Estoy en detención. Quiero decir, de nuevo.
No es como si fuera mi intención, enserio. Es sólo que no puedo mantenerme quieta. No. Puedo. Es imposible. Ya, que tampoco soy un ángel. Tengo esa manía de meterme en problemas una y otra vez, y cada una de esas veces termino en detención. No es la gran cosa, sin embargo ya me he ganado reputación de niña mala, lo cual no me molesta, porque me da poder.
Y me gusta el poder.
¿A quién no le gusta el poder?
--Ridley-Me llaman.
Sacudo mi cabello negro mientras dibujo unas de esas sonrisas cínicas y volteo hacia atrás.
Kimera está ahí, luciendo su brillante piel color café con leche, su pelo negro-violeta y distintos aros en las orejas. Me sonríe.
Ese no es su verdadero nombre. Es sólo que su hermana tiene el nombre de Kimera como segundo nombre. Su nombre real, quiero decir. "Kimberley". Mi amiga se llama Kimberley Rose, y su hermana Victoria Kimberley. Y su madre completa el triángulo. Así que la llamamos Kimera. Porque es el nombre de un monstruo, es oscuro y pone a su madre los pelos verdes cuando escucha que llaman así a su hija; De cualquier manera, le queda como anillo al dedo, porque al contrario de su familia, Kimera es oscura. Es mala, como yo. Aunque eso en verdad es mentira, porque no lo soy. Sólo finjo que sí.
Pero nadie lo nota. Excepto Kimera.
--¿En detención de nuevo, Kimera? Pero mira que has sido una niña muy mala.
Sonríe burlonamente.
--¿Qué hay de ti?
Aviento mi cabello detrás de mis hombros y sonrío de esa manera en que las personas odian que sonría.
--Yo soy un ángel.
Hace una mueca burlona.
--Del infierno, quizá.
Pero en verdad ella está bromeando. Sabe que en verdad soy buena, es sólo que soy muy inquieta. A dónde sea que voy, hago algo compulsivo, lo que me mete en problemas. Y lo que hace que mi madre pierda los estribos. Pero incluso las personas buenas tienen su lado oscuro. Y ella sabe que el mío es que me gusta el poder que ser aparentemente mala me otorga. Las miradas de las personas en la habitación cuando camino, la atención de ser incorregible. Ya, que es estúpido, pero es cierto.
--¿Qué haces este fin de semana?-Me pregunta.
--No lo sé. Probablemente trabajaré más en mis planes malvados para dominar al mundo.
Sonríe.
--Tengo una mejor idea-Dice, bajo, incluso cuando los animales de mis compañeros están gritando, arrojando papeles y otro flirteando en la parte de atrás del salón--¿Sabes de la niña genio de la clase de matemáticas? No es tan buena como aparenta. Sus padres están fuera y dará una fiesta. ¿Sabes? Tal vez podremos reclutarla en nuestro equipo de malvadas.
Otras personas hubieran llamado a esa chica "Nerd" o simplemente utilizando algún otro término cruel o lo que sea. La habrían despreciado. Pero nosotras no somos así, no en el interior. Por más oscura que Kimera fuera, ella nunca desprecia a nadie. O no así. Que sí, ha despreciado a muchos chicos, pero porque querían salir con ella. Ella no es el tipo de chica pesada. Ninguna de las dos. ¡Vamos, que incluso está pensando en reclutarla! Y no lo dudo. Aunque las posibilidades son casi cero, porque esa chica en verdad que batalla para fingir que es buena tanto como nosotras batallamos tanto en fingir que somos malas. Pero de ese tipo de malas que no son comunes. Es por eso tal vez que a las personas en verdad les agrademos. Ellos piensan que somos geniales.
Y lo somos.
--Sabes que las posibilidades son nulas.
Ella agita la mano.
--Tranquilizate, Scott. No es como si estuviera proponiéndote alguien para reemplazarte. Siempre serás mi mejor-peor amiga. Pero, de cualquier manera, ¿Iremos a la fiesta, verdad?
Sonríe, burlona.
Ella me llama a veces Scott cuando quiere tomarme el pelo. Es por Ridley Scott, el director de cine. Dice que mi nombre es de chico, así que a veces tiende por burlarse de mi llamándome Scott. Pero no me molesta. Es como cuando yo le llamo Kimera. Es natural, sólo que ella no suele hacerlo tanto.
Le sonrío de regreso, esta vez sin el rastro cínico y cruel que mis sonrisas llevan.
--Tal vez. A lo mejor nos emborrachamos y cachamos a unos chicos lindos.
Si mi madre me escuchara hablar así, me mataría. Pero ella se ha ido. Ella no está. Y las llamadas que me hace una vez al mes no sirve para revelarle nada de quién soy.
--No, ya sabes tú lo que opino de royos de una noche. No me van.
Ruedo los ojos.
--No te estoy pidiendo que te enrolles con alguien, sólo en coquetear. No tiene nada de malo. Es divertido. Y la mayoría son siempre unos idiotas.
He conocido a chicas malas reales. O sea, de las que se tatúan y tienen muchos percings, como Kimera, pero éstas son peores. Ellas roban. Ellas mienten. Rompen corazones. No les importa. Y generalmente dicen las cosas que digo ahora, pero ellas siempre dicen que "La mayoría son siempre estúpidos", porque se refieren a que esperan lo suficiente como para que estén borrachos y robarles de sus carteras. Kimera es diferente. Que sí, tiene raíces oscuras, pero no tanto como ellas. Principalmente a ella no le gustan los corazones rotos. No le gusta todo el circo del amor. Dice que es cansado. Y es por eso que, sea cuál sea mi comentario, si tiene las palabras "Coquetear" y "Chicos" en la misma oración, podemos ir olvidándonos de eso.
--No. Iremos a beber, y luego nos largaremos.
Es más o menos la mitad de lo que una chica mala hace. Y está bien conmigo.ﻫ
El viernes por la noche era la fiesta en la casa de esa niña rica de la que estaba hablando con Kimera en detención. Me vestí con una falda corta negra y una blusa de encajes del mismo color. Sonrío cuando pienso que con esa falda tienes de dos: A) Te hace ver sexy, o B) Te ves como una completa zorra.
Y no estoy segura en cuál de las dos estoy. Pero seguro lo averiguaré esta noche, depende de cómo las personas me miren.
Sonrío.
Estoy metiéndome mis botas cuando mi hermano mayor entra en mi habitación. Abre la puerta, sin importarle nada ni nadie. A veces es muy molesto, y más cuando me sonríe con esa sonrisa con hoyuelos y me mira con esos ojos verdes que me enseñan que quiere molestarme.
Aunque no hay nadie en el mundo que me ame más que mi hermano mayor. Y viceversa.
--¡Eh, toca, que podría estarme cambiando!
Le arrojo una almohada. La atrapa, y me mira. Pero no sonríe.
No lo entiendo, él siempre sonríe. Pero ahora parece que haya crecido en una noche. Como si tuviera cuarenta años y estuviera al cargo de diez adolescentes, en vez de una.
--Charlie, ¿Qué pasa?
Él tiende el teléfono inalámbrico de la casa.
--Es mamá.
Frunzo el ceño y me subo el cierre de la bota.
--Dile que estoy de salida. No tengo tiempo.
Él se queda ahí parado.
--Es que insiste.
--Entonces mándala al demonio.
Es ese tipo de comentarios que me hacen tener la reputación que tengo. Sin embargo ahora no importa si soy mala o buena en el interior, porque es comprensible. Seguro si tu madre te hubiera abandonado, no reaccionarías mejor que yo.
--Rid...
--Tengo que irme-Murmuro, mientras me subo el cierre de la otra bota y agito mi cabello, con esa seguridad que nunca se va de mi lado.
Gracias a Dios.
Me encuentro con Kimera estacionada en la entrada de mi casa y sonrío cruelmente. Ahora que lo pienso, esa sonrisa debe ser mi marca registrada.
--¿Preparada para embriagarnos?-Dice.
Sonrío, pero pienso en mi madre. Pienso en que no quiero hablar con ella ni en un millón de años. No creo que haya pensado en eso cuando decidió marcharse. Dejándome atrás.
Una punzada de algo me atraviesa el pecho, y pienso que probablemente pueda ser realmente una chica mala en esta fiesta. Porque las fiestas en un aspecto son como las vegas: Lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas. Excepto, claro, que haya un celular con cámara de por medio.
"Hummm..."
Al demonio.
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Reckless.
Teen FictionRidley Sutton salta de corazón en corazón, rompiendo todo. Harry Conrad no. No la va a dejar. *Esta historia fue publicada en un blog anteriormente, con mi nombre de autor similar. *No es el Harry de One Direction. -Derechos reservados-