El Rompe Cabezas

56 7 1
                                    

Los pasos de Jhonny debían ser cautos. En el ampuloso y oscuro living de la casa de su abuela el silencio era tal que hasta el más mínimo chasquear de sus tobillos al caminar podría despertar al fantasma que habitaba allí. Una vez en el centro de la habitación divisó las largas escaleras contra la pared que llevaban al estudio en la planta superior. Como una larga serpiente o monstruoso cienpies la guarda de la escalera contra la pared que ascendía a la primera planta llevaba al estudio de su abuelo Thomas. La luz estaba encendida y una sombra encorvada se proyectaba desde la habitación hacía la pared donde colgaban los cuadros y fotos familiares.

Clin!

Escuchó Jhoony. Era la campanilla de la máquina de escribir. Retumbó entre las gruesas paredes de la casa y se perdió en los campos adyacentes, donde la larga tormenta se adueñaba del mundo. Con una llave inglesa en su mano, aun vistiendo el jardinero de trabajo que tenía puesto, Jhoony tuvo el valor de subir las escaleras, siendo su perfil iluminado constantemente por los relámpagos. Cuando alcanzó la primera planta se alivió al notar que el estudio estaba vació y que el timbre que pensó escuchar era producto de su imaginación.

Cuando volteó para regresar por donde había venido, el clásico sonido de las teclas siendo presionadas por un inspirado escritor se escuchó por unos breves segundos. Alarmado y asustado Jhonny saltó hacia atrás. La hoja depositada en el carril clamaba en tinta fresca:

"Thomas ya no es tu abuelo, Thomas es el Ensamblador...

Y el ensamblador viene a destruirnos."

***

El Televisor emitiendo la música de moda en aquel restoran al paso hizo que Jhonny Woodward quitara su cabeza adormecida del plato donde una hamburguesa sin terminar había cumplido el rol de improvisada almohada. Tomando papel de un servilletero de Coca-Loca Jhonny volvió al mundo de los vivos tras un pesado sueño que lo atacó a mitad de la tardía cena. A su lado un anciano vagabundo estaba estirando su mano hacía la cerveza Milton en lata que no había terminado. Cauteloso el viejo retiró la mano tan pronto como Jhonny despertó y se alejo de allí como si nada hubiera ocurrido.

Lejos de ganarse las miradas reprobatorias de los clientes de Indio Food, un parador de mala muerte con un cartel de neón verde defectuoso, Jhonny obtuvo aquello que nunca le fue difícil encontrar en otras personas del género humano, la total indiferencia. Del otro lado del local, en una barra larga color salmón una camarera se pintaba los ojos cansados y un camionero al paso intentaba quitarse un moco difícil de extirpar. A su lado, en uno de esos grandes ventanales que ostentan los solitarios paradores la lluvia empezaba a morder el cristal con cada vez mayor intensidad. Sobre su cabeza cubierta por una gorra del Platino F.C podía escucharse el eterno zumbido de los tubos de luz.

Sorprendido de que nadie le haya extendido la cuenta por adelantado, el pequeño, frío y cansado Jhoony Woodward por poco se arrepentía de lo que había hecho. Pensó en Pamela despertando a la mañana siguiente sin encontrar rastro de él. ¿Llamaría a la Policía? ¿Se angustiaría al ver que no era capaz de encontrar rastro alguno de su paradero?...

No, eso hubiera ocurrido al año de estar casados o tal vez hace una década. Jhonny solía desaparecer de su hogar en la noche para ir a beber a Lewington's. Un local de bebidas pretencioso en la ciudad de Fixa Town cuyo único verdadero atractivo eran las camareras con ropa sugerente que trataban a uno como a un rey. Pamela iría allí sin dudarlo de no hallarlo en casa, para amonestarlo y humillarlo delante de otros clientes al grito de "Maricón Descarado"

Indio Food distaba bastante del colorido, adinerado y algo pretencioso Lewington's y la chica que estaba del otro lado del mostrador aquella noche, preocupada por su lápiz labial barato, no se le acercaba demasiado a una modelo de publicidad, sino más bien a un personaje de caricatura o una directora del colegio secundario.

Memorias de la NevadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora