Capítulo 1 Aritmética en la azotea

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Sinopsis: E y J se reencuentran luego de dos largos años de no verse. E ha estado ansioso por este momento y no sabe realmente que pasará al encontrarse frente a un J distinto del que conoció.

Marzo de 2022

E lo estaba viendo detrás de las puertas de vidrio del salón. Su cuerpo bien torneado, músculos notorios, pero no demasiado. La línea de la quijada tan perfecta. La mirada concentrada en ella. Moviéndose los dos simétricamente con movimientos ágiles y tensos. J había aprendido a bailar tan bien. Con una gracia rítmica que E reconocía.

Sobre el piso de madera dio un salto sincronizado con su pareja. La tomó por la espalda y con la mano libre sostuvo su cara, se mecieron. E se perdió un momento ante el movimiento hipnótico de J reflejado en el espejo. Tanto, que perdió la noción de la realidad y, cuando se percató, J lo saludaba a través de la puerta de cristal.

Días antes, E había experimentado una ansiedad que le recorría la columna y le provocaba un ligero malestar en el estómago. N, con quien compartía el set en ese momento, había soltado, como quien no quiere la cosa, que J estaba de regreso después de estar 2 años en Argentina en un proyecto para Disney.

E recordó en ese momento cómo se había molestado con su madre por no tener activa la cuenta del cable, para poder ver la serie de J.

-¿Cómo puede ser que no haya cable en esta casa?

- Todos trabajamos, ya sabes que casi nadie está en la casa nunca, y cuando están se ponen a ver sus programas por internet. Cálmate, haces demasiado escándalo por una tontería.

Después de que él mismo le hablara al técnico, pudo por fin sintonizar la serie de J.
Esperó diez minutos a que apareciera en escena y un reclamo del corazón al verlo, un latido sobresaltado, le indicó lo que sentía por él. Estaba intacto a pesar del tiempo y la distancia, sólo que ahora con una mezcla de orgullo por lo bien que J estaba haciendo. Sintió que de algún modo él también era parte de ello.

Estuvo secretamente feliz todo ese día y, así, agendó cada semana la hora en que J salía en televisión.

E

La chica tomó sus cosas y se despidió de J dándole un beso en la mejilla, quien volteó a mirarme con esos ojos profundos y dulces que se me clavaron en el alma desde siempre.

Pareció entonces como si el tiempo no hubiera transcurrido, como si todas las cosas encajaran nuevamente en su lugar. Mi lugar y el suyo que eran el mismo. De pronto su voz me sacó de mis cavilaciones.

-¿Cómo has estado?

-Eh..., yo..., o sea bien, creo, no, sí.

Se rio y estiró la mano para darme una palmada en el hombro. Eso rompió la tensión y mi tartamudeo. Suspiré aliviado y me acerqué con mayor soltura.

-¿Cómo has estado tú?-pregunté- es decir te he visto, creo que te va muy bien.

Volvió a sonreír y sentí cómo me desarmaba poco a poco. Asintió y me abrazó. Me sorprendió un segundo, pero luego lo sujeté tan fuerte, con todas mis ganas de verlo de estos dos años. No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero él tampoco dejó de sujetarme.

Sentía su respiración en mi cuello y yo intentaba acurrucar mi barbilla lo más posible en el suyo. Finalmente, un grupo de chicos entró para ensayar y nos sacó del trance. Volvió a mirarme con un sentimiento que entendí como de nostalgia y temí dejar de verlo una vez más.

Lo tomé de la mano y casi lo llevé arrastrando.

-Espera, ¿a dónde vamos?

No puse atención a sus reclamos, simplemente corrí de su mano como si mi vida dependiera de ello. Llegamos a la azotea y vi el cielo de la ciudad nocturna e iluminada. Pasaron unos instantes en los que no me decidía a voltear, no quería que su rostro me dijera que sólo había nostalgia y nada más, pero no dejé de tomar su mano, la apreté una vez más antes de soltarla para voltear a mirarlo.

Se esforzaba en recuperar el aliento y seguía viendo al horizonte. Yo lo miré de perfil y él no volteó. Ni cuando le demostré, sin saber qué más decir por los nervios, mis notables mejoras en aritmética y recolección de datos, pues 740 fueron los días que dejamos de vernos. 60 los besos en escena y en el teatro que nos dimos, 40 más detrás de los entretelones en los auditorios, en los camerinos, en los baños de los sets y en casa de su amiga.

Le dije que hay 7388 kilómetros desde Ciudad de México hasta Buenos Aires, que el boleto de avión desde el aeropuerto internacional Benito Juárez hasta el aeropuerto Internacional de EZEIZA es de 22, 500 viaje redondo.

-¿Sabías tú que todas las tardes pasa un avión a las 5:45 cerca de San Ángel e imagino que vienes en ese avión y que tengo que recogerte a tu llegada?

-¿Cómo supiste en dónde estaba?

Interrumpió mi perorata con la voz más apagada que le oí en la vida y el miedo comenzó a subirme como hormigueo por las manos.

-N me comentó en dónde estabas, estamos grabando una novela, se llama Arrepentida, es sobre una mujer que pierde la memoria y luego...

-E...-volteó a verme mientras un hilo de agua le escurría bajo el pómulo. -En estos dos años han pasado muchas cosas, yo no..., yo no soy..., no soy quien conociste, yo cambié y...

La voz se le cortaba. Yo no sabía qué era lo que esperaba oírle. Respondí tontamente, minimizando el asunto para desviar la atención

-Todos cambiamos J, pero ¿es bueno cierto? Cambiar es bueno.

J bajó la mirada y la volvió a posar en el horizonte oscuro, mientras yo esperaba que la tierra se abriera en el lugar que pisaba y se tragara el metro cuadrado de concreto a mi al rededor junto conmigo.

Después de un prolongado silencio pensé que el verdadero infierno es algo por el estilo, un silencio en el que estás más sólo que nadie en el mundo y en el que tampoco puedes emitir palabra alguna, el infierno está lleno de silencio.

Sonó la alarma de las 9 y supe que esa era mi señal de escape.

-Bueno J, me dio mucho gusto encontrarte de nuevo, que estés bien hermano.

"¿Es en serio que dije hermano?", pensé entre mí muerto de vergüenza. Cerré los ojos para no ver el resultado de la idiotez que acababa de salir de mi boca y, cuando abrí los ojos, J estaba a un centímetro de distancia. Lo observé ligeramente más alto que yo, él contenía la respiración. Me miró los labios, inclinó la cabeza de lado y yo seguí petrificado en mi sitio, plantado en el concreto color rojo del techo, pegado y fijo por los últimos dos años.

Buscaba en mis ojos alguna reacción y sólo abrí la boca, sin darme cuenta, para recibir el beso. Con una resolución que no le conocía, me beso con suavidad una vez. Me miró nuevamente para registrar una respuesta y yo, perdido como estaba de este mundo, me quedé como una estatua feliz y callada y vino otro beso más sensual y más profundo a volarme la cabeza.

Me miró una vez más con una sonrisa maliciosa que no le conocía, respirando cada vez con más fuerza, me besó jugando con mi lengua como si no hubiera mañana, sujetándome de la espalda baja y yo me dejé besar intentando seguirle el paso con sorpresa, con un ansia resuelta como de hambre atrasada. De pronto se soltó y me empujó suavemente. No sonrió esta vez ni me miró en los labios. Simplemente desvió la mirada y caminó rumbo a la escalera del edificio.

Me quedé impávido unos momentos tratando de descifrar a mil millas por segundo qué era lo que había pasado.

-Perdón bro, pero tú no me dejas así, esperé esto por mucho tiempo.

Lo detuve sujetándolo del brazo, acerqué su cara a la mía, la sostuve con ambas manos y lo besé largamente, con una sed que creí de futuro, recordando su mirada nostálgica, el nuevo J que evidentemente era, más resuelto y seguro, más alto, más desinhibido y mucho más misterioso que el que conocí.

En ese momento no quise pensar en su silencio, ni en sus pómulos mojados ni en el tiempo en el que no me perdí la serie de los sábados. Supe que había vuelto porque N me lo dijo:

"J volvió hace una semana, va a entrenar todos los días a la academia donde estudia su hermana. Está ensayando el número de la gira".

La ansiedad se esfumó de la espalda. Ese día en la azotea ambos regresamos a casa.

Emiliaco Años despuésWhere stories live. Discover now