Capítulo 3.

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--¿Qué fue eso?—Dice Kimera, mientras se revisa los aros en las orejas en el espejo de su taquilla. Me mira aún sin voltearse, utilizando sólo el espejo.

--¿El qué?

--Tonta. Me refiero a la otra noche. La noche del viernes.

  Cierro mi taquilla y me recargo mientras me aseguro de que las personas se den cuenta de la seguridad que emano. De que se den cuenta de mis uñas negras y las medias debajo de mi short de mezclilla que están un tanto destrozadas. Y sonrío.

--¿Te refieres a la noche en que estabas tan borracha como para decir tu nombre?

--Ésa. No te veía así desde Max.

Frunzo el ceño.

--¿Así cómo?

--Nena, que estaba borracha, pero me di cuenta de que te pusiste a coquetear como si tu vida dependiera de ello. Joder, ¿Qué no te diste cuenta? Es imposible.

  Kimera mueve su cabello teñido de violeta.

--Sabes que te quiero, y por eso te digo esto: Recuerda lo que pasó con Max.

Chasqueo la lengua.

--Yo ya sé lo que me pasó con Max.

--Pues yo que tú me lo pensaría dos veces antes de salir detrás del señor Mira-que-estoy-más-bueno-que-el-pan.

  Lanzo una carcajada escandalosa. Las personas me miran con curiosidad.

--Vamos ya, que sólo estaba divirtiéndome.

--Pero ambas sabemos cómo eres tú.

 Es cierto; Ser tan buena en hacer amigos apesta.

Ella me mira y luego mira a las chicas en la esquina del pasillo que nos miran, así que piensa que es el momento perfecto para sacar un cigarrillo y encenderlo.

 Casi me muero con el humo, pero sigo sonriendo. Siempre sonriendo.

--Lo tengo bajo control, Kimera. No se convertirá en un amigo.

--Bueno, que yo estaba pensando más bien en un novio o un amante… pero si lo tomas así…

--Eres horrible—Le digo, sonriendo.

Ella mira detrás de mí y se inclina un poco hacia mi lado.

--Y ahora tú también. Vamos, sostén esto.

Yo tomo el cigarrillo y cuando veo que el director está detrás de mi ocupado con unos papeles, me pongo el cigarro en los labios. Pronto olerá el humo. Y me verá. Y me meteré en problemas de nuevo. Seguramente llamará a mi hermano, y él se verá obligado a llamar a mamá, y ella totalmente perderá sus nervios.

 Sí, esto lo vale. Lo vale mucho.

--¿Pero qué…? ¿Otra vez ustedes? ¡Está prohibido fumar en la escuela!

 Abre mucho los ojos cuando me ve y juro que su calva reluce. ¿Cómo es que le hacen? ¿Se pulen?

 Sonrío cínicamente y lo tiro al suelo, pisándolo.

--Problema resuelto—Exclamo, como si fuera una pequeña niña de cinco años.

Pero él sabe mejor. Y sé que no me saldré de esta tan fácil.

--Ambas. A detención. Ahora.

Como he dicho, no soy necesariamente mala. Soy sólo inquieta. Y un poco voluble.

                                                                 ﻫ

Reckless.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora