El Hombre que Soñaba con Venados

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Howar Fells era una de las muchas sombras matinales que había elegido Joes! para desayunar ese lunes. Cansado como estaba del ambiente encerrado y lúgubre de la parte trasera del Coocon o bien la fantasmal pista de baile, masticaba con esfuerzo una medialuna particularmente acaramelada mientras leía la sección deportiva del Day Lay Sunday. En la calle frente a la ventana el mes de Julio continuaba igual de lluvioso y triste. El traficó pasaba por el doble carril con los limpia parabrisas yendo y viniendo en su repetitivo baile. Los transeúntes se apresuraban sobre la acera para llegar a sus destinos y el día despuntaba con una lentitud melancólica.

El Capitán de inteligencia había logrado un avance en el asunto de la muchacha, aunque desgraciadamente para él no fue debido a la experticia de sus hombres a la hora de encontrar lo que quedara de esa chica. Sus hombres se habían vuelto muy duchos en matar en selvas, desiertos y aldeas remotas más muy poco efectivos para actuar en terreno urbano. Y ya figurándose el fracasó en la búsqueda recurrió a personas algo más cercanas a la cuestión. Tras hacer algunos llamados el domingo en la noche obtuvo por fin resultados.

Sobre la gran barra de Joes! el reloj marcaba las seis en punto de la mañana. Pidió a la camarera otro café negro y suspiró aburrido. Su contacto ya se había retrasado quince minutos. Tamborileo sobre la mesa de plástico con sus dedos nerviosamente y observó la bruma levantarse entre los bosques aledaños al mirador. Desde el acceso norte del pueblo con el clásico cartel que despedía a los nulos visitantes de Witters Alley vio a un hombre grande con sombrero panameño y piel oscura. Llevaba un estuche de guitarra sobre la espalda y caminaba con andar cansado envuelto en un abrigo grueso. Su silueta oscura emergió de entre la bruma como si llegase directo de un sueño.

Howar dejó el diario en la mesa y lo siguió con la mirada hasta que se marchó. Había soñado eso mismo esta mañana. O algo parecido, Howar no era la clase de persona que le prestaba atención a sus sueños. Más la coincidencia le llevo a recordar que, en dicha visión nocturna una figura parecida, envuelta en la neblina le susurraba al pasar:

"Todo lo que sube, tiene que bajar. Pero cuando baja, ¡cuidado! Se puede desplomar"

Una mano se apoyo amistosamente en su hombro derecho, sacándolo de sus recuerdos. Un hombre de cabellos grises y ojos claros se sentó en la mesa y se acomodó en el asiento frente a él. Llevaba un piloto largo color azul y parecía algo nervioso, atemorizado.

— Siento el retraso señor. — Dijo con la vos gastada por una gripe.

— No hay problema. ¿Quiere tomar algo? Yo lo invitó. — Dijo Howar siempre amistoso y educado.

— Oh...No, tengo mucho trabajo y no quiero demorarme...

El militar apagó su cigarrillo dejándolo caer sobre su taza de café.

— Le agradezco lo que ha hecho. Dijo Howar. — Y le agradeceré aun más cuando me diga que sabe de este asunto. Si es cierto lo que me dijo por teléfono...solo diga dónde y podrá marcharse.

— Lamentablemente, no es tan sencillo...— Dijo en voz baja el informante. Estornudo.

— Deje que yo juzgue eso Wilkings.

— Bueno...se lo diré tal y como ocurrió.— Volvió a estornudar y se acercó un poco más a Howard para hablar en voz baja.

— Adelante...Soy todo oídos.—

Al informante la presencia descontracturada aunque fría de Howar lo tenía a punto de hacerse encima. Su carrera había sido, dentro de todo, bastante limpia en un pueblo tan ridículamente pequeño y abandonado como Witters Alley. Pocas veces se encontró en situación similar. Pero aunque había pasado los últimos años rogando porque nunca le tocara ser parte de la maquinaría despiadada de la Dictadura, eventualmente terminó por serlo. Como casi todo su pueblo...

Memorias de la NevadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora