Capítulo 14.

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--¿Deborah? He llegado a casa.

¿Dónde se ha metido esa mujer?

Casi subo las escaleras para comprobar que se ha ido, pero luego la oigo suspirar. No estoy segura de dónde está, así que la llamo de nuevo.

--Estoy aquí, cielo.

Cuando me meto a la cocina, la encuentro sentada en el piso recargada contra la encimera. No sé qué me sorprende más; Que esté ella, sentada en el suelo, cosa que siempre nos había regañado a Charlie y a mí si lo hacíamos, o que ella está… Tomando y fumando.

  Me quedo ahí parada, mirándola. Quiero decir, fijamente.

--¿Primero te enojas porque fumo y tomo y tú lo estás haciendo a la vez? ¿Pero qué carajos estás pensando, pues? Se supone que tienes que ser un ejemplo, Deborah. ¿Y  por qué estás haciendo esto, de cualquier manera?

 Ella me mira desde abajo.

--Estaba bloqueada—Explica—Y tú no tienes derecho para hablarme así.

--Tengo derecho si estás rompiendo tus propias reglas. 

Me agacho para tomar el paquete de cigarrillos que son míos y el ron que Charlie ha guardado en la cocina desde siempre, que no me he atrevido a tomar porque sé que se dará cuenta y me traerá bronca.

Pero entonces mi madre dice:

--¿Alguna vez piensas en él?

Cosa que me hace quedarme ahí, en cuclillas, como una roca.

--¿De quién?—Pregunta, haciéndome la tonta.

--Tu padre.

Exhalo y me dejo caer junto a ella.

--¿Y tú?

--Todos los días de mi vida—Responde, sonriendo tristemente. Después deja que su cabeza de cabellos oscuros caiga sobre la encimera.

Entonces las palabras salen de mi boca, y tardo un segundo en darme cuenta de lo que acabo de decir:

--¿Por qué no llamaste, mamá?

A lo mejor su cara de sorprendida es por la pregunta en sí, o por la parte en la que finalmente la llamo “Mamá”. Quizá por ambas.

--Ellos no me dejaron comunicarme con el mundo exterior mientras estaba en rehabilitación. Fue duro.

   Una oleada de rabia atraviesa mi cuerpo.

--No soy estúpida, Deborah. Eso fue las primeras semanas de rehabilitación. Después pudiste haber llamado. Leí los folletos. Hablé con la directora de la institución. No soy estúpida—Repito.

Se me queda mirando y acerca el cigarro a la boca. Estoy tan enojada que le arranco el cigarrillo de las manos y lo tiro al otro lado de la cocina.

--¡Responde, maldita sea!

Ella entrecierra los ojos.

--Lo siento, Ridley. Pero yo tenía que…

--¡Tú tenías que cuidar de nosotros!—Le grito, totalmente enfurecida--¡Tú tenías que ver por nosotros! ¡Es lo que los padres tienen que hacer, ellos tienen que cuidar de sus hijos! ¡Pero tú…! ¡Tú ahora tienes que crecer! ¡Crece, maldita sea!—Me levanto y le quito la botella y los cigarrillos--¡Tú tienes que ser la madre! ¡Tienes que dar el chingado ejemplo! ¡No puedes derrumbarte como si nada las veces que se te antojan! Porque, ¿Adivina qué? ¡Tienes responsabilidades! ¡Tienes que detenerte de dejar caer todo sobre Charlie! ¡Es tu hijo! ¡No se supone que tengas que arruinarle la vida! ¡A nosotros! ¡Tú me arruinaste! ¡Tú…!

Reckless.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora