Corazón de niña 《Rami Malek》

Capítulo 8: "Anillo de diamantes"

Elani.

Sami pasó por mi media hora después de haberse ido con Elijah. Me había sorprendido que ambos salieran y me molestaba imaginar que mi ex novio manipulara a mi actual pareja. Tenía un don para eso y aunque lo nuestro ya había pasado hace mucho, aún no lo ha soltado. Mientras miraba a Sami hablar a distancia con Bárbara, arrullaba a Kurt en mis brazos, a lado de la reciente madre que se encontraba en cama.

-Están planeando tu cumpleaños-delata Mila.

-Por lo menos se olvidan de su rivalidad un momento. Ojala fuera mi cumpleaños todos los días-Mila rio por lo bajo.

-¿Han hablado de ya sabes qué?

-No-suspiré.

-¿Le has dicho acerca de la adopción?

-Dios, no-lo miré-Se volvería loco-el chico me sonrió a lo lejos,

-Si dices que ha cambiado, tal vez cambió de opinión.

-Yo creo que seguiremos intentando-murmuré y me ruborice un poco al imaginarlo.

-Hay muchas alternativas para poder concebir, Ela.

-Pero yo no quiero así-dije a modo de berrinche-No quiero una intervención especial o inseminación artificial. Es difícil pero no será imposible-miré al pequeño, con ilusión-Dios decidirá cuándo-acaricie su delicada mejilla con mi pulgar.

***

Sami y yo volvimos a casa de noche. Esta vez el camino fue silencioso a comparación de las otras veces. Yo recordaba el día en el que Sami, descubrió que de alguna manera, no podíamos concebir.

-¿Por qué nunca me lo dijiste?-preguntó estresado.

-Solo mi hermana tenía ese problema, no creí que yo también lo tendría-dije al borde de las lágrimas. El negó con la cabeza repetidas veces y se giró.

-Yo quiero una familia, Ela. Ya estoy muy grande y mi tiempo se está perdiendo-me levanté de la cama de un saltó.

-¿Dices que estar conmigo es una pérdida de tiempo?-me mira cuando comencé a llorar.

-No, cariño. No digo eso, yo deseo una familia contigo, pero entiende, tengo más de treinta años.

-Pues no estás obligado a estar conmigo.

-Es algo difícil para mí.

-¿Y crees que para mí no?--me mira fijamente.

-Ya, Ela. No llores, por favor--implora. Le devolví la mirada, creyendo que me diría que estaba bien, que pensariamos en algo y que me amaba demasiado, pero no lo hizo.

Aquel recuerdo inundo mi cabeza y mis ojos de lágrimas. Desde aquel día, Sami cambió radicalmente conmigo, y no paso ni un solo día en que me culpara a mí misma por eso. Sé que él quería terminar nuestro compromiso pero no quería lastimarme, pero me lastimaba cada día, desde el amanecer hasta el anochecer.

Sami aparcó el auto frente a la casa. Bajé rápidamente y con la cabeza baja, entramos al recinto, el detrás de mí. Subí las escaleras con rapidez y sin voltear a verlo.

-¿Elani?-me llamó y me siguió hasta nuestra habitación. Me tiré sobre la cama y recogí mis piernas. En un momento, Sami se acostó a mi lado y me miró. No dijo nada.

-Estoy bien-dije. Pronto empape la almohada con mis lágrimas. Sami simplemente me abrazó y así, nos quedamos dormidos. Agradecí internamente que no hablara, y que no me hiciera hablar.

****

Desperté por la mañana gracias al sonido del despertador, el cual usualmente, Sami apagaba. Me incorporé de la cama, encontrándome sola en ella. Se escuchaban ruidos en la cocina, entonces me levanté, me quité mi ropa y me coloque una bata de seda y unas sandalias. Me dolía el cuerpo.

Al bajar las escaleras, un olor delicioso me invadió. Sentí, algo parecido a la felicidad, en cuanto miré a Sami cocinando sin playera y a Stywi pidiéndole comida a sus pies. El moreno le dio un pedazo de salchicha y este se la comió sobre el piso.

-Ya es lo último que te doy. Y no me hagas esos ojos-le reclamó. No pude evitar reír, lo que hizo que él se girara y me mirara parada en la entrada de la habitación.

-Buenos días, cariño.

-Aún no es mi cumpleaños.

-¿Tendría que serlo para consentir a la mujer que amo?-dijo y me quede sin palabras. Se acercó a mí y, metió la mano al bolsillo de su pantalón sacando un anillo de diamante que conocía perfectamente.

-Quería saber si te gustaría usarlo otra vez para mí-lo miré a los ojos sin podérmelo creer.

-Por supuesto que sí-sonrió. Tomo mi mano izquierda y lo colocó en el dedo correcto.