32. ¡Alerta! soy gay, no debes fijarte en mí (Parte I)

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«¡Alerta! soy gay, no debes fijarte en mí (Parte 1)»

Justin reclinó la cabeza y soltó un jadeo que se confunde con un gruñido. No cuento con una vista muy certera, pero hay movimiento a la altura de la bragueta en el que una vez creí mi amigo. El tipo le besa el cuello, mientras se afianza con una mano —la otra no la distingo— en el borde de su camisa. Se conectan con la mirada, instintivamente a cada acción. Estoy idealizando que en cualquier momento Justin reacciona y lo aparta con un golpe; pero no sucede.

No puedo realizar un meneo, o algo para despejarme. Mi razonamiento lo digiere: a él no le gustan las mujeres. Pero mi corazón arde de dolor: él supo conquistarlo con una magnanimidad equivoca. Sufro el efecto del retorcijón.

Cuando pienso que lo he visto todo y estoy por apartarme, me detengo. Al tipo solo le basto un asentimiento de Justin para hincarse y poner su rostro a la altura de la cadera. Me estremezco de mal modo.

Fue todo para mí.

Aprieto los ojos y tapo mis oídos. Un grito ahogado se me quiere salir, pero mi esfuerzo por no ser descubierta lo retiene. Retroceso muy lentamente sin causar ni la más mínima alteración. Mis piernas tiemblan como si fuesen hilo intentando ser insertado en el orificio de una aguja. Mi estómago está revuelto y a punto de volver todo lo que tiene dentro. La saliva, que paso, me sabe amarga.

No tome ni una sola gota de alcohol, pero me hubiera encantado hacerlo, así mañana despertaría pensando que solo fuero alucinaciones de una borracha. Pero las ahorcadas y el mareo que abrigo, son más reales de lo que son en las pesadillas.

Miro por mis costados, encontrándome, de nuevo, con la cara de los hombres de negro del equipo de seguridad del club. No tienen otra expresión en el rostro más que la de lastima. ¿Ellos sabrán que el chico de cabello rubio que me deja alucinada con sus ojos al contacto con los míos, que me contiene de las tristezas, que me permitió sentirme importante a cambio de ser su protectora a los inocentes años de preescolar, que está en el callejón haciendo sabe qué cosas, es mi amigo? ¿Ellos lo sabrán y se burlan interiormente de mí por ser tan ilusa? Pero no creo que se den cuenta; no es como si me cuelgue un letrero en el pecho de "Rota por la culpa de un gay que se oculta baja su actitud prepotente". Y si lo notarán, por qué ni siquiera me miran. ¿Tanta lastima doy, como para que no me vean mientras vómito, inclinada, sobre la acera?

No soy nadie respetable mientras estoy en estas situaciones.

Ya ni siquiera quiero renumerar los códigos que he rompido por esta noche. La mayoría es por culpa de Ángel y su insistencia de hacerme usar está ropa que me hace sentir una fácil. Pero Justin se robó el premio. Gracias a su escena, que no me dejo mucho a la imaginación, me he convertido en una potencial —¡Maldita!— homofóbica. Y no lo soy. Solo porque vomite un poco no me hace una. Es la impresión más que nada. Eso y el sentirme impotente de no poder enfrentarlo y pegarle un puñetazo como se merece por traicionar a Kate de esa manera (y a mí, de paso). Soy impotente por cosas que me dejan sorprendida.

Es decir, estoy involucrada con la comunidad homosexual. Con Ángel como primo, tuve un buen instructor en el tema. Pero esto es completamente diferente. Había sospechas —tantas que no quise ver— de que Justin era gay, pero no una confinación directa y en primera fila.

Como si supieran que lo necesitará, un pañuelo aparece a mi lado mientras intento recomponerme. No estoy ni de cercas de estar avergonzada, así que lo tomo como un acto de caballerosidad de los hombres que cuidan la puerta.

—Gracias —musito mientras me limpio la boca.

—De nada —me contestan simplonamente.

Vuelvo mi cabeza al reconocer esa voz; contemplo los ojos verdes que hace rato me querían conquistar. Sí que existen personas insistentes.

The past leaves it's mark » Justin BieberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora