Capítulo 16.

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Cuando me levanto esta mañana y me preparo para el comienzo de una nueva semana, siento ese antiguo y familiar estado de náuseas. Me pasa a veces, cuando las cosas no salen bien. Algunas veces, cuando es demasiado fuerte, me da la sensación de estarme ahogando. Es ese sentimiento que me hace querer vomitar que sólo se quitará hasta que arregle las cosas.
  Eso significa Kimera.
Pero eso también significa Josselyn.
Junto con Charlie.
¿Y mamá? No, ella es las náuseas que prefiero mantener. No me interesa arreglar las cosas con ella.
Hoy, primero está Charlie en mi lista. Así que me meto las medias de encaje negro medio dormida y luego el blusón blanco que es tan corto que podría hacerse pasar por blusa pero que prefiero como vestido, todo media dormida y en un tiempo record de tres minutos. A veces soy así de genial.
 Aunque la mitad del tiempo soy generalmente un desastre.
 Bajo las escaleras mientras preparo en mi mente la cortante conversación que voy a tener con Deborah cuando la encuentre en la cocina intentando hacer el desayuno a mi hermano y a mí, pero no es a ella a quién encuentro en la cocina. Es Charlie.
 Él me echa una mirada y deja el sándwich a medio hacer sobre el plato.
--No hay  manera de que uses eso. Ve y ponte algo más largo.
Frunzo el ceño y me miro.
--Fuiste tú quién me lo regaló.
--¡No para que lo usaras de vestido! Ve y cámbiate.
Regresa a su sándwich y yo me quedo ahí parada.
--¿Y tú desde cuando checas lo que me pongo? 
--Desde que estoy empezando a cuidarte como se debe. Ahora hazme caso.
No me muevo.
--Tú me cuidabas bien. Ahora estás siendo un grano en el culo.
Deja el cuchillo con el que está poniendo la mayonesa y aspira.
--Ridley, siéntate.
Dudo, pero al final me siento en la única silla que está en la isla, y él se para del otro lado, enfrente de mí.
--Me ayudaría que cooperaras. ¿Sabes? 
--¿Te ayudaría en qué?—Le pregunto irónicamente—No es como si…
Y entonces, lo sé.
Charlie agacha la cabeza y suspira. Me inclino hacia él.
--No es enserio, ¿Verdad?
Se encoje de hombros.
--Ella quiere la custodia de nuevo. Se conforma con que Kaya la tenga, pero el punto es que no te quiere bajo mi custodia—Hace una pausa—Y estoy empezando a pensar que es una buena idea.
Niego con la cabeza.
--¿Cómo puedes decir eso?
--Maldita sea, Ridley. Todo hubiera ido bien si tú no te hubieras hecho ese maldito tatuaje—Me reclama.
--¿Ahora es mi culpa? ¡Eres tú quién la dejó entrar aquí de nuevo!
--¿Y que querías que hiciera? ¿Qué se lo negara? ¡Es su casa!
--Tú pudiste llamar a la clínica y decirles que creías que ella necesitaba estar más tiempo internada.
--Ellos saben mejor que yo, Ridley. ¿Crees que habría funcionado?
 Ahora me mira fijamente, un poco enojado y un poco frustrado. Una combinación de ambas. Y yo me rindo.
Nos quedamos callados un momento, y luego él suspira y rodea la isla para jalarme suavemente y abrazarme.
--Esto está yendo mal—Murmuro.
--Y por eso tienes que ayudarme.
Me quedo en silencio unos momentos, con la cara enterrada en su pecho.
--¿Ridley?
--¿Qué?
--Acerca de Thorne…
Levanto la cabeza y lo miro.
--Sí. Yo también quería hablar de eso. Quería decirte que lo siento, por todo lo que dije. 
Sonríe.
--Sí, bueno… En verdad no tengo planeado meterte en ninguna escuela.
Me despego y le miro la cara directamente.
--¿No?
--No. Fui idea de que Deborah llevarte allá. Es ella quién quiere encerrarte ahí, así que no te desquites conmigo.
 No puedo ni siquiera sentirme aliviada al saber que él no se quiere deshacer de mí, porque…
--Por eso no puedes dejar que ella gane—Le digo, un poco asustada.
Aspira aire y asiente.
--Ponte algo más largo, Ridley. Y luego ve a la escuela.
Parece como si lo invocaran, porque Harry aparece en la entrada con su moto. Y espera.
Charlie frunce el ceño.
--¿Tiene moto? ¿Te lleva en moto? ¿No te lleva Kimera?
Niego y señalo a Harry con su moto.
--Eso podría cambiar si me das mi auto de nuevo.
--Vamos a discutir eso más tarde.
Asiento y subo por las escaleras para ponerme un vestido más largo rápido. Cuando voy bajando me pregunto dónde está Deborah. Así que abro la puerta de su cuarto, y la encuentro dormida. No es eso, sin embargo, lo que me llama la atención. 
  Ella está volviendo a pintar, como cuando estaba aquí. Pinta cuadros. Y en uno de ellos, recargado en la pared, estoy yo. Con mi cabello alborotado y mi maquillaje en exceso.
Soy yo. Estoy sonriendo.
 ¡Soy tan guapa, carajo!
Sonrío arrogantemente mientras bajo las escaleras y tomo el café de Harry.


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Pensé, que primero iba a ir por Kimera, pero es a Josselyn a quién encuentro primero. Sin Sunny. 
Josselyn está comprobando su maquillaje en el pequeño espejo colgado en la puerta de su casillero, y cuando lo gira un poco a la derecha, me ve. Se da la vuelta y me mira.
--Hola—Comienzo.
Josselyn se queda parada ahí, mirándome. 
--Hola—Dice después. Pero rápidamente agrega:--¿Qué quieres, Ridley?
Algunas personas en el pasillo se paran disimuladamente o detienen la conversación, preparándose para el espectáculo que ellos esperan que haya.
--¿Puedo hablar contigo?
 Josselyn opta por sonreír y ser amable, como si de repente no nos odiáramos.
Quiero gritarle que deje de fingir.
--¿Sobre qué?
--Tú ya sabes sobre qué.
Su expresión fría vuelve.
--Mira, Ridley, lo que pasó, pasó. Eso es todo—Se detiene y lo piensa mejor-- ¿Por qué quieres hablar de esto? ¿Quieres manipúlame con contárselo a todos si no hago una de tus cosas oscuras y enfermas?
Entrecierro los ojos.
--Baja la velocidad, Jossie. 
Entrecierra los ojos.
--¿Jossie?
 --Vine a arreglar los daños.
--¿Y a ti qué te hace pensar que yo quiero…?
Pero el recuerdo de esa noche la inunda. Aparta la vista.
--Mira… yo entiendo, ¿De acuerdo? Solamente pensé que tal vez podríamos intentarlo de nuevo.
--¿Por qué ahora?—Pregunta con recelo.
--Ya te lo dije: Estoy arreglando daños.
--¿Y por qué?
--Porque últimamente he estado rompiendo muchas cosas.
No me mira. Lo único que hace es jugar nerviosamente con su cabello rojo-rubio.
Y hay una pausa incómoda.
--Mira, si decides que no quieres tener nada que ver conmigo, está bien. Pero si quieres intentar de nuevo…--Tomé una pluma y jalé el brazo de Josselyn---… puedes marcarme.
 Ella no aparta el brazo, sólo me mira haciéndolo.
Y no dice nada.
Al final guardo la pluma en una de mis botas y me encojo de hombros.
--Ya me disculpé. Así que supongo que eso es todo. Adiós, Josselyn.
Antes de darme la vuelta, ella dice:
--¿Te disculpaste? Nada de esto me ha sonado como una disculpa.
--Esta es mi mejor disculpa, Josselyn, y tú lo sabes.
 Lo sabe. Incluso cuando estábamos pegadas ella ya conocía de memoria mi manera de disculparme. Nada de lamentos, ni sollozos. Soy del tipo que hace cosas.
Trago saliva.
--Entonces… amigas o no… ¿Estamos en paz?
Ella asiente, después de una pequeña pausa. Así que me acerco torpemente y la rodeo en un abrazo. Ella tarda, pero al final lo hace de vuelta.
--Yo también lo siento—Murmura contra mi oído, muy bajito.
 Estoy un tanto conmocionada por eso, tanto como la multitud en el pasillo mirándonos. Tanto como Sunny  ahí parada. 
  Y como Kimera, quién está parada contemplando todo el espectáculo a medio cruzar del siguiente pasillo. Y cuando me ve mirándola, se da la vuelta y cruza el pasillo, desapareciendo de mi vista.
   Y sé que esto va a ser un poco más difícil para mí.



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He descuidado mi relación pública con Harry un poco. Ya casi no nos ven juntos, y  es porque ahora estoy prácticamente detrás de Kimera.
  El día siguiente a la cosa con Josselyn, ella no me habló. Y el siguiente día no fue a la escuela y no me devolvió los mensajes. 
Y ahora, me rindo. 
¿Cómo puedo razonar con un ser tan complicado?
Oigo que alguien toca la puerta, así que con un suspiro le pongo Mute al televisor y me levanto a ver quién es. Abro muy bien los ojos al ver por la ventana de cristal de la puerta.
  Kimera es un ser tan extraño y tan complicado como lo soy yo, si soy honesta. Ella, al igual que yo, no va a suplicar y tampoco va a llorar. Lo que Kimera Miller va a hacer es aparecerse una noche en tu casa con bolsas de frituras y comida chatarra que ella te criticó por comer porque “Saben muy mal” y una bolsa de BlockBuster en la otra mano. 
Y se quedará en tu puerta esperando a que la dejes pasar, y así las cosas van a estar bien.
  Esta es la disculpa de Kimera.
Así que abro la puerta y me aparto para que entre.
--Eres una imbécil, ¿Lo sabías?
Ella sonríe un poco.
--Más o menos.
Le sonrío de vuelta y cierro la puerta a mi espalda.
Media hora después, cuando estamos viendo una comedia romántica en el televisor, me giro hacia ella.
--¿Vas a hablarme de ello?
--¿De qué?
--Lo que sea que tengas escondido acerca de Thorne y Victoria, ahora Kimberley.
--¿Kimberley?
--Dice que ahora la llaman así.
Kimera se encoge de hombros.
--No estoy lista—Confiesa, con un susurro.
Asiento.
Sé que no puedo presionar más.
--¿Y…? ¿Qué con Josselyn?
Ella intenta fingir que no le importa, pero yo sé la verdad. Así que me obligo a levantar la barbilla y preguntarle:
--¿De qué tienes miedo, Kimera?
Ella bufa.
--Yo no…--Levanto una ceja, desafiándola a que me mienta—Yo… Si tú me cambias por esa Barbie, te voy a dar una patada en el culo, Ridley. En verdad.
 Me quedo impresionada y un tanto atónita.
Parpadeo varias veces.
--¿Crees que te voy a cambiar por Josselyn?
--Se veían tan cercanas cuando se dieron ese abrazo.
Ruedo los ojos.
--Mira, no estoy planeando cambiarte por Josselyn. Ni siquiera por error. Nada. Pero te voy a decir lo mismo que le dije a ella: Últimamente he estado rompiendo muchas cosas, y ahora tengo que reparar los daños. Eso incluye a Josselyn. Estoy intentando tener las cosas bien en mi vida.
 Ella frunce el ceño.
--Está bien, lo comprendo. ¿Pero por qué ahora?
Suspiro.
--Porque necesito solucionar algunas viejas cosas, porque si no la nuevas me van a hundir.
--¿Qué nuevas? ¿Qué pasó?
Trago saliva.
--Deborah. Ella es el problema. Pidió mi custodia.
Kimera escupe las frituras que se había metido a la boca.
--¿Ella hizo qué?
--Ya lo sé. Y quiere meterme a ese internado, Thorne.
Kimera se echa hacia atrás.
--No puede hacer eso.
Por su tono de voz… No creo que esté pensando en mí cuando lo dice. Está pensando en ella. En su hermana.
  Sólo espero que algún día me lo diga. Lo que sea que sea. Por ahora, esperaré.
Es lo único que tengo.
Me encojo de hombros intentando parecer despreocupada y me meto comida chatarra en la boca. Sólo espero que Charlie lo solucione. Pronto.
 Minutos después, la conversación se ha desviado a otro punto.
--No es por molestar, pero esos días que has estado distraída… No sé. Sunny ha estado detrás de Harry.
 Me giro de repente hacia Kimera mientras algo atraviesa mi pecho.
--¿Qué cosa?
--Bueno, no así… Si no que, se han vuelto muy amigos. Y ya sabes que Sunny es una zorra.
--Ella no es una zorra.
Kimera rueda los ojos.
--Cómo tú quieras, pero yo que tú cuidaba de ello. Quiero decir… Tú eres Ridley Sutton. ¿Sabes cómo reaccionarían en la escuela si se enteraran de que ese chico Harry te pone los cuernos?
Frunzo el ceño.
--“Ese chico Harry”, no me está poniendo los cuernos.
Kimera levanta las manos.
--¡Ya sé, nena! No te enojes. Me refiero a que ellos son así como, amigos, y tú tienes que hacer que los rumores no se expandan. Todos sentirán lástima por ti y Max se acercará más rápido de lo que puedes decir “Que carajos pasa”. Sé que no te gustará. Sólo tienes que pasar más tiempo con el niño, y ya.
  Kimera mete la mano en la bolsa tranquilamente mientras habla.
Aprieto mi mandíbula.
--¿Qué tan amigos?
Kimera alza la mirada hacia mí y seguido saca una carcajada limpia.
--¡Estás celosa! Quiero decir… ¡De verdad!
--¡Yo no estoy celosa!
Ella se ríe.
--Dime, ¿Ha habido más sesiones de besos desde ese en el pasillo?
Le lanzo la almohadilla del sillón.
--¡Kimera!
Atrapa la almohada y su sonrisa se ensancha.
--¡Ridley!—Imita mi tono.
Le saco la lengua.
Ella se acomoda de nuevo a mi lado y dobla las piernas, metiendo la mano en la bolsa de papitas. Y antes de que pueda hacer algo al respecto, las palabras salen de mi boca.
--¿Qué debo hacer?
Primero Kimera junta las cejas. Luego me mira con curiosidad. Luego una mezcla de horror y diversión cruza por su cara.
--¿Me estás pidiendo a mí, un consejo de amor?—Pregunta, aunque parece más una exclamación--¿La gran reina de la relaciones, Ridley Sutton? ¿La misma que el año pasado tuvo una lista de novios de ocho integrantes, y que ha salido con todos los amigos de su ex novio sólo por venganza y/o diversión? ¿La misma que se enrolló con su novio por primera vez a los quince? ¿Esa Ridley Sutton?
  Entrecierro los ojos.
--Me haces sentir tan zorra…
Ella sonríe de lado.
--Sin ofender, guapa, pero lo eres. Un poco.
Para mostrar la última parte ella separa unas pulgadas el dedo índice y el pulgar.
Me recuesto en el mullido sofá y suspiro al techo.
--No puedo creer que desperdicié ese momento de mi vida con Max.
Una sombra cruza la cara de Kimera, pero se desvanece tan pronto como aparece.
--Cariño… ¿No crees que has estado desperdiciando mucho por Max? ¿Haciendo tanto por él? Al final, él no está aquí.
Frunzo el ceño.
--Tenía quince años, eso fue hace casi dos años. ¿Qué querías? Estaba totalmente perdida.
--No sólo eso. Me refiero a todo el asunto de Harry y eso.
--¿Qué tiene Harry?
--Que tú, no sé. Pasas mucho tiempo con él por Max… a menos que te guste.
Ella alza una ceja y me mira, divertida.
--Ya te he dicho que necesito descubrir eso.
Ella pone su cara de niña enfurruñada.
--No. Para saber que amas a alguien, tienes que descubrirlo. Pero que alguien te guste es tan rápido como encender un botón. No me digas que no, porque te he visto pasar por lo mismo muchas veces. A ti te gusta este chico, Ridley, tienes que admitirlo.
La con el rabillo del ojo.
--No presiones.
Ella se ríe.
--Es sólo que no entiendo porqué simplemente no vas por él… Como lo has hecho siempre.
--Él es diferente, Kimera.
Alza la cabeza, expectante y sorprendida.
--¿Él es diferente? Vaya que él si te gusta. Estás totalmente perdida. Ahora, ¿En qué sentido es diferente a todos los chicos con los que te has liado?
 Giro la cabeza para mirarla, mientras ella espera mi respuesta comiéndose la bolsa de papitas.
--Él tiene sentimientos—Declaro—Y yo me preocupo por ellos.
Kimera abre la boca de par en par.
--Ridley… ¿No te estarás enamorando de él?
--Kim, guapa, sabes que te adoro, pero eso es la cosa más estúpida que ha dicho.
Levanta una ceja, de nuevo. Es tan característico de ella.
--Ah, ¿Sí? Haber, dame las razones.
Después de pensarlo, le digo:
--Porque soy una zorra.
Ella agita la cabeza y se chupa los dedos. Yo me estiro, tomo la bolsa y empiezo a meter la mano dentro.
--Las zorras igual ven la luz. Siguiente.
Pienso unos segundos antes de decir:
--Porque él es buena persona.
--Es igual que la primera. ¡Siguiente!
Me tardo más esta vez.
--Porque no quiero que me guste—Confieso.
Ella asiente.
--Tengo una aún mejor—Ella me mira fijamente y luego me señala—Tú estás asustada.
Levanto una ceja, burlona.
--Ah, ¿Sí? ¿Y de qué, si se puede saber?
Se encoge de hombros.
--De rechazo—Cuando ambas lanzamos una carcajada ante esto, ella lo cambia: --De te guste de verdad. De enamorarte. De todas las cosas que no sabes cómo controlar.
  Y por primera vez, no hay nada que pueda decirle a la pequeña y loca que es mi mejor amiga. Y ella lo sabe.
--Odio cuando tienes razón, ¿Sabes?
Ella sonríe, arrogante.
--Claro que sí.
Cuando mi mejor amiga pone una almohada en mi regazo y se acuesta, agacho la mirada para mirarla a los ojos, y le pregunto:
--¿Y tú? ¿De qué tienes miedo?
 Y ella no me contesta.
Tal vez, en el interior, no soy la única que tiene nauseas por las cosas que nunca resolvió. Tal vez no soy la única que se siente ahogándose.

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