Antología

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Con la cara oculta en el pecho ajeno y los ojos cerrados, su suplicio se ha calmado, y de lo único que está consciente es de las manos del alfa que pasan lentamente por su nuca enroscado los dedos en sus cabellos. El rubio también hunde la nariz en sus hebras castañas e inhala profundamente cerca de su oreja, a unos centímetros arriba de su glándula omega.

Estoy bien. Le quiere decir, sabe que el alfa hace eso cuando está preocupado y quiere asegurarse de su estado. Pero no se atreve a salir de su escondite.

Steve...

Steve está aquí, el olor a pino lo rodea por completo como si fuera una barrera que lo aísla del exterior.

Steve lo olfatea, y abraza.

Steve vino aquí sólo por él.

Quiere ser egoísta y pensar eso.

Aún es importante para el alfa.

Se aferra con el alma a esa idea.

Suspira como si hubiese estado en llanto, con su pulso latiendo contra el del alfa ya con calma y placidez. Oye voces, pero no les presta atención, son lejanas a la burbuja que el rubio a puesto sobre ellos.

Ahora, las manos del rubio bajan por su costado palpando con suavidad la herida vendada del abdomen, ante ésto, se remueve despacio subiendo hasta alcanzar su cuello. Sus fosas nasales captan mucho mejor el olor a pino, aire fresco, mezclados con un poco de tierra y sudor del día.

Sigue oliendo a hogar.

Irremediablemente el pecho se le oprime queriendo llenar aquel vacío que vuelve a hacerse presente y esta vez, se remueve inquieto desviando la cabeza por encima del hombro del alfa, fuera del refugio que le proporciona. Su visión se aclara y lo primero que ve es a Bernie hablar por el móvil a unos cuatro metros.

—Ya le he informado, el agente Barton estaba...¿quién?... —la omega da vueltas en su lugar, mano en su diminuta cintura y ceño fruncido— ...oh no, el Sargento Barnes está en mi unidad... —Bernie exhala extasiada escuchando a la persona del otro lado de la línea— ...Fury ya se encargó, no, no es necesario, Wakanda en independiente al estado, general Ross, no pueden intervenir, si, claro estoy consciente de la gravedad del asunto, y si me disculpa tengo asuntos que atender —cuelga cuando ve a Okoye acercarse.

—Ya están aquí —le dice la beta dirigiéndose a la mujer. Bernie sólo asiente con la cabeza.

—Steve —ella le llama.

Pasa un momento y el rubio afloja su agarre haciendo el intento de separarse.

Un escalofrío le recorre la espina dorsal y sin pensar, ancla con fuerza los dedos a la espalda del alfa.

Steve se detiene al instante, se ha tensado y vuelve a rodearlo con sus enorme brazos.

Bucky traga duro, hay un terror dominándolo, y se maldice a sí mismo por entrar en un estado de pánico irracional que le hace aferrarse al alfa como si fuese su bote salvavidas.

Aprieta los ojos con fuerza, no quiere que se vaya, quiere que se quede con él, justo así.

Ya no es tu alfa.

Vuelve a repetirlo para sí, como lo ha hecho todo este tiempo.

—Steve...

Abre los ojos sin saber exactamente cuánto tiempo ha pasado. Bernie sigue ahí, ojos dolosos, con pestañas largas pestaña y tupidas, pero el rubio es como si estuviese sordo.

Ante el mismo resultado, los bonitos ojos cafés de la omega dan con los suyos, pidiendo con pesar. Y es cómo se da cuenta y entiende. Él mismo se aparta del rubio colocando las manos sobre su pecho empujándolo hacia atrás. Steve no se opone, deshace el abrazo quitándole la calidez de su cuerpo.

Drunken DreamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora