Sueños Ebrios del Pasado

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Tiene nueve cuando se mudan a Brooklyn, apenas pasando unos días desde que su madre se fue.

—¡Perra rabiosa!

—¡Alfa de mierda!

Recuerda los gritos y el ruido de aquella tarde. Ella no era eso, ella era una alfa valiente que los estaba protegiendo de esas personas.

La extraña mucho pero tiene que ser fuerte, por Becky, eso le dice George y no va a defraudarlo. Su padre es un omega riguroso y más severo desde que su madre se fue, lo ama, y entiende que hace lo mejor para su hermana y para él.

Días pasan en su nuevo hogar con su mayor labor permanecer en casa hasta que su padre regrese del campamento militar, ésto, alrededor de las cinco de la tarde, y ambos se pegan a la ventana esperando con ansias el retorno de su padre. Es de rutina ver un rubio flaco y descolorido sentado en las escaleras de la casa de frente, con un libreto y kilos de cobijas encima, y se pregunta si no se aburre de estar ahí casi toda la tarde pudiendo jugar con los demás cachorros del lugar.

***

—La señora Sarah me ha dicho que ella los puede llevar a la escuela —es su padre esa noche mientras cenan, y a la mañana siguiente conoce al rubio escuálido usando toneladas de sueteres, un gorro y una bufanda dejando ver sólo sus pálidas manos y unos ojos como canicas de un azul vidrioso. Becky le agarra confianza al momento en que lo saluda, ella es mejor haciendo amigos, él sólo lo olfatea.

Un alfa.

—Eres muy flaco para ser un alfa —suelta directamente, un alfa debía ser fuerte para proteger a un paquete, tal como lo hizo su madre, y a ese podría apostar que incluso Becky le ganaría en una pelea. El rubio solo le sonríe avergonzado, agacha su mirada mientras guarda sus huesudas manos en los bolsillos de su chamarra café. Vaya alfa tan mas manso.

***

Steve.

Stevie porque es pequeño y divertido con mocos escurriendo a cada rato.

Ahora ya no se quedan solos en casa, salen a jugar con Stevie, comen las tartas que prepara la señora Sarah, se acurrucan en el piso frente al televisor, con mantas y cojines mientras beben chocolate caliente, de un lado tiene a Becky, luchando por mantenerse despierta y recibir a papá. Stevie, a lado contrario, con sus manos frías pese a la cobijas, se acurruca más a su costado en un intento de obtener más de su calor corporal.

Su manada había crecido de un momento a otro.

***

—Los veré pronto. Se portan bien con la señora Sarah —les dice su padre un sábado por la mañana fría y húmeda—, James, te encargo a tu hermana —le revuelve los cabellos castaños antes de estrujar a Becky y a él entre sus brazos, y aprovecha esto para enterrar su nariz en el cuello de su progenitor, se siente seguro con ese olor a canela de pan horneado, lo aprieta un poco más con sus pequeños brazos, no quiere que se vaya a a esa misión, pero no le dice nada, se partan y lo encaminan hasta la mitad de la calle, su padre sube al camión militar con su costal sobre uno de sus hombros, se despide de ellos con una última sonrisa y mano en el aire. Ese día su papá partió para nunca más volver.

***

Dos días después de la partida de su padre, dos días antes de navidad, hay un omega y una beta fuera de su casa. Tiene 12 y comprende la magnitud de la palabras que el omega le dice, George no va a volver, se han quedado solos. Se le acumulan lágrimas en los ojos cuando otras persona más entran a su casa para llevarse a Becky, ella llora y él ya no se limita en contener su llanto de cachorro, no quiere que se la lleven, les grita y le suplica a Sarah.

Drunken DreamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora