37. Hay guerras que son mejores rendirlas

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«Hay guerras que son mejores rendirlas»

Como todo buen día, hoy me levanté radiante y con muchas sonrisas. Así que la mañana transcurrió en paz y con felicidad.

Ángel no para de recordarme lo hermosa que me veo, o lo precioso que es mi cabello rubio con rizos definidos, o la buena elección que hice con mi vestido. Él de verdad sabe cómo levantarme el ego. Pero, para ser honesta, me gusta mi arreglo para la boda.

Mi vestido es largo hasta los tobillos, pero ceñido por todo mi cuerpo, haciendo resaltar mis curvas de bailarina retirada; es medio strapless, pues sólo tiene una tirante cruzado; la parte del torso lo cubre la tela de encaje, pero por abajo es de tela satinada, material con el que está hecho todo lo demás; de color es tinto al igual que un vino. Usó un collar de perlas, que fue prestado por abuela; por falta de mi interés a las joyas, no cargue con ninguna, así que ella me salvo de la emergencia de verme demasiado sencilla. Uso unos tacones de 20 centímetros, color dorado, y camino con todo el porte que me fue inculcado, tratando de aparentar seguridad en mis pasos. Me maquillaron poco, pues según el estilista -por cierto, es amigo de mi primo, y ambos son dinamita pura reunidos- tengo un rostro de muñeca, que hasta pena te da tocar por parecer de porcelana, además mis ojos verdes, grandes como canicas, son demasiado expresivos que es de mal gusto recargarlos con mucha sombra. Por esos motivos, sólo me aplicaron delineador negro en mis párpados y sombra color arena muy diluida, el toque maestro fueron mis labios color escarlata. El peinado no fue difícil, porque en cuanto vio la mata de mi cabello dorado y largo hasta la cintura, dijo que tenía que hacerlos rizos, pero me lo acomodo de lado para que se viera más abultado, por supuesto que coloco muchos pasadores en mi cráneo, pasadores que me empezaran a molestar más tarde. Quede muy satisfecha con mi arreglo en general.

Ese mismo estilista, Ricardo, ayudo a que todas se conviertan de brujas a reinas. Claro, que también fue con ayuda de sus colaboradores, pero el crédito de la asesoría de imagen se lo lleva Ricardo. Ángel tiene buenos amigos y talentosos. Dios, casi cometo la impertinencia de preguntarle el por qué es gay si es muy guapo. El nuevo propósito que tengo, es encontrar a uno -aunque sea uno de tantos- que sea un homosexual feo y repugnante para mi vista. Casi reviento en una risa al recordar el secreto de haberme besado con Justin hasta muy pasadas de la madrugada, ¡es gay -o no muy gay- y lo bese tantas veces como mis labios hinchados podían! Soy una descarada. Pero ese arrebató no lo compartiría con nadie; será nuestro secreto. No quiero que ni Ángel se entere de lo maravilloso que es besar a ese gay closetero, porque aunque Justin no esté interesado en él y lo irrite constantemente, mi primo posee un maldito poder convicción que puede hacer hasta cambiar a los tercos, y, por consecuente, podía robarle un besito a mi Justin. Ese pensamiento me trae a la nube de los celos. ¡No quiero a ningún hombre besándolo y tocándolo como aquella vez! ¡A ningún otro en su vida!

Me siento una enferma obsesionada, pero tengo que contar los besos que nos dimos, y tengo que saber cómo fueron y a qué me supieron con cada minucioso detalle, sino puede ser que hubiera sido un sueño creado por mi mente caliente. No fue así. Lo revivo como sí otra vez lo estuviera sintiendo, y me estremezco de pies a cabeza. Tres besos después del primero en el parque; ya hemos compartido cuatro. El primero fue creado por ambos, sin necesidad de apresurar nada; una revelación para mis emociones que hacen que lo ame, una negativa para Justin. El segundo fue más profundo de su parte, más posesivo, con la desesperación de no alejarnos porque nos necesitamos de maneras incomprendidas, fue un descubrimiento de lo que puede ser si nos damos una oportunidad y olvidamos las preferencias sexuales. El tercero y el cuarto crearon historias de los besos más largos, capaces de hacer estallar las palpitaciones de mi corazón, retumbar el pecho de Justin, porque los sintió hasta por debajo de la piel, y eso no me lo puede negar. Ahora estoy con la anticipación alerta de recibir mi quinto beso de esos jugos labios que fueron creados para ser disfrutados por mí, que tienen que pertenecer a mí, que deben ser otra parte mía.

The past leaves it's mark » Justin BieberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora