberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora