Cap. 2

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Dos días después.
             Mis ojos miraban al suelo. El auto en el que me trasladaban hacia el orfanato era algo viejo, pero bastante cómodo. Sin embargo, eso era lo que menos me importaba.
-¿Lista para tu primer día?-me dijo el chofer.
-No.
Se quedó en silencio.
-Discúlpeme por ser tan descortés, señor. Pero verdaderamente no estoy lista. Estoy nerviosa. Tengo miedo.
-No se preocupe, señorita. Quizás no sea lo más lindo, pero se acostumbrará.-Me dirigió una tierna sonrisa y volvió a fijar sus ojos en el camino.
Su sonrisa no me molestó, ya que era de ternura, no de pena.
-Ya llegamos. Miró a los lados y se acercó a mi rostro.
-Quizás no sea su mejor opción, pero si necesita hablar, estoy a su disposición.-Dijo guiñando el ojo y entregándome una pequeña tarjeta con su nombre y su número de teléfono.
Sonreí. Y por primera vez en días, aunque sea por algo tonto, mi sonrisa era verdadera.

-Oh querida, aquí no tendrás ningún problema. Todos los chicos son muy adorables, ya verás-decía la dueña del orfanato, una señora con mucho sobrepeso y cachetes muy rojos.-Tu habitación es la habitación es la número 147. Aquí está la llave. A la mañana vienen a limpiar. A las ocho vendré a tocar tu puerta para despertarte para el desayuno, que es en el piso de abajo, al igual que el almuerzo y la cena. Si tienes algún problema referido a la comida puedes decirle a la cocinera. Te dejaré un rato en tu habitación para que puedas organizarte.
La habitación no estaba mal. Había una pequeña biblioteca llena de libros, a los que luego les echaría un vistazo. La cama estaba armada y había un ropero vacío, una mesa de luz y un gran espejo. Había un baño provisto de todo tipo de objetos para la higiene personal.
Comencé a desempacar.
Alguien golpeó mi puerta. Abrí y era una chica alta y con demasiado perfume, tanto que casi me pongo a toser.
-Hola.-Dije sin saber qué hacía esa perfumada chica visitando mi habitación.
Me miró de arriba abajo. Nunca me interesaba demasiado en mi aspecto. Miró mis jeans negros y rotos, mis zapatillas manchadas, mi suelta remera musculosa y mi desordenado cabello corto. Mis ojos estaban enrojecidos debido a que había estado llorando en el camino hacia el orfanato.
-Mm, hola.-Dijo sin interés, y dio una vuelta balanceando su largo y brilloso cabello.
Sonreí. La gente era muy prejuiciosa cuando quería serlo. Pero a mí no me importaba. Ya nada me importaba.

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