Mi escuela es muy grande y tiene cuatro pisos. En cada uno de ellos están los baños, pero los fumadores como Kimera y yo (o algo así) subimos al cuarto baño porque allí ninguna figura de autoridad sube, puesto que son muy flojos como para mover sus traseros y hacer bien su trabajo.
Cuando Kimera y yo subimos, saltándonos clases (Yo francés y ella química), el baño, mejor conocido como “El cuarto baño” o el “Humo” está vacío.
Kimera saca de su mochila la cosmetiquera rosa chicle que aparte de los delineadores, contiene su caja de cigarros. Los esconde en su cosmetiquera desde hace algún tiempo, cuando su mochila se cayó por culpa de alguna chica distraída en el pasillo y su caja de cigarrillos cayó justo en frente de los pies del director. No la suspendieron, pero llamaron a sus padres.
Yo en cambio escondo los cigarros en mis botas, o cuando no en mis bolsillos. Me agacho para tomar la cajetilla y seguido enciendo uno con el encendedor que Kimera me da. Me siento en el lavabo.
--¿Entonces Charlie quiere conocer a tu novio?—Dice ella, con una sonrisa rosa pálido extendiéndose en su rostro.
Pero yo no río. En cambio me aferro a mi cigarro. Kimera percibe rápido que algo anda mal, porque me quita el cigarro y dice:
--Deja esa porquería, Ridley, y dime qué pasa.
Estiro mi mano para quitarle el cigarrillo pero ella es más inteligente.
--Es que no sólo quiere que le presente a Harry. Sabes que no tengo problemas con ello—Le digo al fin, derrotada.
--Muy bien—Dice, mientras fuma--¿Entonces qué sucede?
Miro mi cabello negro y largo en el espejo y tomo el delineador de mi mochila. Pero Kimera sigue esperando mi respuesta.
--Él quiere que vaya a ver a esta doctora. Esta tarde. Saliendo de la escuela.
Ella levanta una ceja.
--¿Una doctora? ¿Eso es lo que te preocupa?
En ese momento la puerta del baño se abre y una chica que creo yo se llama Wendy, aparece, con su cabello siempre en un chongo en lo alto de su cabeza y lentes de montura gruesa. Basta una sola mirada de Kimera para que ella gire sobre sus talones y se dirija a la puerta.
--Está bien, ¿Wendy, verdad?—Sale de mi boca.
Ella se gira y asiente, cautelosa.
--Mira, si quieres fumar, ve al tercer baño. Creo que no están haciendo ronda. Pero tendrás que usar esto cuando termines. Si huelen el humo, te metes en problemas—Tomo mi mochila y saco el pequeño bote de perfume que ha permanecido en mi mochila para combatir el olor a humo impregnado en mi ropa. A Charlie no le gustaría. Se lo extiendo a la chica—Me lo regresas después.
Ella mira el frasco unos segundos y luego me mira a mí. Lo toma.
--Gracias—Dice, sonriéndome un poco.
Pero no le regreso la sonrisa. Tengo una reputación qué cuidar.
--Sí. Pero ahora lárgate.
Hace una mueca y se va. Cuando la puerta está cerrada, Kimera me sonríe.
--¿Desde cuando eres tan buena?
--Desde que me ha dado la gana.
Frunce el ceño.
--Sabes que esa chica Wendy se lo va a contar a todos, ¿Verdad?
Es lo que siempre pasa: Hago algo bueno, como prestarle mi perfume a alguien para que no lo cachen fumando y todo el mundo se entera y tienen el extraño y retorcido pensamiento de que tal vez estoy cambiando, no como Kimera, que el corazón nunca le ha ganado, a pesar de que no es cruel con nadie.
Piensan que de repente me pondré de su lado.
Pero no podrían estar más equivocados.
--¿Qué importa? Serán sólo rumores.
Ella me mira de reojo, y parece que un pensamiento desagradable para ella aparece en su mente, porque se forman unas arrugas de preocupación en su frente y sus ojos reflejan algo inusual en ella. Casi como miedo. Así que ella cambia el tema.
--¿Qué hay con la doctora?
Suspiro. Sé que si le pregunto qué pasa, ella no me va a querer contestar. Pasa todo el tiempo.
--No es una doctora usual. Es peor: Es una psicóloga.
Ella frunce el ceño y seguido ríe entre dientes.
--Bueno, guapa, ¡suerte!
Kimera me ha contado algunas de las experiencias con sus distintas psicólogas a lo largo de los años. Todas (Y todos ) ellos han sido inútiles y un tanto ingenuos. El peor que le tocó a Kimera fue un tipo que usaba la psicología… Humm, ¿Cómo le decía? “La Curación por medio de Dios”. Significaba que tenía la biblia en sus manos todo el tiempo mientras intentaba razonar con Kimera. Y usaba sermones largos. Larguísimos.
No es que yo no crea en Dios, porque lo hago. Creo que tiene un plan para nosotros y por eso pasan las cosas que pasan, aunque algunas veces no puedo comprenderlo. Pero hasta ahí llego yo. Yo no me creo toda esa mierda de la curación por medio de Dios.
Nunca pensé que yo necesitaría un psicólogo. Sólo espero que no sea un maniático.
Oh, mierda.
--¿Qué vas a hacer, entonces?
--Estoy pensando en escaparme eso, simplemente.
Ladea la cabeza.
--¿Crees que a tu hermano le importará?
Mierda. ¿Y si él va y llama a la psicóloga para comprobar si fui? Mierda, mierda. ¿Y si él se enoja porque yo no fui y decide que Kaya es más apta para cuidar de mí? Mierda, mierda, mierda. ¿Y si, peor aún, decide darle mi custodia a mamá? Mierda, mierda, mierda, mierda.
Repito las últimas cuatro palabras en voz alta.
Kimera ríe.
--Decídete rápido, guapa. Tenemos unas cuantas horas antes de salir de este infierno.
Miro a mi reflejo en el espejo mientras intento decidir, viendo como nuestras caras desaparecen en el espejo gracias al humo de Kimera.
ﻫ
--Mira lo que me he encontrado por aquí. ¿Qué haces por acá, Ridley?
Max me devora con la mirada. Me mira desde el mechón azul hasta la punta de mis botas con pequeños picos de imitación.
--Hola, Max—Saludo mientras busco a Harry detrás de su hombro. Veo a todos los del quipo de fútbol, pero no a Harry. ¿Dónde está?
--Esto te queda muy bien—Dice, sosteniendo mi mechón azul y acercándose para “examinarlo”. Pero es demasiado cerca. Casi le meto un golpe en los bajos cuando sus labios se acercan a los míos, pero me alejo unos centímetros hacia atrás mientras una voz habla.
--Eso fue lo mismo que yo le dije.
Max y yo miramos a Harry, parado enseguida de mí. Está mirando a Max, fijamente.
--Harry—Y eso es todo lo que dice. Luego se dirige hacia a mí al tiempo en que Harry me toma de la cintura. Él lo observa con una mueca—Bueno, Ridley. Nos vemos después.
Y eso fue una muy clara insinuación.
--No lo creo, Max. Ahora lárgate.
Mientras él camina hacia atrás levanta los brazos en un gesto arrogante.
--Es mi cancha, Riddy. Vete tú.
Odio, odio, odio que me diga Riddy. Siempre lo he hecho.
No dejo que me afecte. En vez de eso me giro hacia Harry con una sonrisa y me cuelgo de él.
--¿Te gusta el helado de Yogurt? Hay un lugar cerca de aquí que amo. ¿Te animas?
Sonríe, radiante.
--Seguro.
Sonrío de vuelta al tiempo en que suena el timbre y siento la mirada penetrante de Max sobre nosotros, furioso.
ﻫ
Doblo mis piernas y me meto una cucharada del helado de yogurt en la boca.
Estamos sentados en un local muy agradable al aire libre, lo cual es relajante. Mis nervios al parecer sólo necesitaban un poco de aire fresco.
--¿Qué te hizo Max?—Pregunta Harry, mirándome a los ojos.
Nunca nadie me preguntó qué me hizo Max además de Kimera. Las personas sólo lo supieron y ya. Nadie de las personas con las cuales yo saludaba en el pasillo de la escuela y que no temían de hablarme lo hicieron. Por lo tanto yo nunca pensé en las palabras que iba a decir.
Así que ahora, cuando Harry me lo pregunta, yo no sé si mentir o ser honesta. Mi mente empieza a funcionar un poco más rápido mientras la alarma de expande a cada pedazo de mi cabeza:1- ¿Porqué ser honesta? No me conoce
2- Él no se daría cuenta si yo miento.
3- ¿Y si decide que ya no quiere seguir con el trato que tenemos y decide que quiere decirle a todo el mundo sobre lo que pasó?
Entonces aparece otra lista en mi cabeza. Y sólo tiene una única cosa:
1- No siento el peligro en decírselo, honestamente. Me siento bien con eso. De alguna manera ahora confío en Harry.
Y parece que es lo único que importa cuando abro mi boca:
--Él no entendió que yo quería ser la única.
Hace una mueca.
--¿Te engañó?
Muevo el cabello de mi cara, un poco incómoda.
--Mira, si se lo cuentas a alguien, haré tu vida miserable. Lo juro.
Y entones hace algo que nadie nunca hizo: Replica.
--¿Estás segura de eso, Scott?
Frunzo el ceño.
--¿A qué te refieres?
--Es sólo que en verdad no creo que seas mala.
Levanto una ceja.
--¿Qué?
--Ya sabes. Cuando empecé a salir contigo, o sea, la semana pasada, todos se me echaron encima y me dijeron todos los rumores que hablaban sobre ti. Algunos eran muy malos e intenté imaginarte haciéndolo, pero… Es sólo que nada concuerda contigo.
Doy un respingo.
--Harry, tú no me conoces.
--Pero soy bueno leyendo a las personas.
--No sabes nada.
Levanta las manos.
--Ya, bueno, Ridley. Perdón. No quiero cachar una pelea.
Hasta ese momento en verdad no me había dado cuenta de lo tensa que me había puesto.
Sacudo la cabeza.
--Está bien. No te preocupes, Harry.
Sonríe y levanta las cejas.
--Esta es la primera vez que me llamas por mi nombre, Scott. ¡Aleluya!
Ruedo los ojos y me balanceo de lado para pegarle en el hombro con el mío.
--Lo hacía sólo para fastidiarte. Soy así de enfadosa.
Abre la boca, pero parece pensárselo mejor, porque no dice nada.
--¿Pero sabes una cosa?—Dice antes de lamer su helado de Yogurt—Yo nunca te dejaría ir.
Nunca nadie me dijo eso. No Max, no Toby, ninguno de los chicos con los que coqueteé. Tal vez por eso estoy tan sorprendida y por eso él esboza una gran sonrisa.
--Te dije que un día diría algo que nadie te ha dicho. ¿He conquistado tu corazón?—Pregunta, burlón.
No sé si conquistado es la palabra correcta, pero sentí algo en el pecho cuando lo dijo. Me hace sonreír.
Muy extraño.
--Bueno, no. Pero me agradas, Potter—Y es verdad.
Sonríe.
--Tú también me agradas, Scott.
--Me alegro haberme saltado a ese estúpido doctor y venir contigo—Sale de mi boca antes de que yo pudiera incluso darme cuenta.
Información de más. Opsss.
Frunce el ceño.
--¿Tenías que ir a ver a un doctor?
--Bueno, sí. Algo así. Pero no importa, tú me gustas más.
Se levanta.
--¿A qué horas?
--¿A qué horas qué?
--Tu cita.
--Un poco después de salir de la escuela. ¿Porqué?
Toma mi mano y me ayuda a levantarme.
--Tal vez todavía alcancemos. ¿Dónde es? Voy a llevarte.
Sacudo la cabeza.
--¿Qué? No. Nada de eso.
--No está bien saltarse la ida con el doctor. Tu salud es importante.
--Mira, ni siquiera es sobre salud. Es más bien un psicólogo.
Niega con la cabeza.
--Más importante aún.
Jala de mi brazo para llegar a su moto. Yo estoy extrañada, porque…
--¿No me vas a preguntar? ¿Por qué voy con un psicólogo?
Se encoge de hombros mientras me pasa el casco.
--Todo el mundo tenemos cicatrices. Y está bien.
Me siento detrás de él, rindiéndome, y le susurro al oído:
--Eres muy diferente, ¿Lo sabes?
--Sí—Dice mientras ríe.
Aunque lo que en verdad estaba en mi mente es “Eres muy especial”.
Y no sé si debí decírselo.
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Reckless.
Teen FictionRidley Sutton salta de corazón en corazón, rompiendo todo. Harry Conrad no. No la va a dejar. *Esta historia fue publicada en un blog anteriormente, con mi nombre de autor similar. *No es el Harry de One Direction. -Derechos reservados-