Chapitre Vingt-Neuf

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La cena había terminada hace horas, pero para ellos apenas empezaba.

Después del baile con sus suegro se habían sentado para ingerir algunos alimentos y luego conversar sobre cosas al azar.

La cena le parecía eterna a Francis, sin embargo tuvo suerte que ya haya terminado.

Mientras entraban a su apartamento entre besos y caricias, sus pensamientos iban desde los jugosos labios hasta el perfecto cuerpo de su pareja.

La besaba con locura y la tocaba con desesperación, es que ella lo ponía así.

Tomo un minuto para separarse de sus labios y al verla hay tan hermosa y con una expresión tan inocente, no supo que decir. Se veía preciosa.

Cosas menos importan cómo saber el porqué terminaron en el sofá, como el saber como soporto toda la noche sin poder besarla.

Sus ojos se conectaron, sus bocas enlazaron y sus cuerpos rogaban a gritos ser fusionados.

Sacarle ese vestido fue el mayor deleite para él o ¿Mas deleite ver su con junto blanco de bragas y sujetador?
Sus ojos se encendieron en deseo al ver su conjunto interior.

Los labios de Merlina estaban entre abiertos y sus ojos suplicaban por sus caricias, así como su cuerpo lo pedía.

Los ojos de Francis la recorrieron con descares, quería entrar, deseaba ser el único en su vida que entrara en ella.

Su Afrodita desató con tranquilidad su corbata y al terminar la tiro al suelo, desabotonó con mera desesperación su camisa hasta deshacerse de ella dejando a la vista su abdomen y pecho que tanto le encantaba.

Con descares pasó su lengua por este hasta llegar a su cuello y presionar sus labios en él. Ese mismo ejercicio lo hizo una y otra vez, hasta que Francis ya cansado de no poder tocarla la tomó de las muñecas colocándolas a cada lado de su cabeza.

Las respiraciones de los amantes estaban más que aceleradas como sus pulsos.

Los ojos de Meri y los ojos de Francis, esos ojos tan oscuros, junto a esos ojos tan claros ardía. En deseo.

Deseaban más que nada los dos arder en el infierno, arder en El infierno de Dante, quemarse en el escalón de la lujuria, después de todos era el pecado más atrayente por el ser humano ¿No?

Sin avisarle su próximo movimiento, Adonis volteó a Afrodita dejándola boca abajo con su cara pegada a la suavidad del sofá.

Su mejilla estaba roja, todo su cuerpo estaba rojo todo gracias al desgraciados de Adonis.

Su respiración pesada delataba toda su deseo hacia ella.

Desabrocho su pantalón y lo bajo junto a su bóxer, quedó observando la lisa espalda de Meri y como en la mitad se encontraba el broche de su sujetador. Presionó de él liberando sus senos.

Ella soltó un jadeo.

Tomo el filo de sus bragas y las bajo con una lentitud frustrante para ella.

Francis sonrió era desesperada ante estos tema.

Ya teniendo a la vista su trasero, vulnerable hacia él, tomó sus mechones rubios, sujetos en dos coletas largas, mientras con la otra mano la posicionaba en su espalda.

Se acercó a su cuello besándolo y succionando su piel, sin miedo a dejarle marcas.

Y en medio de la canción que causaba sus gemidos la penetro.

-Fran...-chilló ante el contacto

Pero ese chillido se convirtió en una canción conformada por sus gemidos y súplicas por más, obviamente él le daría más y si era posible por toda la noche.

Sus embestidas eran fuertes y toscas cosa que le encantaba a Meri.

Se acercó nuevamente a su oreja.

-Te amo-susurró como si fuera un secretó proibido

Ella elevó la quijada para observarlo mejor.

-Te amo-salió de esos carnosos labios-Pero dame más-demandó

Francis soltó una carcajada y siguió con su labor.

Salió y entró de ella hasta que ambos soltaron un gemido de placer y así terminaron quemados por las llamas del mejor pecado, estando echados y satisfechos en la cama.

Juntos y observándose mutuamente compartían besos y caricias y hasta mimos.

Pero todo termino con el sonido de un celular.

UN CAFÉ CON MI PROFESOR Y SU EX ESPOSA [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora