Bajo las escaleras taconeando mis nuevas botas de doce centímetros marrones y tarareando una estúpida canción con la que Kimera se obsesionó un tiempo. Casi me caigo sobre mi trasero cuando freno repentinamente al llegar a la cocina, porque ahí está mi madre.
Está sentada en la mesa, tomando café. Su cabello oscuro y rizado está perfectamente acomodado con un broche rojo en lo alto de su cabeza. Casi parece la misma de hace unos años, excepto que parece más… frágil. Sin maquillaje, excepto por un tramposo brillo labial rosado. Delgada. Con mirada ida.
Pero ahora me mira, y ya no está tan ida.
--Ridley.
--Deborah.
Dejo mi chaqueta de cuero café en la silla junto a ella y me dirijo hacia el refrigerador para buscar mi desayuno.
--Soy tu madre, Ridley. Mamá, no Deborah.
Finjo que no la he escuchado y regreso a la canción.
Al final me rindo porque en verdad no tengo ganas de hacerme el desayuno, así que casi tomo una manzana cuando me doy cuenta de que alguien puso agua para el café.
Y yo amo el café.
Tomo un vaso desechable y suspiro fuerte cuando mi madre vuelve a hablar:
--Te he hecho desayuno. Huevo con brócoli. Está en el sartén.
Me asomo sólo para encontrar que es verdad.
Desde pequeña siempre he tenido esta pequeña obsesión por el brócoli. Enserio. Me lo comía incluso crudo. Ahora soy más refinada, claro.
O más o menos.
Tengo que reunir cada pedazo de mi para mirarla y fruncir el ceño.
--Deborah… Comer ya no está de moda.
Mi mamá deja caer la taza de café y se hace añicos en el suelo. Pero ni siquiera la mira. Me mira a mí, aún más horrorizada que la noche anterior.
La miro de una manera precisa, como si ella fuera muy extraña, y tomo mi café, mi mochila y mi chaqueta.
--Adiós, Deborah.
Mientras salgo de mi casa pienso que lo que he dicho ha sido probablemente la mentira más grande que he dicho jamás.
Yo amo comer. Yo amo, amo, amo, amo comer. Podría hacerlo todo el día y no me cansaría. Es una de las cosas que mejor se me dan.
Mamá sale de casa y abre la boca para decirme algo, pero en eso oigo el ruido de una moto. Entonces un extraño con casco se para frente a mí, en la acera.
--¿Te llevo, Ridley?
¿Quién carajos es? ¿Max?
Pero no es Max. Lo compruebo cuando se quita el casco y me sonríe.
Harry.
Sonrío mientras me acerco y me siento detrás de él.
--Y aquí tengo tu café—Le digo.
¡Una moto! ¡Una moto! ¡Ella se volverá loca! ¡Completamente loca! ¡Oh, Dios, esto es tan genial!
Harry me pasa el casco y da los buenos días a mi madre, quién tiene la boca abierta. Me inclino hacia Harry y le respondo que nos marchemos rápido.
Asiente.
Y yo sonrío.
ﻫ
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Reckless.
Teen FictionRidley Sutton salta de corazón en corazón, rompiendo todo. Harry Conrad no. No la va a dejar. *Esta historia fue publicada en un blog anteriormente, con mi nombre de autor similar. *No es el Harry de One Direction. -Derechos reservados-