Capítulo 21.

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--Tengo que irme. Mi familia debe estar preocupada—Le digo mientras me abrocho el brasier. 
   Max asiente y se mete la camiseta por la cabeza.
--¿Ni siquiera te quedas a desayunar?—Me pregunta después, cuando yo ya me he metido la blusa blanca y batallo con el zíper de la falda. Él se acerca y me ayuda a subirlo.
--No. Lo siento.
  No lo entiendo, porque antes cuando despertábamos ya no quería saber nada de mí. Generalmente me daba mis cosas y se iba a tomar una ducha, dejándome sola. ¿Por qué ahora quiere que me quede? ¿Y por qué ahora yo no quiero quedarme, si antes soñaba con ello?
  Esto no está bien; No sentir nada ahora que estoy de vuelta con él. Me propuse a mi misma superar a Harry y seguir adelante, entonces… ¿Porqué que hayamos pasado la noche juntos se siente tan… incorrecto? 

 No lo comprendo.
  Jalo mi blusa debajo de la falda para que quede bien fajada y me siento en la cama de Max para ponerme mis botas negras.
  Hay algo sobre esto, que no está bien.
Algo que simplemente no encaja.
--Te llamo después—Le digo, mientras tomo mi bolsa y me la cuelgo del hombro, caminando hacia la puerta. 
  Después, cuando me acuerdo, retrocedo y le doy un beso de despedida, como solía hacerlo antes.
  Se supone que así tiene que ser.


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Aunque en verdad no están preocupados, le dije a mamá que iba a quedarme en casa de Kimera. Y lo haría, si ella me contestara el teléfono.
  Así que hoy hago otro intento; Conduzco a su casa y toco la puerta. Cuando la madre de Kimera me abre, mi estómago se retuerce. Ahora veo cada detalle; Su mandíbula tensa, las sombras en sus ojos, la expresión neutra, el aire desagradable que la rodea.
  Me obligo a permanecer calmada.
--Buenas tardes, vine a ver a Kimera. Ella me llamó—Miento.
Su madre me escudriña con la mirada y abre la puerta.
--Sé que es mentira, pero suerte, si logras que ella salga de su habitación.
Ella me deja pasar de mala gana, y yo, dudando, lo hago.
  En la sala a mi lado derecho hay un hombre de barba canosa. Mis recuerdos son más bien vagos, pero lo reconozco como el padre de Kimera. ¿Qué hace aquí, si se divorciaron y él huyó de todo lo que lo relacionaba con la madre de Kimera? Kimera ha de estar tan enojada… No me sorprende que no me conteste el teléfono.
  Ya han pasado cuatro días.
Él se levanta y me sonríe.
--Ridley. Has crecido mucho.
Lo saludo de vuelta, y lo juzgo con la mirada. Creo que lo nota. Creo que sabe que yo sé. Así que me disculpo y le digo que Kimera me está esperando.
  Cuando toco la puerta de Kimera, dónde hay muchas calcomanías pegadas, realmente no estoy esperando que me abra.
  Pero lo hace.
Kimera está hecha un desastre. Su pelo se ve sucio y tiene ojeras debajo de sus ojos, éstos están rojos y… Simplemente no se ve bien.
--¿Qué haces aquí?—Me reclama.
Antes de que pueda contestarle, me jala del brazo y me mete en su habitación. Es pequeña y desordenada, muy propio de ella.
--Estaba preocupada.
Voltea hacia mí y se cruza de brazos.
--Sí, oí tus correos de voz.
No sé cómo continuar. Sólo la miro ahí parada. Y luego, ella abre la boca.
--¿Qué…? ¿Por qué no me estás gritando?
--¿Qué?
--Ya te lo dije. La tú normal estaría diciéndome hasta de lo que me moriré. ¿Qué te pasa?
  Es sólo que no encuentro la fuerza necesaria para regañarla por ello ahora que sé lo que sé. Sólo quiero abrazarla y decirle que todo va a estar bien. Quiero llorar junto con ella.
  No le respondo. Y luego, un flechazo de reconocimiento cruza por su rostro, y retrocede un paso, mirándome, incrédula. Ella lo sabe. Ella sabe que yo sé. De alguna manera. 
  Sé que ella  lo ha descubierto.
Supongo que he sido tan clara como el agua.
--Tienes que irte—Dice, ocultando mi mirada de la suya—Ahora.
Ella mantiene la puerta abierta para que salga, pero yo no me puedo mover.
--Kimera…
--¡Sal!
--Kimera, hablé con Victoria. Fui a Thorne.
 Ella aprieta con dureza el pomo de la puerta y las lágrimas corren por su rostro. 
  Me destroza.
Ella se queda ahí parada, ahora que ha descubierto que sus sospechas son reales: Yo lo sé.
--Sé que estás enojada conmigo por entrometerme. Pero, tú no contestabas mis llamadas, y yo estaba tan preocupada…--Hago una pausa para que ella haga lo que tenga que hacer, que me grite o que se lance a mis brazos a llorar. Estoy bien con lo que haga—Kimera, dime algo.
  Ella sacude su cabeza y da unos pasos hacia el frente y otros hacia atrás.
  Está avergonzada.
Kimera está avergonzada.
--Habla conmigo. Sabes que nunca te juzgaría.
Ella sigue dando vueltas alrededor de la habitación, y luego me mira.
--Tú no tenías derecho. No debiste hacerlo.
Se sienta en el borde de su cama y se tapa la cara con las manos. Me acerco y me siento enseguida de ella.
--Ya lo sé. Pero tú… Entré en pánico, ¿De acuerdo? No sabía qué hacer. Y Victoria fue mi gran idea.
  Espero unos momentos, y luego ella se gira hacia mí.
--Dime qué te dijo.
Fue apenas un susurro, pero resonó en mi cabeza por una razón; El miedo de Kimera en su voz.
  Aspiré fuerte.
--Ella me dijo…--No le puedo decir “Que te violaron”, es doloroso incluso para mí—Lo que te pasó cuando tenías catorce años. Me dijo que sus padres se divorciaron porque tu madre… no quería que recibieras ayuda. Y que estás enojada con tu hermana por habérselo contado. Y con tu padre por haber huido y no llevarte consigo. Y…
--Y esto es una mierda—Termina por mí.
Asiento, y espero a que me diga algo. Al principio, creo que no me va a decir nada, porque ni siquiera me mira a los ojos. Pero luego, ella comienza a hablar. Nos sentamos en el suelo y ella me dice que todo eso es verdad. Le pregunto si era mentira cuando me dijo que fue a rehabilitación una vez, puesto que su madre no quiere nada de eso. Me dijo que fue verdad. Su padre la metió sin avisar a su madre, y pronto ella encontró la manera de sacarla y de asegurarse de que nadie de los vecinos se habían enterado que su familia tenía problemas. Que no ha hablado con Victoria desde esa vez, cuando su madre se cansó de ella y la metió a Thorne. Ni con su padre, que pensó que enfrentarse a su esposa era demasiado para él así que se fue dejando a su dañada hija con ella. Su padre, que ahora está abajo, esperando paciente por Kimera para bajar, para que le dé una segunda oportunidad. Ella me dice que no puede verlo. Que le arrancará la cabeza. Lo entiendo. Ella se siente cansada, y coloca una almohada sobre mi regazo y se acuesta. Yo acaricio su cabello, intento hacerla sentir mejor. Me preocupa que no haya nada que yo pueda hacer para que eso pase.
   Ella me dice, aún acostada, que no quiere hablar sobre ella. Quiere saber qué ha pasado en estos días que ella ha estado fuera. Le digo que no tiene importancia, pero insiste. Quiere saber de mi vida. Asiento y se lo cuento: Que he hecho tregua con mi madre, que Harry me engañó con Sunny, que estoy con Max de nuevo. Que nos acostamos juntos.
--Vaya. Tienes tanta mierda como yo—Me dice.
Por alguna razón, ambas reímos.
Pero sé que eso no es cierto. Lo mío es cosa pasajera, pero me preocupo por Kimera.
--Eres una estúpida, Scott. Sin ofender. No te meto una paliza porque estoy muy cansada. ¿Pero cómo diablos tú vuelves con Max? ¿Recuerdas todo el daño que te hizo? ¡El te usó y luego te tiró!
  Suspiro.
--No me digas eso, Kimera.
--Lo siento. Peo es la verdad, Y yo todavía no comprendo eso de Harry. ¿Con Sunny? Oye, sabía que eran amigos, y que ella es una zorra, pero… Es que Harry no haría eso.
--Es lo mismo que yo pensé.
--¿Ya hablaste con él?
--No. Cuando lo supe fui y me encerré en casa, y al día siguiente lo intenté, pero… Max vio el carro de Sunny estacionado en la casa de él… Luego me fui con él, y ahora estoy aquí. Realmente no he estado en casa.
  Kimera parpadea.
--Tienes que hablar con ese maldito nerd. Y también con el señor Cara de Imbécil. Rompe con él.
  Río ante los apodos.
Kimera empieza a cerrar los ojos. Cuando estoy segura de que está dormida, ella susurra:
--Me gusta tanto tu vida, Ridley. Todo tiene solución. El único obstáculo para ello eres tú.
Y luego se queda dormida de verdad.


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