Himburgo Va Hacia Adelante...

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El brillante cartel de Neón del Cocoon Club alumbraba la entrada desde donde emergía la música de la pista de baile. Fuera, formando una larga fila todos y todas las jóvenes de Witters Alley aguardaban ansiosos la apertura al público del Cocoon Club, un establecimiento privado que llevaba algunos años haciendo fiestas para sus miembros y que, esta noche, daba una abierta a todo el público por muy poco dinero.

Lucy Drissen, camarera de JOES! en la mañana y playera de la estación de servicio de la Wako durante la noche movía sus sensuales caderas en la fila junto a dos amigas, Liliana y Victoria. Ya habían bebido lo suficiente en la casa de Victoria y estaban bastante listas para cerrar la noche en Cocoon Club. Un lugar al que normalmente accedían solo los ricos de Witters Alley. ¿Qué cuantos ricos podía haber en un pueblo tan pobre como Witters? Bueno, los suficientes para tener un prestigioso y colorido Club Privado. O al menos eso se decía en el pueblo desde que se instaló al lado del viejo aeródromo.

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Ya nadie recuerda a Lucy Drissen, pero su fotografía apareció en los periódicos regionales en julio del 82; 18 años antes de los eventos narrados en "El Ritual de los Condenados" Era una época bastante distinta a decir verdad. Por empezar la dictadura estaba en su punto más sangriento y represivo. A pesar de que las verdaderas amenazas al régimen habían sido eliminadas hace bastante, la presencia del ejército y los servicios de inteligencia en la vida civil era muy fuerte todavía.

Todo tipo de desgracias ocurrieron desde el 75 hasta el 90 en Himburgo. Todas supuestamente necesarias para crear esa súper potencia mundial en la que se transformó el país en esos años. Una nación que apenas había sobrevivido a la segunda Guerra Mundial ahora estaba en la cúspide de su poder.

La Administración Pallance tenía a sus ciudadanos aterrorizados mirando la televisión. A madres y padres agitando banderitas en cada desfile, comprando bonos de guerra, leyendo y repitiendo propaganda como el eslogan "Himburgo va hacia adelante y no deja a nadie atrás". Las imágenes de modernos aviones de combate despegando en misiones nocturnas para bombardear países de nombres impronunciables y las alertas casi siempre falsas de ataques terroristas eran muy comunes en ese tiempo por Himburgo.

Y quien les escribe no miente diciendo que en el fondo, en lo más hondo y oscuro del corazón de esta sociedad enferma, la gente disfrutaba de todo eso. Al menos, la clase media y alta que había tenido siempre el anhelo de ocupar un lugar privilegiado en Balbania. La clase trabajadora, bueno, no pudo ser parte de esta fiesta de casi 20 años, especialmente porque la mayoría había sido por completo sometida (a tiros y palazos) por el Gobierno entre el 75 y los 80.

Sea como fuera, no es de esperar que nadie recuerde ya la historia de Lucy Drissen y el Cocoon Club. Después de todo, cuando la mierda salta por cada alcantarilla que se destapa a menudo es difícil diferenciar el tipo de mierda que nos cubre.

Lucy Drissen era una mujer muy hermosa. Tenía el cabello largo y enrulado, siempre brillante. Unos pechos prominentes y un trasero ardiente. Realmente hubiera podido cumplir su sueño de ser una Súper Modelo de la época si los desgraciados eventos de aquella noche no hubieran tenido lugar en el Cocoon Club. Hace tiempo que la joven de 22 años asistía a todo tipo de castings para televisión, cine o publicidad gráfica. Fue una verdadera lástima que el mundo fuera privado de su belleza y espontaneidad. La forma en que sonreía y saludaba a los clientes de JOES o la Wako tenía locos a todos los hombres de Witters Alley y tremendamente celosas a sus esposas.

El Problema de la Hija de Puta es que encima es Adorable solía decir la esposa de su Jefe en la gasolinera frente al Cocoon Club y el aeródromo de mismo nombre. Y era muy cierto. Era una chica producto de su época:

Memorias de la NevadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora