Capítulo 2: "Nervioso"

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Elani.

Pasar un mes, como en un bote a la deriva, sin nada ni nadie a tu alrededor que te salve, que te oriente, que te amé como antes lo hacía, es triste. Hubo un punto de nuestra vida y de nuestra relación en que cada cual quería hacer sus cosas, perseguir sus sueños. Cierto que teníamos demasiadas cosas en común, pero Sami siempre fue más ambicioso, él quería dar clases de historia a universitarios en Nueva York, ese siempre había sido su propósito desde que lo conocí. Mientras que yo, era feliz dando clases de apoyo en esta pequeña ciudad. Y también era feliz manteniendo la cafetería de mis padres.

Amaba San Diego: mi casa en la playa, el verano, mis amigos y mi trabajo. Parte de madurar me hacía entender que no podía dejar mi vida entera por una relación, por un hombre que pronto dejaría de amarme. Y él pensaba lo mismo. Nos amábamos, de verdad, pero creía que eso no era suficiente. Para que esto funcionara uno de los dos debía sacrificarse, y ninguno de los dos lo había hecho.

Al pasar este mes separados, por decisión de él, yo también había tomado la mía. Tuve mucho tiempo para pensarlo y reflexionarlo. Sin embargo, en cuanto lo vi entrar al local, todas esas noches solitarias, aquellas discusiones, reclamos y llantos, desaparecieron. Deseaba que lo volviéramos a intentar, de verdad... pero si él no lo quería, si en cambio quería irse, lo dejaría marchar.

Sami me miró tan sorprendido y sus ojos estaban muy grandes. Me ponía tan nerviosa como la primera vez. Nos observamos un rato sin hablar, y noté varios cambios en su apariencia física. Estaba más delgado y la vibra que emanaba su cuerpo hacia el mío era distinta. Al abrazarlo, sentí que abrazaba a un extraño.

-Estas tan diferente, Sami-expuse. El parecía un poco nervioso, miraba su celular y luego tomo el café y dio un trago largo.

-Uf, americano-exclama-Gracias-me mira un instante y le devuelvo una mirada extraña. Su voz parecía diferente.

-Parece que han pasado años desde la última vez-dije-Ya no usas barba y haces ejercicio.

-Ya sabes, la gran ciudad.

-Te ves bien.

-Gracias. Tú... igual.

-¿De qué querías charlar?-titubea un poco y mira a todos lados-Creí que ya no volverías-vuelve a mirarme a los ojos y no contesta.

-¿Te encuentras bien, Sami?-me preocupo.

-Sí-se aclara la garganta y se inclina sobre la mesa. Junta sus manos y se mantiene pensativo un momento, como si quisiera decir algo pero luchara con su interior para no hacerlo.

Dentro de mí, sabía que iba a decirme, y pensaba que iba a decirlo rápido y se marcharía, pero actuaba como la primera vez que me invito a salir, y eso, dio una pizca de esperanza a mi ser.

Sujete sus manos para tranquilizarlo, me impresioné al sentir hasta su piel y sus nudillos diferentes, suaves y fríos.

-Para mí es muy difícil decirlo-murmuro. Bajé la mirada.

-¿Recuerdas cuando nos conocimos?-nos miramos-Fue justo aquí. Tú entraste así como lo hiciste ahora, pero el lugar estaba vacío. Yo estaba sentada aquí, sola y tu llegaste y dijiste "necesito un americano para despertar, porque la belleza de esa mujer me hace sentir en un sueño"-pause-¿Nuestro sueño ya ha terminado?-lo miré directamente a los ojos.

-Ahora no quiero despertar jamás-murmuró y sentí algo revoloteando en mi pecho-Pero debe ser así-bajé la mirada y me aparté. El tomo mis manos nuevamente y me acarició-Pero aún es temprano para levantarse de la cama-solté una risa inconsciente ante su analogía.

-¿Te quedarías esta noche?

-Por supuesto-tardó en responder. Sonreí enormemente, y mis ganas de besarlo fueron en aumento a medida que pasaban los segundos, sin embargo me contuve de hacerlo.

En seguida, la cafetería fue vaciándose y la gente se iba a sus casas. La tarde cayó en un santiamén y Sami y yo nos habíamos quedado hablando un buen rato. Bueno, solo yo hablaba, el permanecía un tanto callado, lo cual era extraño.

-Bárbara nos invitó a una cena esta noche-le dije cuando nos paramos juntos y estábamos a punto de marcharnos.

-¿Bárbara?-preguntó confundido.

-Mi hermana. ¿Sufriste de amnesia en Nueva York?-bromee y se rio.

-Lo siento-dice de una forma muy tierna.

-Descuida. ¿Aún quieres ir?

-Me gustaría, es solo que no traje equipaje y creo que no tengo donde quedarme.

-Lo sé, hace tiempo que dejaste el apartamento y vivimos juntos. En casa hay ropa tuya todavía. No sé, si mañana querrás llevartela-el solo me miró y me sonrió.

Atravesamos la ciudad montados en mi auto. Las manos me sudaban al volante de la ansiedad. El ambiente era tenso e incluso incómodo. No me gustaba esa sensación de que esta sería la última vez que nos veríamos. Aparque el auto en la entrada y bajamos al mismo tiempo. Sami camino detrás de mí hacia la entrada. La brisa del mar podía olerse y sentirse desde aquí. El sol estaba ocultándose en el mar con vista al patio de la casa, que daba directo a el. Era una vista bellísima que amaba ver cada mañana.

-Puedes subir a la habitación y cambiarte ahí o ducharte. Sabes que a mi hermana le gusta vernos aseados y elegantes-rio nervioso y sin decir nada fue hacia la escaleras.

Yo me quede en la planta baja un momento. Acomodé algunas cosas en la cocina y tome un vaso de agua. Luego, salí al patio trasero y le deje un poco de comida a Stywi, un pequeño Jack russell terrier que adoptamos Sami y yo el año pasado. Lo solté de la correa y lo deje entrar en la casa para que saludara al moreno. Entré detrás de él en la casa y fuimos hacia la habitación que antes compartiamos, al abrir la puerta, Sami iba saliendo del baño, mojado, con el cabello en la frente y una toalla en la cintura. Stywi corrió hacía el y de una mordida, le jaló la toalla de baño dejándolo desnudo completamente.

Sami al instante se puso rojo de la vergüenza y tapó su entre pierna con las manos. Regañé fuertemente al can y, el muchacho intento quitarle la toalla con una mano. Tome al perro y le abrí el hocico, este tiró una mordida hacia la mano del chico pero este alcanzo a quitarla.

-Lo lamento. Parece como si no te reconociera-exclamé. Él se colocó la toalla nuevamente y no dijo nada-Y pareces como si yo nunca te hubiera visto ahí-su color se intensificó.

Corazón de niña 《Rami Malek》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora